Sangre de demonio

Capítulo 3.

Desperté de pie a las puertas de una gran muralla de piedra. Los tres demonios seguían a mi lado y uno de los que no me había hablado antes levantó la mano. El gran portón se abrió y los tres comenzaron a andar hacia el interior. Yo les seguí, y vi que dentro de la fortaleza se encontraba una gran ciudad con un castillo de estilo gótico alzándose entre las casas de planta baja.

       - ¿Este es el Infierno? Me lo imaginaba más... Maligno.

       - Los humanos tienen una idea muy equivocada sobre nosotros y nuestro mundo. No somos malvados como muchos dicen, o por lo menos no todos.

Mi mente comenzó a divagar y todo ello me llevó a recordar la conversación que tuviéramos antes de llegar a aquel lugar.

       - ¿Por qué antes dijiste que tenía sangre de demonio?

       - Lo dije porque es cierto. Todos los humanos con habilidades mágicas la tienen.

       - ¿Y cómo explicas eso? Que yo sepa mi madre no es un demonio y, por lo poco que me ha contado ella, creo que mi padre tampoco.

       - Puede que tus padres no, pero igual sí alguno de tus abuelos, bisabuelos o incluso tatarabuelos. La sangre demoníaca puede transmitirse de generación en generación o también hacer saltos.

       - Entonces esto significa que algún familiar mío fue un demonio ¡Que guay!

       - Sigue siéndolo, los demonios somos inmortales.

       - ¿En serio? ¿Y puedo conocerle? - pregunté entusiasmada.

       - Solo si nuestro señor nos lo permite.

       - ¿Fue él el que os dijo quién era?

       - Sí - dijo otro de ellos. Me quedé pensando durante unos segundos quién sería ese "señor" del que hablan, hasta que me di cuenta.

       - ¿A caso es él...?

       - El Rey del Inframundo, sí - de repente me sentí muy ilusionada, aunque no sabía exactamente porqué. Supuestamente el Rey de los demonios es despiadado y cruel, pero aun así esa excitación no desaparecía.

       - ¿Y es cierto lo que me dijisteis? ¿Hay más humanos con poderes?

       - Sí, aunque no exactamente iguales a los tuyos - dijo el último que faltaba por hablar -. Hay distintos tipos: Algunos pueden leer la mente, algunos son capaces de mover objetos sin necesidad de tocarlos, otros son capaces de detectar vida y curar a las personas y otros como tú, que controlan la mente, aún que hay muchísimas capacidades más.

       - Guau - dije sorprendida, y la verdad era que realmente lo estaba. Pensaba que era la única rara en el mundo, pero resulta que había más personas como yo, o al menos parecidas.

       - Y hay un tipo de humanos con capacidades especiales los cuales son los más poderosos: Los Magos, que son híbridos de todos. Ellos contienen sangre de demonio mayor, a diferencia del resto, pero se cree que ya no existen, hace siglos que no se sabe nada sobre ellos.

       - ¿Vosotros sois demonios mayores?

       - Sí.

       - Haces muchas preguntas - dijo el primero con el que había hablado.

       - Soy curiosa. Por cierto, ¿cómo os llamáis?

       - ¿Eso es relevante? - preguntó el último de ellos.

       - Es injusto, vosotros sabéis todo de mí y yo no sé nada de vosotros.

       - Yo soy Daemon - dijo el primero.

       - Yo Saearys - siguió el segundo.

       - Y yo Odell - acabó el tercero después de suspirar.

       - Encantada de conoceros - dije con una sonrisa amigable en la cara.

Antes de darme cuenta ya estábamos delante del enorme palacio. Este estaba protegido por una altísima muralla de piedra dónde, en la entrada, se encontraban dos guardias de pie con pesadas armaduras y sosteniendo una lanza en sus manos.

       - ¿Vamos a entrar en el castillo? - pregunté perpleja.

       - Exacto.

Las puertas se abrieron y quedamos a unos metros de la entrada al gran edificio de piedra. A medida que nos acercábamos los detalles de la fachada del castillo se podían apreciar mejor. Este estaba decorado con torres altísimas acabadas en punta, grandes vidrieras de colores y unas cuantas gárgolas las cuales, si las mirabas fijamente, parecía que estuvieran a punto de moverse.

Atravesamos las grandes puertas oscuras y nos adentramos en una enorme sala en la cual se encontraba un lujoso trono labrado en piedra cerca de la pared opuesta. Una larga alfombra roja aterciopelada se extendía por el suelo hasta dónde este estaba, y unas grandes columnas de mármol grisáceo sostenían el trabajado techo. La sala estaba iluminada por una gran lámpara de araña de oro colgada justo en el centro.

En el trono se encontraba sentado un hombre con dos enormes alas negras de aspecto suave y otro par de largos cuernos semejantes a los de una cabra. Este al mirarnos puso su espalda recta y los guardias que teníamos a cada lado nos indicaron que podíamos acercarnos. A medida que avanzamos los rasgos de este se iban dibujando con más detalle, al igual que su pequeña sonrisa. Tenía su media melena ligeramente riza de color castaño oscuro, casi negro, y los ojos de un tono marrón rojizo. Las fracciones de su cara eran muy marcadas, lo que, junto a sus notables labios rosados y carnosos y su piel bronceada, hacían que fuera mucho más atractivo.

“ - Madre mía, que guapo - pensé antes de poder razonar - Irene, ¿¡pero qué dices!? Estoy viendo al mismísimo Satanás, no puedo pensar que es... Muy sexy.”

       - Majestad - dijeron los tres demonios a la vez cuando ya estábamos lo suficientemente cerca antes de arrodillarse -, le traemos a la humana. Entonces se levantaron y descubrieron sus cabezas por primera vez desde que los había conocido. Eran seres muy apuestos, justo lo contrario a como los había imaginado. Saearys tenía el pelo oscuro, al igual que los otros, pero más largo y rizo. Daemon era aparentemente el más joven y Odell el único de los tres que tenía los ojos claros. Sus apariencias eran muy similares, tan solo cambiaban pequeños detalles.




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