Una gigantesca biblioteca se extendía más allá de mi vista. El techo era una gran bóveda de cristal que dejaba pasar la luz que iluminaba la espectacular sala. Esta estaba llena de altas estanterías de madera repletas de libros de aspecto antiguo. Dos mesas circulares rodeadas de sillas estaban colocadas cerca de la entraba y encima de cada una había una planta extraña, pero a la vez muy bonita. Lo más sorprendente de todo no era todo esto, si no la marea de pequeños insectos similares a las mariposas que sobrevolaban nuestras cabezas, y de vez en cuando se posaban en las largas plantas que colgaban de los extremos de las estanterías.
- Esto es... - me había quedado sin palabras - Impresionante.
- Adelante - dijo él cuando ya empezó a caminar hacia el interior.
Me acerqué a una de las estanterías y, con cuidado, hice rozar las puntas de mis dedos con uno de los libros. La cubierta de este era áspera y de color verde bosque. El título dorado, escrito en el lomo, estaba en lo que parecía latín.
- Ese es mi libro favorito - escuché. Michael estaba detrás de mí mirándome.
- ¿Qué significa? - pregunté refiriéndome al libro.
- Non discedere a me. Significa “No me dejes” - me giré para quedar cara a acara con él. Sus ojos se despegaron del libro para posarse en los míos.
- ¿De qué trata?
- Va sobre un demonio mayor que asciende al mundo terrenal, tu mundo. - no despegó su mirada de mí - Allí conoce a una humana hermosa y se enamora de ella. Pero, como todos los demonios, tiene que volver al Infierno. Van pasando los años y él no se olvida de la mujer. Ella al final muere por vejez y los Ángeles la envían al infierno por haberse enamorado en el pasado de un demonio. Los dos se encuentran en el Inframundo, pero ella no lo recuerda por culpa del Alzheimer que tuvo unos años antes de fallecer - al final apartó la mirada y bajó la cabeza.
- Es una historia muy triste - murmuré.
- Sí, pero es lo que ocurre en la realidad - cuando dijo eso sentí un pinchazo de tristeza en el pecho. Era algo realmente injusto.
El silencio nos rodeó. Nuestras pupilas se quedaron clavadas en las del otro y tan solo se escuchaban nuestras respiraciones sincronizadas y el leve aleteo de aquellas mariposas.
Escuchamos las puertas abrirse y miramos hacia allí. Un guardia estaba de pie y a su lado se encontraba Daniel, el cual empezó a caminar en mi dirección. Michael se alejó un paso de mí
- Irene, te estábamos buscando - dedicó una mirada gélida a mi acompañante y después se dirigió otra vez a mí -. Las chicas te necesitan.
- Claro, ahora mismo voy - vi por última vez a Michael para después seguir a Daniel hacia el pasillo.
· Nota de la autora:
Siento que este capítulo me quedara tan corto, pero es que era mucho para uno solo y lo dividí en dos. Pronto subiré el siguiente asique podréis continuar la historia.
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Lo digo siempre, pero lo vuelvo a repetir: ¡¡Muchísimas gracias por leer mi libro!!
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