Sangre de Aves

C A P Í T U L O 5

 

LAS TRINCHERAS

 

- LAMBERT -

 

Por la mañana, al sol naciente lo cubría una densa niebla que rodeaba la base. Un helicóptero enorme y verdoso reposaba al costado del lugar, junto a una mujer uniformada pegada a la puerta.

Movió la cabeza en un saludo y puse un pie en el suelo de aquella máquina. Para mi desgracia, el chico de cabeza rapada que había salido de la oficina del teniente Radcliffe, Krist Pollock, descansaba en uno de los asientos con la cabeza pegada al metal y los ojos cerrados. Tomé un respiro y opté por hacer distanciándoles entre nosotros, no necesitaba más problemas con tipos como él.

A unos cuantos minutos de la fría mañana, otro soldado a lo lejos avanzaba hasta el helicóptero cargando una mochila pequeña. No le di un vistazo hasta que se detuvo al lado de la mujer.

—¿Dani? —espeté al verlo.

Bert, no sabría que vendrías tú también —respondió, su tono habitual se sentía diferente —. ¿Radcliffe te cito en su oficina ayer?

—Si —dije —. Pero no te vi ayer al salir.

Dani subió, sentándose a mi lado. Después lo hizo la mujer, cerrando la puerta para dirigirse a la derecha del piloto.

—Lo mío fue una decisión de último minuto —mencionó, colocándose el cinturón y dejando la mochila en el asiento sobrante —. Era casi medianoche cuando me llamó; el cabo Bram me dejó en la puerta, parece que ese hombre nunca cierra los ojos.

—¿Verdad que sí? —solté junto a una risita —. Incluso…

—¿Quieren callarse? —la voz de Krist al costado de Dani interrumpió mi oración —. Estoy tratando de dormir un poco antes que aterricemos en el puto infierno.

Torcí la boca con disgusto, a punto de contestar cuando Dani tomó la palabra primero.

—Ay, perdón —se disculpó con completa genuinidad —. Descansa, no te preocupes.

Krist abrió apenas un ojo y luego cruzó los brazos sobre el pecho con una exhalación.

—Hablamos cuando se duerma —murmuró el chico frente a mí, recargándose contra la pared de metal, guardando silencio.

Hice lo mismo no muy contento con su decisión, no entendía porque le hacía caso, tal vez Dani era demasiado noble para ignorarlo.

La hélice del helicóptero comenzó a girar y pronto nos despegó del piso. Al principio hubo una sacudida un poco fea que me alertó durante el tiempo que nos elevábamos, sin embargo, después de estabilizarnos pude volver a relajarme. Miré por última vez la base, el cristal de la oficina el coronel se mantenía opaco y reluciente, pese que no podía ver a través desde el exterior, tenía el presentimiento que al menos nos hubiera visto partir.

Una vez la dejamos atrás, la niebla invadió el paisaje por un pequeño tramo del viaje, no fui capaz de ver nada hasta que comenzó a dispersarse. Tierra tan dura como la que adornaba el exterior de la base era un signo de lo alejados que estábamos de las ciudades o de cualquier punto de la civilización.

Como Dani se había resignado a no pronunciar una palabra más en nuestra conversación, solo podía hacerle caso a mis pensamientos. Mi futuro ya había sido designado, no me quedaba de otra más que adaptarme; sin embargo, a mente no dejaban de acudir los recuerdos de la criatura atada sobre la plancha. Había estado controlada por las barras de metal que le sostenían las extremidades y, aún así, importándole poco la herida que la teniente Cortés le causó, logró liberarse.

Me preguntaba si ahí a los bordes de la guerra, expuesto día y noche a su presencia, también sería capaz de dispararles como ella lo había hecho… o si me congelaría por el miedo y dudaría en apretar el gatillo.

 

***

 

Más adelante, la tierra terminó y sobrevolamos una gran cantidad de agua oscura. Las olas azotaban unas con otras en una extraña calma, la brisa acariciaba la máquina que nos transportaba, encima el cielo gris escondía el sol. Apenas cruzamos una parte del mar, una arboleda verde nos recibió. Cientos de pinos cubrieron terreno por más de una hectárea, deteniendo su desplace unos metros detrás donde el helicóptero comenzó a descender.

La mujer que había estado sentada junto al piloto, fue la primera en levantarse y abrir la puerta del helicóptero. Le seguí, bajando de un pequeño salto; las suelas de mis botas aterrizaron en lodoso territorio.

Desde donde estábamos, al frente había un campamento pequeño, personas uniformadas iban de un lado a otro, entrando y saliendo de las tiendas; algunas cargaban sus armas y otros descansaban con ellas de compañeras. Una nube de humo subía hacia el cielo, emanando de una fogata en el centro del lugar que parecía recién haberse extinguido.

—Caminen hacia la tienda que esta al fondo —habló de repente la mujer —. Ahí les van a explicar lo que tienen que hacer.

—¿Solo eso? —espetó Krist al posarse a mi lado.

—Buena suerte, soldados —asintió.

Krist avanzó primero y yo me giré para ver hacia el interior del helicóptero; Dani seguía en su asiento.

—¿No vas a bajar? —le pregunte con una sonrisa.

—No, Lambert —contestó. La mujer trepó de nuevo hacia su sitio —. A mí me alistaron en la guerra.

Sus palabras me dejaron helado y borraron la expresión de mi rostro.

—Espero podamos vernos otra vez —dijo antes que la puerta se cerrara.

No pude formular una oración ante aquella confesión. Dani sacudió la mano del otro lado del cristal, despidiéndose con un último gesto de amabilidad. No obstante, cuando la hélice empezó a girar y apartó la mirada del exterior, su rostro cambió en una expresión que no había visto en él antes. La cabeza gacha junto a un respiro profundo, preocupación y miedo mezclados en su cara.

El helicóptero desapareció a lo lejos, alejándose del campamento.



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En el texto hay: supervivencia, guerra, apocalptica

Editado: 24.08.2024

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