Los días siguientes no habían sido muy buenos. Yo y Tobías nos mudamos con mis tíos. Por suerte su casa está en la misma ciudad, así que no tendría que cambiarme también de instituto. Ya no iba tantas veces a casa de Julia ni quedábamos después de clase. El instituto era más aburrido de lo normal, y ahora las clases me las pasaba pensando en dos personas: mi madre y Michael.
- Piénsalo - intentaba animarme Julia –, ahora ya sabes que volverás a verles, aunque pasen muchos años.
Estábamos andando por el pasillo del instituto lleno de alumnos. Algunos estaban parados en grupitos por aquí y por allá charlando, y otros caminaban de un lado al otro. Entonces vi algo que me hizo detenerme en seco. Mis ojos se abrieron como platos y tenía la mirada fija en una persona, al final del corredor, que también me estaba mirando. Unos segundos después desapareció, como si nunca hubiera estado allí, pero yo sabía que era real.
- Irene, ¿qué ocurre? – preguntó mi amiga preocupada.
- Le he visto – contesté.
-¿A quién?
- A Michael.
- Eso es imposible, seguramente te has equivocado.
- Era él, lo sé – la miré –. Además, no creo que haya ningún alumno o profesor con dos alas y un par de cuernos.
Ella asintió. Sabía que yo decía la verdad, me conocía perfectamente.
- Vamos, la clase está a punto de empezar.
Sonó la última campana y todos los alumnos empezaron a correr como animales salvajes hacia la salida. Yo nunca he entendido por qué. Vas a salir sí o sí, ¿por qué correr inútilmente?
Llegamos a la calle casi las últimas y empezamos a andar hacia el cruce, donde nos separábamos. No había mucha gente y de vez en cuando pasaba un coche. Ese día hacía sol y la temperatura era cálida, como un día normal de primavera-verano.
- Nos vemos mañana – dijo Julia antes de dar la vuelta para cruzar la calle.
- Sí, hasta mañana.
Por el rabillo del ojo pude ver algo en el cielo. Parecía un pájaro blanco, pero este era mucho más grande. Justo debajo, un coche que se acercaba a toda velocidad por la carretera. Volví a mirar a mi amiga para detenerla, pero esta ya había empezado a cruzar.
-¡Julia cuidado! – grité, pero pareció no escucharme.
No lo dudé dos veces y empecé a correr en su dirección Agarré su brazo para apartarla, pero ya fue demasiado tarde. El coche nos alcanzó y sentí un fuerte golpe. Mi cuerpo voló durante unos segundos hasta que choqué contra el asfalto. No sentía mi cuerpo. Mis ojos pesaban, y antes de cerrarlos, vi a mi amiga inmóvil a tan solo unos metros de distancia.
Poco a poco mi vista se fue oscureciendo hasta que ya no pude ver ni sentir nada.
· Nota de la autora:
Espero que estuvierais muy atentos porque en el siguiente capítulo se descubren cosas relacionadas con lo que pasó en este y en el anterior.
Y siento contároslo, pero ya nos estamos acercando al final. ¿Qué creeis que pasará después con nuestra protagonista y Julia? Descúbrelo en el siguiente capítulo.
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