Sangre de demonio

Capítulo 12.

Di mil vueltas en la cama, incapaz de dormir, hasta que al final decidí levantarme. Tenía que despejar mi cabeza, asique opté por dar una vuelta por el palacio. Me vestí una camiseta de asas y un pantalón de chándal y salí por la puerta, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a mis amigas.

Caminaba despacio por el largo pasillo desierto. Una elegante melodía de piano acarició mis oídos. Al final del corredor un hilo de luz salía del interior de una de las salas a través de la puerta ligeramente abierta. Me acerqué sigilosamente a medida que el sonido de la melodía iba creciendo. Metí la cabeza como pude por el estrecho espacio de la puerta. Aquella sala era realmente impresionante; sus dimensiones eran enormes y esta estaba decorada con adornos acabados en oro. Sus altas paredes tenían complejos dibujos de colores oscuros, pero a la vez elegantes. La sala estaba ocupada simplemente por un hermoso piano de cola y un hombre sentado delante de este, tocando de espaldas a la puerta. Este iba vestido con una delgada camisa blanca que dejaba ver los movimientos de los músculos de sus brazos cada vez que deslizaba los dedos hacia otra tecla. Era tal su concentración que no escuchó mis pasos acercarse a él. Cuando paró de tocar, apenas un par de minutos después de que yo llegara, sentí un pinchazo de decepción.

          - Tocas realmente bien - al escucharme hablar Michael pareció asustarse porque giró su cuerpo repentinamente en mi dirección. Los primeros botones de la camisa estaban abiertos y se podía ver su pecho perfectamente. Mis mejillas se tiñeron de rosa al momento y aparté la mirada.

          - Es normal cuando tienes siglos de práctica - una sonrisa iluminó su rostro al momento.

          - Estás en tu forma humana - aquello debería de ser una pregunta, pero en vez de eso acabó siendo una afirmación.

          - Sí, es algo incómodo tocar el piano con dos grandes alas a tu espalda - por alguna razón aquella respuesta inesperada me hizo gracia y una risa nerviosa salió de mi garganta - ¿Sabes tocar? - preguntó y señaló al piano.

          - Apenas - él se deslizó hacia uno de los extremos del pequeño banco dejando espacio. Me indicó que me sentara a su lado y, después de vacilar un poco, al final obedecí. Nuestros muslos y brazos se rozaban y sentí el calor de su piel atravesar mi ropa.

Coloqué los dedos sobre las teclas y empecé a tocar los únicos acordes que sabía, aunque no muy bien, ya que una de las teclas no era la correcta y el estridente sonido erróneo inundó la sala.

          - Relaja tus dedos, estás muy tensa - sus manos se posaron en mis hombros y después descendieron hasta las mías. Empezó a guiarme por el teclado y la melodía comenzó a tomar forma, aunque de vez en cuando sus brazos a mi alrededor me distraían. 

Entonces paró. Ya no tocábamos, pero sus manos seguían sobre las mías. Giré la cabeza para mirarle y no me di cuenta de lo cerca que estábamos hasta que lo hice; nuestras narices estaban a apenas unos centímetros. Sus ojos descendieron desde los míos hasta mis labios y él comenzó a cerrar la distancia que nos separaba. Algo en mí no me dejó moverme y tampoco hice ningún esfuerzo para apartarlo.

          - Señor - una voz a nuestra espalda hizo que nos separáramos rápidamente justo antes de que nuestros labios se rozaran. Uno de los guardias se encontraba en la puerta, y su cara estaba blanca como el papel -. Tiene que venir, es urgente.

          - ¿Que ha ocurrido? - preguntó Michael preocupado.

          - Uno de los humanos... Ha atacado el palacio.




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