Sangre de demonio

Capítulo 4.

Llegamos al comedor y justo en el centro de la sala se encontraba una larga y ancha mesa llena de comida de todo tipo. Alrededor de ella se encontraban más de 60 personas sentadas y unas cuantas sillas más vacías en el extremo del mueble más próximo a la puerta.

Miré por última vez a Saearys, Odell y Daemon antes de que se fueran y me acerqué a uno de loso sitios vacíos. A mi lado se encontraba una chica aparentemente de baja estatura. Lo que más me llamó la atención de ella eran sus profundos ojos negros y su muy corto cabello de color marrón con reflejos rojizos, el cual estaba ligeramente rizo. La piel de ella era un poco más oscura que la mía, y su cuerpo mucho más menudo.

Esta se giró y me dedicó una sonrisa en cuanto me senté a su derecha.

          - ¿Hablas español? - dijo ella. Por su acento me decanté de que la chica era latina, aunque no sabía decir con certeza a que país pertenecía.

          - Sí - contesté y le devolví la sonrisa.

          - ¿Cuál es tu nombre?

          - Soy Irene ¿Y tú cómo te llamas?

          - Amanda ¿Puedo saber que poder posees?

          - Puedo controlar la mente de las personas y animales.

          - ¡Que guay! - dijo la chica entusiasmada - Aunque también me gusta el mío: soy capaz de curar a las personas.

          - Ese es un poder muy útil, y bonito.

Una sombra que se paró detrás nuestra me sorprendió. Nos giramos para encontrarnos con un chico alto, rubio, pelo corto y de ojos profundos y azules como le océano. Su mirada se encontró con la mía y sentí como si me esta me atravesara y fuera capaz de mirar más allá de mi alma.

          - Hola, soy Daniel ¿Puedo sentarme con vosotras? Es que os he escuchado hablar español y no he encontrado a nadie más que me entienda.

          - Claro - dije al momento. Aparte de aumentar nuestro reducido grupo de hispanohablantes, aquel chico me llamó mucho la atención en cuando le vi y una sensación extraña recorrió mi cuerpo en cuanto nuestras miradas se cruzaron.

Una enorme sonrisa amigable se formó en sus labios para después sentarse en la silla que había a mi derecha. Un sonido metálico se escuchó a mis pies y al bajar la mirada vi que una fina cadena de oro se calló del bolsillo de los vaqueros de Daniel. De ella colgaba un pequeño medallón con un símbolo extraño el cual no alcancé a ver bien, ya que cuando me agaché para cogerla él había sido más rápido y la metió en su bolsillo rápidamente.

Iba a preguntarle de que se trataba aquella joya cuando las puertas del comedor se abrieron nuevamente y una voz familiar llegó a mis oídos. Me giré repentinamente al reconocer a mi amiga. Esta estaba haciéndole mil preguntas al guardia que tenía justo detrás, pero se paró repentinamente al ver a todos los que nos encontrábamos en la sala. 

Era Julia.

Salté de mi silla en cuanto la vi allí y corrí en su dirección. ¿Qué hacía ella ahí? ¿Es posible que ella tuviera poderes también? Si es así, ¿cómo es que nunca me había dado cuenta? Despejé mi mente de todas aquellas preguntas y dije su nombre lo suficientemente alto como para que ella pudiera oírme, y así lo hizo. Su expresión cambió de sorpresa a confusión y empezó a mirar a todos lados hasta que sus ojos se detuvieron al mirarme. Sin decir nada corrió hacia donde yo estaba y envolvió sus brazos a mi alrededor.

          - ¿Qué haces aquí? - pregunté cuando por fin nos separamos.

          - Te iba a preguntar lo mismo. Esos tipos no son muy habladores y por más que les preguntaba que era este lugar no me contestaron.

          - Estamos en el Infierno.

          - ¿Qué? – dijo Julia sorprendida.

          - Espera un momento… Si tú estás aquí eso significa que tienes poderes.

          - ¿Tú también puedes leer la mente? – cada vez sus ojos se abrían más.

          - No, pero puedo controlar la mente.

          - ¿Cómo es que nunca hemos hablado de esto?

          - Ni idea – me reí -. Te explicaré todo, pero antes ven conmigo, hay unas personas que quiero presentarte.

Las dos nos acercamos a nuestros sitios y allí estaban esperando Amanda y Dani. Ambos le dedicaron una sonrisa a Julia y se la presenté. Aparentemente se llevaron bien al momento y empezamos a charlar, hasta que una voz masculina nos interrumpió.

          - Bienvenidos a todos - Michael se subió a la mesa y se colocó justo en el centro -. Seguramente muchos de vosotros os preguntaréis que hacéis aquí, pues yo os contestaré a eso. Por vuestras venas corre nuestra sangre, sangre de demonio, y por esa misma razón hay gente que quieren mataros o, mejor dicho, los Ángeles. Ellos creen que sois un peligro para el resto de los humanos, aunque eso no sea cierto. Queremos protegeros, al fin y al cabo también pertenecéis a este mundo, por eso estáis aquí. Os quedaréis bajo mi protección hasta que ya no corráis peligro, después podréis volver a casa o, si lo deseáis, podréis quedaros aquí. Pero todo esto bajo una condición, está prohibido usar vuestros poderes contra nadie. Si esto ocurre seréis devueltos a la tierra donde estaréis totalmente desprotegidos - su mirada cruzó toda la sala y se posó en mí. Media sonrisa se formó en sus labios y me pareció ver un destello en sus hermosos ojos -. Buena suerte a todos y espero que vuestra estancia aquí sea agradable.

Repitió el mismo mensaje en varios idiomas más y al fin se bajó de la gran mesa de madera para desaparecer detrás de las puertas que daban a la sala del trono. Un demonio que no había visto hasta ahora nos llevó a Amanda, a Julia y a mí por los enrevesados pasillos hasta una de las muchas habitaciones y nos indicó que esa era la nuestra. La puerta era de un color marrón chocolate y encima de ella había un pequeño cartel en el que aparecía el número 113. El demonio que nos había acompañado no abrió la boca en todo el recorrido y se fue tan silenciosos como había aparecido. Decidimos entrar y lo que vimos dentro nos sorprendió a las tres:




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