Sangre de demonio

Capítulo 8.

          - Irene, ¿estás ahí? - la voz de Daniel me despertó de mis pensamientos.

Nos encontrábamos delante de un gran y bonito balcón. Desde donde estábamos se podía ver toda la ciudad humeante al pie de la colina y varias montañas rocosas en el horizonte. Por encima de estas cerca de una docena de extraños pájaros sobrevolaban el cielo. Era un paisaje extraño, desconocido, pero no era desagradable, más bien todo lo contrario.

          - Sí, lo siento, estaba soñando despierta - me disculpé.

          - Me he dado cuenta - se rió. Nos acercamos a la balaustrada del balcón y me apoyé en ella. Daniel imitó mi gesto.

          - ¿Te gusta este lugar? - pregunté mirando hacia la ciudad.

          - Sinceramente no. Todo es muy deprimente y aburrido - noté algo de desprecio en su voz -. Lo que sí tengo curiosidad de saber es el aspecto del Cielo. Seguro que es un lugar muy luminoso y bonito.

          - Puede ser, pero no creo que sea muy seguro. Te recuerdo que ellos - dije refiriéndome a los Ángeles - nos quieren exterminar.

          - No creo que sea cierto. Me parece que este supuesto Rey no nos dice la verdad.

          - ¿Te refieres a Michael?

          - ¿Quién es Michael? - preguntó confuso.

          - Es... Nada, déjalo. Yo creo que son los Ángeles los que mienten - dije totalmente convencida. El silencio hizo acto de presencia durante un par de minutos hasta que Daniel volvió a hablar.

          - ¿Sabes? Desde el primer día creí que no encontraría a nadie conocido aquí abajo o que no podía hacer amigos. Pero, cuando te vi en el comedor, charlando con Amanda, algo dentro de mí dijo "Tengo que hablarle a esa chica". Tuve suerte de que habláramos el mismo idioma. - se rió por lo bajo - La verdad es que estaba bastante nervioso - separó su cuerpo del balaustre y se giró en mi dirección -. Cuando por fin estaba a tu lado me pareciste mil veces más guapa de lo que creía al principio. Ahora que estamos los dos solos... Creo que eres la chica más bonita que he visto nunca.

Yo también me giré. Estaba en shock por lo que acababa de escuchar. ¿A caso yo le gustaba? Eso era imposible, pensé al principio, pero, cuando se empezó a acercar a mí, ya no estaba tan segura. Nuestros cuerpos apenas estaban a unos milímetros cuando su cabeza empezó a acercarse a la mía. Sentí su aliento en mis labios, y por instinto cerré los ojos. Entonces lo sentí. Sus labios estaban fríos y duros contra los míos. A penas hizo movimiento alguno antes de separarse de mí en menos de unos pocos segundos. Aquel beso no era como me lo imaginaba, ni si quiera un poco. Se sentía vacío, se sentía como si no fuera... Real.

Abrí los ojos cuando nos separamos, pero pronto me arrepentí de haberlo hecho. Por encima del hombro de Daniel se podía ver el final del pasillo, donde gira hacia unas escaleras que llevan al piso inferior. Allí estaba aquel demonio de grandes alas negras de pie, mirándonos. Su mandíbula no podía estar más apretada, ni sus nudillos más blancos. Los brazos estaban clavados a cada lado de su cuerpo y su pecho subía y bajaba de forma irregular.

Michael.

No se lo pensó ni un segundo antes de dar media vuelta y perderse de mi vista por las escaleras. Quería correr detrás de él y detenerle, explicarle la situación. ¿Pero por qué? No lo sé, pero quería hacerlo. Pero, en ese caso, ¿qué pasaría con Daniel? Lo dejaría ahí, solo y confundido. No podía hacer eso o si no sería la peor persona del mundo. Reprimí el impulso de correr y me obligué a mirar a aquellos intensos ojos azules que tenía justo en frente.

          - Me gustas mucho, Irene - susurró. Yo ni si quiera pude decir nada, las palabras se me quedaron atascadas en la garganta -. Te ves algo cansada, - siguió - vallamos a tu habitación.

 

En los pasillos había poca gente y pronto llegamos a mi dormitorio sin dificultad. Al otro lado de la puerta no se escuchaba ningún ruido, algo inusual desde que habíamos llegado. Normalmente las voces de Julia y Amanda se apreciaban con claridad en el pasillo.

          - Gracias por el paseo - era lo único que fui capaz de decir.

          - Gracias a ti - sonrió él -. Espero que podamos repetirlo otro día. Buenas noches Irene - antes de que pudiera contestar Daniel dio media vuelta y se alejó por el corredor.

Abrí la puerta y entré a la habitación. La única luz que iluminaba el cuarto era una lamparita colocada en una de las mesitas de noche. Julia estaba ya dormida, pero Amanda no; Tenía la espalda apoyada contra el cabezal de su cama y un libro abierto en el regazo. Levantó la vista al escucharme entrar y cerró el volumen.

          - Hola - susurró ella y yo le sonreí - ¿Qué tal tu cita?

          - No era una cita – le corregí, aunque ni yo misma estaba muy segura.

          - Claro que lo era - elevó un poco la voz, por lo que Julia soltó un pequeño gruñido. Amanda rodó los ojos - Bueno, qué más da. Mañana me tienes que contar todo lo que ocurrió.

Rodeé mi cama y me desvestí para ponerme el pijama, el cual estaba encima de la colcha. Mientras ella dejó el libro encima de la mesita de noche y se acomodó entre las sábanas, preparada para dormir. Yo hice lo mismo y me metí en cama.

          - Buenas noches - dije.

          - Buenas noches.

Mis ojos se cerraron lentamente y pronto me vi sumida en un profundo sueño.

 

· Nota de la autora:

¿Que os ha parecido este capítulo? Dejadme en los comentarios vuestra respuesta y no os olvidéis de dalme me gusta a mi libro. 

Muchas gracias por leer mi historia. Podéis pasaros por mi perfil y hecharle un vistazo a las demás.

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