Sangre de demonio

Capítulo 11.

La cálida luz del exterior me rozó la piel. Delante de mí se extendía un hermoso jardín interior. Era de noche, por lo que unas pequeñas luces flotantes iluminaban el pequeño sendero que cruzaba las flores hasta el pozo de piedra que se encontraba justo en el centro.

Empezamos a caminar y el dulce olor a jazmín me inundó, sin embargo, aquellas flores no eran jazmines. Sus pétalos eran alargados y de aspecto metálico, como un escarabajo joya.

          - Son Yunias - empezó a hablar Michael. Este estaba a unos metros observándome con curiosidad -. Estas flores solo crecen aquí, en el palacio.

          - Son preciosas - dije yo, hipnotizada por sus llamativos colores.

Me levanté y miré al cielo. Este no era como el que normalmente veía desde la ventana de mi habitación. Era completamente negro y sin rastro de estrellas, en su lugar dos grandes lunas blancas deformes iluminaban el oscuro firmamento.

Llegué a su lado para mirar que él estaba apoyado en el borde del pozo. Me acerqué, imité su gesto y vi que sus ojos estaban fijos en el interior. Yo bajé la mirada y me incliné para ver mejor. En el fondo oscuro se podía ver el agua estancada brillar, al igual que si tuviera miles de pequeños diamantes flotando en la superficie.

          - Este pozo fue lo primero que se construyó en el Infierno. A su alrededor se hizo el palacio y más tarde la ciudad - se hizo el silencio. Una pregunta comenzó a rondarme en la cabeza y mis labios me empujaban a formularla.

          - Esa historia - empecé a hablar -, la del libro que encontramos en la biblioteca... Es real, ¿verdad? - me miro. Su cara no mostraba ninguna sorpresa, al parecer ya sabía que tarde o temprano se lo preguntaría.

          - Sí.

          - ¿Tú...? - empecé a preguntar temerosa, pero Michael me interrumpió antes de acabar.

          - Si vas a preguntar si es mi historia quiero que sepas que no, pero... - paró de hablar por un breve momento - Es sobre alguien muy cercano - el silencio volvió a rodearnos como un manto invisible.

          - ¿Alguna vez te has enamorado de una humana? - solté antes de pensarlo mejor, pero ya era tarde para arrepentirse. Por primera vez desde que estábamos uno al lado del otro me miró.

          - Una vez - volvió a detenerse y bajó la mirada, pero pronto volvió a clavar sus ojos pardos en mí.

          - A caso ella también... ¿Te olvidó? - dije en voz baja.

          - No - contestó secamente.

          - ¿Entonces qué ocurrió? ¿Fue un amor no correspondido?

          - Desearía que hubiera sido así, pero no. Nos enamoramos, más de lo que lo habíamos hecho antes, pero las cosas no ocurrieron cómo me hubiera gustado. Murió poco después, dos años, para ser exactos. Le dieron a elegir entre ir al Cielo o al Infierno, y ella los eligió a ellos.

          - Escogió el Cielo, ¿acaso no sabía que tú pertenecías aquí? - él negó con la cabeza.

          - No. Jamás se lo dije por miedo a su reacción, y fue uno de mis mayores errores - suspiró -. Ascendió y se convirtió en un Ángel. Hubo un acuerdo hace muchos años entre nosotros y el Cielo, por el cual se tuvieron que reunir los representantes de cada Reino. Yo fui y también un Ángel mayor pero, en la tropa de guardias que lo acompañaban, estaba ella. Me reconoció al instante. Desde aquel día no nos hemos vuelto a ver, pero sé que me odia por habérselo ocultado durante tanto tiempo - aquella historia estuvo a punto de hacerme llorar.

          - ¿Cómo se llamaba?

          - Michelle - en el momento en que lo dijo algo dentro de mí se rompió. Giré la cabeza completamente en su dirección y él me miró.

          - Por eso te llamas Michael... Por ella - él no dijo nada, solo se limitó a apartar la mirada.

Los silenciosos minutos empezaron a pasar mientras ambos mirábamos directamente a la brillante agua del pozo. Por fin Michael se separó del borde de piedra y me miró de nuevo.

          - Es tarde, deberíamos de volver - asentí y nos dirigimos a mi habitación.

Al llegar escuchamos las voces amortiguadas de mis amigas en el interior de la habitación. Me giré y miré a Michael que estaba justo detrás de mí.

          - Buenas noches - me despedí.

          - Buenas noches, que descanses.

Con esto se giró y desapareció en la esquina del pasillo.




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