Sangre de demonio

Capítulo 13.

Los tres llegamos lo más rápido posible a la sala del trono y lo que encontramos allí después de abrir la puerta nos sorprendió: la gran lámpara de araña, que colgaba del techo la última vez que yo había estado allí, ahora se encontraba en el suelo hecha añicos. Varios guardias heridos estaban esparcidos por el suelo, y otros pocos rodeaban a una persona en el centro de la enorme sala. Este tenía dos grandes alas llenas de plumas grises que se movían a la vez que su cabello rubio. Su camiseta se había rasgado por varios lugares y tenía pequeñas manchas de sangre, la cual no era suya. Este acabó de dejar inconsciente al último de los guardias cuando levantó sus ojos azules en nuestra dirección. Al verme sonrió.

Daniel.

          - Bienvenidos. Os estaba esperando - él se acercó a nosotros lentamente. Tenía una sonrisa en la cara, pero no la sonrisa amable que había visto días antes, sino una fría y carente de sentimiento.

          - Detente - Michael se había colocado delante mía y ya estaba desplegando sus oscuras alas.

          - Michael… - susurré. Al parecer Dani lo escuchó porque empezó a reírse.

          - Al principio no sabía por qué dijiste el nombre “Michael” el otro día, pero después de mi cuenta – centró completamente su atención en él –. Sé algo que seguramente ya conoces, pero te lo diré igualmente. Quiero que sepas que Michelle es aún más hermosa desde que se convirtió en un Ángel – con ese comentario Michael se tensó aún más.

          - No te atrevas a nombrarla – le amenazó. Apretaba tanto los puños que sus manos se empezaron a tornar blancas.

          - ¿Por qué? Ella ya no te ama y, en el supuesto caso de que lo hiciera, ese amor en imposible. Es decir, tú estás aquí y ella en el cielo.

          - ¡Cállate! – gritó, pero Daniel lo ignoró.

          - La hiciste enfadar mucho cuando se enteró de que la engañaste durante todos esos años. Nos contó todos tus secretos y debilidades. Una de ellas, si mal no recuerdo, es el amor, ¿verdad? Te ciega. Ella… - dijo señalándome con la cabeza – Ella es tu debilidad.

          - ¡He dicho que te calles! – Michael se lanzó contra él rápidamente y asestó un puñetazo en su mejilla.

Dani se tambaleó pero no llegó a caer al suelo. Ambos batieron sus alas y se elevaron en el aire. De sus miradas saltaban chispas de furia. Michael se impulsó hacia adelante para golpearle de nuevo, pero Daniel fue más rápido. Se alejó esquivando el golpe y gruñó. Fue entonces cuando me di cuenta: Este sostenía una espada, de la que goteaba sangre fresca, en la mano derecha. Empezó a levantarla, preparándose para atacar.

          - ¡Cuidado! - grité para advertir a Michael, pero fue demasiado tarde.

 

· Nota de la autora:

¡Giro de los acontecimientos! Esto se pone cada vez más interesante. ¿Qué creeis que pasará después? ¡Lo averiguaremos en el siguiente capítulo!

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