Sangre de Alpha.

Capítulo 34.

La presión que sentía en mi estómago no era impedimento para sacar todo mi miedo en un solo grito que inundo el lugar. Patalee y moví los brazos en un intento desesperado por detener mi caída aun sin entender cuál era el propósito de la misma.

No conté los segundos, pero fueron lo más largos de mi vida hasta que caí de golpe. No pude y no quise abrir los ojos por miedo a lo que me pudiera encontrar, pero aun así, lo hice.

—Benjamín –susurre mientras ponía los pies en el suelo. Verlo, con el rostro lleno de pelo, grandes colmillos y sangre saliendo por las comisuras de su hocico me partía el corazón-. ¿Qué te ha hecho? –sollocé.

Me aferre a él volviendo a cerrar los ojos en el instante en que escuche gruñir y aullar a una de esas bestias. Mi cuerpo temblaba de miedo y no podía dejar de llorar. 
Entre gruñidos y jadeos sentía como Benjamín se movía bruscamente mientras que con uno de sus brazos me aferraba a él con fuerza, misma que comenzaba a lastimarme.

—¡No! –grite cuando me separaron de él, y fue entonces que abrí los ojos.

Benjamín estaba frente a mí de rodillas regresando a su forma humana mientras un enorme brazo lleno de pelo me detenía por la cintura. El pecho de Benjamín subía y bajaba con rapidez y su torso mallugado se dejaba al descubierto poco a poco. Giré con rapidez para ver quién estaba detrás de mí encontrando el rostro de la bestia en la que Arion se había convertido.

—Ella no tiene la culpa –dijo Benjamín entre jadeos-. Déjala ir.

Arion volvió a gruñir con tal fuerza que, por inercia, cubrí mis oídos con mis manos deseando no estar ahí.

—Tu padre te está manipulando –Benjamín se puso de pie y poco a poco se acercaba a nosotros-. No importa en qué te hayas convertido, no eres igual que él.

Estaba en shock no sabía qué hacer ni mucho menos que esperar de todo esto. ¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Cuál era el plan de Román?

—Arion, por favor –suplique-. Recuerda quien eres.

—Y también recuerda que ella usurpo el lugar de tu pareja eterna, hijo.

Cyrone se acercó hasta nosotros con su maliciosa voz manteniendo el control sobre su hijo. Al terminar su frase sentí la presión del brazo de Arion sobre mi cintura. Gemí del dolor intentando soltarme con mis manos.

—Arrodíllate ante tu Alpha –ordeno Cyrone dirigiéndose a Benjamín.

El cuerpo de Arion se tensó al escuchar a su padre. Benjamín de inmediato demostró su desaprobación y negación a lo que se le ordenaba. Al mismo tiempo aquellos súbditos que tanto seguían a Cyrone se acercaban poco a poco a Benjamín como esperando a que se negará en voz alta.

—¡Benjamín, cuidado! –grité al verlo completamente acorralado jadeando de dolor por otro intenso apretón de Arion sobre mi cintura. 

Solo le tomo dos segundos observar lo que pasaba y volver a transformarse para defenderse mejor, extrañamente, ninguno de los súbditos lo hizo, muy al contrario, retrocedieron.

—Quiero la espada –volvió a ordenar Cyrone, esta vez sin dirigirse a alguien en específico-. Entreguenmela y todo esto terminará.

—¡Ahora!

Aquel grito proveniente del interior del palacio nos tomó a todos por sorpresa. El sonido de las armas al ser disparadas  era lo único que se escuchaba, ni siquiera los gritos de dolor de los súbditos eran audibles. Cyrone trató de cubrirse con el cuerpo de Arion ordenándole entre gritos que me utilizara de rehén para que no les dispararan.

Arion obedeció rápidamente girando hacia mi padre y los soldados para mostrarles que me tenía entre sus garras. Aunque no parecían sorprendidos ni temerosos, mi padre ordenó que detuvieran el ataque con una simple señal y fue tiempo suficiente para que Arion y su padre huyeran de ahí, conmigo. No les importo que gritara, que pataleara y suplicara que me dejaran ahí.

Arion cubrió mi rostro con una de sus garras durante todo el camino, hasta que me lanzo sobre lo que parecía ser pasto. ¿Un lago? Fue lo primero que pensé al ver el lugar al que me habían traído.

—Roultzer nos alcanzará más tarde –dijo Cyrone a su hijo ignorando mi presencia-. Nos iremos de aquí tan pronto consiga la espada.

Me quedé sentada en el césped viendo como Arion regresaba a su forma humana. Su mirada inmediatamente se clavó en mi y rápidamente se acercó colocándose en cuclillas.

—¿Porqué tiemblas tanto? –preguntó con falso tono de preocupación-. ¿Tienes miedo, Nessa?

Aparte la mirada de él. No soportaba verlo hablar y comportarse de esa manera, quería al Arion que conocí, aquel con valores y que no confiaba en su padre, aquel que me ayudó, no a él.

—Ese idiota esta tardando demasiado –comento Cyrone malhumorado-. Iré por él, vigilala.

No sabía en qué parte de Nowearland estábamos, nunca nadie me habló de un lago dentro de aquí, ni de lo bonito que era a su alrededor.

—Te ves tan indefensa –dijo Arion de pronto-. Tan débil como la simple humana que eres.

—Creí que la sangre humana solo los transformaba por fuera –me atreví a contestar-. Pero ya veo que es por dentro de donde realmente te convertiste en una bestia.

—La sangre solo me abrió los ojos para darme cuenta lo poco que vales, Nessa –lo mire fijamente-. ¿No te gusta lo que soy? Pues que lástima, esta es mi verdadera personalidad.

—Claro que no –dentro de mí, una pequeña esperanza comenzó a crecer, tal vez Arion podría cambiar así como Benjamín que a pesar de tener su sangre negra, no era como ellos-. Este no eres tú, es tu padre controlandote.

—Deja de fingir y creer que lo sabes todo –hablo más fuerte-. No eres nada para nuestro mundo.

—Ya basta, Arion –Benjamín nos tomó por sorpresa-. Esta es la última vez que te lo digo, déjala irse. Nessa no es el problema.

—¿Por qué tanto interés en ella? –Arion se cruzó de brazos y no apartaba su vista de mí-. ¿Tanto te importa?

—Sí –contesto Benjamín sin rodeos-. No tienes idea cuanto, ni tampoco me interesa que lo sepas.




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