Sangre de demonio

Capítulo 15.

Abrí los ojos lentamente. Me encontraba en una habitación bien iluminada y elegante. No la reconocía, pero había algo, o más bien alguien, en ella que era familiar.

Michael.

Él estaba en pie de espaldas a mí. Miraba por la única ventana que había en el cuarto. No llevaba camisa, algo a lo que ya me había acostumbrado, tan solo unos pantalones holgados. Desde dónde yo estaba se podía apreciar perfectamente la musculatura de su espalda, ya que estaba en su forma humana.

Intenté incorporarme, pero sentía mi cuerpo pesado. Michael pareció escucharme porque se giró. Ahora podía ver la cicatriz que tenía justo en el centro del pecho, resultado de la lucha que habíamos tenido en la sala del trono.

          - Despertaste - se acercó - ¿Cómo te encuentras?

          - Como si mi cuerpo entero estuviera hecho de piedra - justo después de hablar, Michael deslizó su mano por mi espalda y me ayudó a sentarme - ¿Dónde estamos?

          - En mi habitación, era el dormitorio más cercano - giré mi cabeza y observé mejor el cuarto, hasta que su voz volvió a escucharse -. Me curaste... Sabes que soy inmortal, ¿por qué lo hiciste?

          - No lo sé, solo lo hice y... Espera, ¿te curé? - mis ojos se abrieron como platos - Eso es imposible, yo no puedo... - le miré - ¿Cómo lo hice?

          - Irene, eres una de los Magos - me sorprendió -. Son humanos con sangre de Demonio mayor. Ellos...

          - Sí - le interrumpí -, lo sé. Los tres guardias que me trajeron aquí me lo explicaron.

          - Odell era uno de ellos, ¿verdad?

          - Sí, ¿por qué lo preguntas?

          - Él es tu bisabuelo - aquello calló como un golpe -, Mientras estabas inconsciente investigué sobre tu pasado y lo descubrí. El libro, el de la historia de aquél Demonio que se enamoró de una humana, él era Odell. Le pedí ayuda para descubrir quién era tu antepasado cuando me contó que unas semanas después de haber dejado a aquella mujer ella descubrió que estaba embarazada. Odell nunca pensó que esa niña fuera su hija porque su amada estaba casada, no hasta ahora. Empezó a sospechar cuando te vio. Dijo que te pareces mucho a ella.

          - ¿Puedo verle? – pregunté.

          - Ahora está ocupado, además, aún estás algo débil – contestó -. Vendrá después, cuando acabe – asentí. En ese momento otra pregunta empezó a rondar en mi cabeza.

          - ¿Qué hay de Daniel?

          - Lo hemos encerrado en las mazmorras. Le has dado bien, aún está inconsciente – rió. Se acercó a la cama y se sentó en el borde, justo a mis pies –. Eres muy poderosa.

          - Sí, ya lo veo – hice una pausa - ¿Puedo preguntarte algo? – él asintió - ¿A qué se refería Dani con lo de “ella es tu debilidad”?

Michael bajó la mirada. Empezó a ponerse nervioso y se removió en el sitio. Por suerte para él un par de golpes en la puerta nos interrumpieron y alguien entró en la habitación.

          - Mi señor, ¿me necesitaba? – Odell no se dio cuenta de que yo estaba la habitación hasta pasados unos segundos.

          - Os dejaré solos - dijo Michael –, tendréis cosas de las que hablar.

Salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí y después miré al demonio que tenía a los pies de la cama.

          - Supongo que mi Rey ya te habrá contado todo – empezó a hablar Odell. Yo asentí. Empezó a avanzar en mi dirección y se detuvo cuando ya se encontraba a mi lado. Su mirada se tornó cálida y llena de melancolía -. Te pareces tanto a ella...

          - ¿Cómo se llamaba? – pregunté. A penas sabía nada sobre mi familia materna, ni si quiera había conocido a mis abuelos.

          - Rosa. Ella era la mujer más hermosa que he visto en mi vida.

          - ¿Cómo era? Ya sabes, no me refiero a físicamente, si no como era su personalidad.

          - Cuando entraba en alguna sala parecía que ese lugar se iluminaba, que todo tenía más color y vida – una sonrisa melancólica se formó en sus labios –. Era muy generosa y caritativa, siempre intentaba ayudar a todo el mundo sin pedir nada a cambio. Hacía feliz a cualquiera que estuviera cerca de ella. Era un chorro puro de alegría y felicidad – miró al suelo y su cara se ensombreció -. La única vez que la vi llorar fue cuando me marché. Me siento culpable por haberme ido.

          - No es culpa tuya que te tuvieras que ir, pero ¿por qué no volviste?

          - Un demonio no puede ir tantas veces como le plazca al mundo terrenal pero, aun así, no me atreví a hacerlo. Cuándo dio a luz ella estaba tan feliz, con su marido… Era lo mejor. Además, no sabía que aquel bebé era mío, no hasta ahora.

          - Nos parecemos en eso – sonreí, y él, después de unos segundos, también lo hizo –. Una persona muy especial me dijo un día que siempre intentaba hacer lo mejor para las personas que quería, independientemente de que eso costara mi felicidad. No todas las decisiones son fáciles, pero tenemos que elegir la que nosotros creamos de corazón que es la correcta, sin importar las consecuencias. Tú hiciste eso, escuchar lo que tu corazón quería hacer y lo hiciste. Creo que eres una persona valiente al haberlo hecho, no todo el mundo puede.

          - Gracias.

          - ¿Sabes una cosa? Se me hace un poco raro ver que mi bisabuelo físicamente tiene tan solo unos años más que yo – reí, y Odell también lo hizo.

¿Te encuentras mejor? – me preguntó.

          - La verdad es que sí. ¿Puedes acompañarme hasta la sala del trono?

          - Claro – sonreí como agradecimiento.

Quité todas las mantas que me cubrían las piernas y me senté en el borde de la cama. Sentía mis extremidades algo pesadas, pero muchísimo mejor comparadas a como estaban cuando me desperté. Cruzamos la habitación y salimos al exterior. En cuanto abrí la puerta la voz estridente de mi amiga llegó a mis oídos. En la mitad del pasillo, Julia estaba discutiendo con dos guardias que le impedían el paso, y Amanda detrás de ella intentando calmarla.




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