Prisión de Urferic, Nivel Inferior
Ilariel se movía entre las sombras con extrema cautela, manteniendo su cuerpo pegado a la pared rocosa mientras avanzaba lentamente por los pasillos de la prisión. Cada corredor parecía un reflejo oscuro del anterior, un laberinto interminable diseñado para desorientar a quienes se aventuraban en él. Su mente empezaba a sentir el efecto abrumador de los cristales Urferic, cuyos tonos ámbar y rojizos brillaban tenuemente en las paredes, emitiendo una especie de vibración sutil que parecía resonar en su cráneo, intensificando el dolor palpitante en sus sienes.
«No esperaba esto», se dijo en silencio mientras se detenía un instante para recuperar el aliento. La sensación de presión sobre su pecho aumentaba cuanto más avanzaba, una opresión invisible que drenaba lentamente su voluntad y concentración. La combinación del efecto piezoeléctrico de aquellos cristales y su propio campo magnético, inherente a los usuarios de magia, creaba una atmósfera insoportable. Cada latido en su cabeza era como un golpe de martillo que amenazaba con hacerla perder la consciencia.
Y aún así, debía seguir adelante.
Había perdido demasiado tiempo intentando encontrar pistas que la condujeran hasta Eloria. La prisión resultó ser una fortaleza mucho más compleja de lo que imaginó en un principio. Decenas de pasillos, algunos bloqueados por barrotes metálicos, otros vigilados por guardias que patrullaban continuamente. Era fácil sentirse perdida, especialmente cuando cada giro parecía conducirla nuevamente al punto inicial.
Ilariel apretó los dientes con frustración, tratando de controlar la ira que empezaba a formarse en su interior.
«Si no me calmo, estoy perdida», pensó, obligándose a respirar profundamente. La idea de que Eloria pudiera ya no estar en aquel lugar era algo que la carcomía desde dentro. ¿Y si Kaelthir la había movido nuevamente a otro sector? ¿Y si todo este esfuerzo resultaba inútil?
Su corazón aceleró ante la posibilidad, pero rápidamente reprimió aquel pensamiento destructivo. No podía permitirse dudas ahora.
«Céntrate, Ilariel. No permitas que estas malditas piedras acaben contigo.»
Volvió a avanzar, manteniendo su cuerpo bajo y en absoluto silencio. Sabía que Eloria tenía que estar cerca, probablemente en la zona más protegida del complejo. Pero cada nuevo pasillo parecía más denso que el anterior, impregnado de una atmósfera opresiva que apenas la dejaba respirar. Empezó a considerar que quizá la prisión estuviera estructurada en capas, y que la sacerdotisa había sido trasladada al nivel más profundo, aquel diseñado especialmente para retener a usuarios poderosos de magia.
La idea la inquietó aún más, sabiendo que aquella área estaría custodiada por más guardias y, probablemente, equipada con cristales más intensos. Pero no tenía alternativa: tenía que descender, aunque su cuerpo pareciera rebelarse con cada paso.
Al acercarse a una nueva intersección, se pegó a la pared, escuchando con atención. Dos guardias charlaban distraídamente, sus voces resonando ligeramente en las paredes.
—El jefe está demasiado tenso desde que trajeron a la sacerdotisa. —Comentó uno con molestia evidente—. No sé por qué la mantiene viva si solo va a traer problemas.
—Dicen que es alguien importante —respondió el otro con indiferencia—. De todas formas, pronto la moverán al segundo nivel. Ese lugar es imposible para cualquiera que use magia. Incluso esa sacerdotisa terminará doblegada ahí abajo.
Ilariel sintió que el corazón se le aceleraba aún más. Ahora tenía confirmación directa de que Eloria había sido trasladada a un sector mucho más profundo. Apretó los puños con frustración. Aquello no hacía más que complicarlo todo. A medida que avanzaba, sentía cómo la pesadez del ambiente se multiplicaba, intensificando su incomodidad y la dificultad para mantener sus pensamientos claros.
Decidió no perder más tiempo y aprovechó el instante en que ambos guardias reanudaron su patrulla para deslizarse rápidamente hacia el corredor que descendía. Sabía que el camino se volvería más peligroso, más intenso, pero no tenía alternativa. Eloria estaba en algún lugar allá abajo, atrapada en medio de aquella sofocante prisión.
Con una última respiración profunda, Ilariel se sumergió en las sombras de aquel nivel más profundo, determinada a enfrentar lo que fuera necesario para rescatar a la sacerdotisa.
No importaba lo difícil que se volviera el camino, estaba resuelta a llegar hasta el final.
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Prisión de Urferic, Segundo Nivel Inferior,10 minutos después,
La presión en el pecho de Ilariel aumentaba conforme descendía por el estrecho corredor en espiral. El aire se hacía más denso, cargado de una especie de electricidad estática que hacía que su piel hormigueara y que el dolor de cabeza se intensificara. Su respiración se volvía errática, y tenía que hacer un esfuerzo consciente para mantenerla controlada. A medida que avanzaba, el ambiente parecía vibrar con una energía sorda que resonaba en sus huesos. Sabía que el cristal de Urferic y el Opacio emitían una carga piezoeléctrica que alteraba el campo magnético de los usuarios de magia, provocando una sensación de pesadez abrumadora. Pero lo que estaba experimentando ahora era diferente, como si la densidad de aquel mineral se hubiese multiplicado en ese nivel de la prisión.
«Maldita sea... Esto está diseñado para romper la voluntad de cualquier usuario de magia», pensó, mientras se llevaba una mano a la sien, masajeándola para mitigar el dolor punzante que le laceraba la cabeza.
Era como si algo intangible estuviera aplastando su espíritu, una fuerza que intentaba desgarrar sus pensamientos y aplastarlos en el mismo núcleo de su ser. Cada paso parecía más pesado que el anterior, y su energía vital se sentía disminuida, como si algo la estuviera drenando poco a poco.
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Editado: 17.05.2025