Sangre De Dioses Y Reyes: Onyria

Capítulo VI

Sala de Audiencias,
Palacio Real de Ithrelion.

La gran sala de audiencias brillaba con la luz que se filtraba a través de los altos vitrales, proyectando destellos de colores sobre el suelo de mármol pulido. El trono de la Reina Ellariel, tallado en madera de roble blanco y adornado con filigranas de oro y plata, se alzaba al fondo de la sala, coronado por un dosel de seda azul celeste que simbolizaba la calma de Ithrenya en medio del conflicto de Berethiel.

Aelah y Elodyr avanzaron juntos, aunque la tensión entre ellos era palpable. Ambos se detuvieron al pie del estrado real y se inclinaron profundamente, mostrando el respeto que el protocolo exigía ante la soberana de Ithrenya.

La Reina Ellariel, con su porte majestuoso y sus ojos plateados observándolos con detenimiento, alzó una mano delicada para indicarles que podían enderezarse. Su voz, aunque suave, resonaba con autoridad en toda la sala.

—Bienvenidos, emisarios. Vosotros representáis a vuestros reyes en este día, y aquí, en la corte de Ithrenya, se decidirá si mi pueblo toma partido en este conflicto que amenaza con desgarrar nuestras tierras. —Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en los presentes—. Comenzaremos con vos, emisaria de Andurith.

Aelah dio un paso al frente, su figura erguida y su mirada fija en la Reina. Vestía un atuendo de tonos azul y plata, los colores de Andurith, y llevaba en sus manos un pergamino sellado con el emblema del rey Tharyon.

—Majestad Ellariel, altezas de la corte de Ithrenya —empezó, inclinando la cabeza con respeto—, vengo en nombre de mi señor, el rey Tharyon de Andurith, para hablar de la importancia de vuestra decisión en este tiempo de incertidumbre.

Hizo una pausa, calculando sus palabras con cuidado. Sabía que en esta sala no solo se enfrentaba a la Reina, sino también a los Altos elfae, nobles y consejeros que la rodeaban.

—Andurith, como bien sabéis, ha sido durante generaciones un bastión de estabilidad en el norte. Nuestro reino ha protegido no solo nuestras propias tierras, sino también los pasos montañosos que conectan las regiones septentrionales con el resto de Berethiel. En este momento, el rey Tharyon busca no solo defender nuestra soberanía, sino garantizar que estas rutas permanezcan abiertas y seguras para todos.

Las palabras de Aelah eran claras y precisas, cada una de ellas calculada para transmitir autoridad y pragmatismo. Su voz resonaba con una confianza que parecía llenar la sala, y aunque su tono era respetuoso, había en él una fuerza que no dejaba lugar a dudas sobre la seriedad de su propósito.

—El conflicto con Vaelorn, aunque desafortunado, es el resultado de años de tensiones acumuladas —continuó, volviendo su mirada hacia Elodyr por un breve momento antes de regresar a la Reina—. Andurith no busca la guerra, pero tampoco podemos ignorar las acciones de aquellos que amenazan la paz en nuestras fronteras.

Uno de los consejeros murmuró algo a su vecino, y Aelah, percibiéndolo, hizo una pausa breve antes de proseguir, aprovechando el silencio para reforzar su siguiente argumento.

—Majestad, vuestra alianza con Andurith no solo asegura la protección del norte, sino que también fortalece los lazos entre nuestras regiones. El rey Tharyon os ofrece un pacto de comercio y defensa mutua, así como acceso a los recursos que han hecho de nuestra tierra un símbolo de prosperidad. Pero más allá de los beneficios materiales, os ofrecemos algo más valioso: un compromiso con la estabilidad y la paz en Berethiel.

Aelah dio un paso atrás, inclinando ligeramente la cabeza para indicar que había terminado su primera intervención. La sala permaneció en silencio durante un momento, mientras todos absorbían sus palabras.

La Reina Ellariel asintió, su rostro imperturbable, y luego dirigió su atención hacia Elodyr.

—Ahora, vos, emisario de Vaelorn. Presentad vuestro caso.

Elodyr, que había estado observando a Aelah con una mezcla de admiración y cautela, dio un paso al frente, inclinándose antes de hablar.

—Majestad Ellariel, vengo en nombre del rey Aelarion de Vaelorn, no para contradecir las palabras de mi estimada colega, sino para ofreceros una perspectiva diferente…

Aelah, mientras escuchaba a Elodyr comenzar su discurso, mantenía una expresión tranquila, pero en su interior reflexionaba sobre cada palabra que había dicho. Sabía que había planteado un caso sólido, pero también entendía que el destino de la audiencia no dependía solo de su habilidad para hablar, sino de cómo la Reina Ellariel interpretaría las motivaciones de ambos bandos.

En el fondo, sentía el peso de la responsabilidad que llevaba consigo. Esta no era solo una batalla de palabras, sino una lucha por el futuro de sus tierras y de todo Berethiel.

Fue entonces, cuando Elodyr dio un paso al frente tras recibir el permiso de la Reina Ellariel, inclinándose profundamente antes de empezar. Su atuendo, adornado con los tonos plateados y verdes de Vaelorn, brillaba a la luz que caía desde los vitrales. Su semblante era sereno, aunque sus ojos mostraban una intensidad contenida.

—Majestad Ellariel, altezas y nobles de Ithrenya —empezó, su tono firme y solemne—. Estoy aquí, no para ensombrecer las palabras de mi estimada colega de Andurith, sino para arrojar luz sobre la raíz verdadera del conflicto que hoy nos reúne.

Hizo una pausa breve, mirando a la corte para asegurarse de captar toda su atención.

—Andurith, como bien se ha dicho, alega que el Paso de Aenor al norte de Vaelorn les pertenece por derecho ancestral. Es cierto que en un tiempo, ese territorio fue parte de las tierras del rey Khaltar, padre del actual rey Tharyon. Sin embargo, lo que no se menciona en esa narrativa es la causa de su pérdida: una traición ancestral, sellada con sangre y conspiración.

Elodyr avanzó un paso más, su voz ganando fuerza.




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