¿JORY´s?
El más grande de tres obreros se encuentra tumbado en el piso. Despierta. Mira la escena a su alrededor. Frota su rostro y recuerda a la distancia haber hecho una pausa para comer algo con sus compañeros. Snacks, queso y embutidos descansan sobre unas cajas que hacen de mesa. Tres baldes de pintura que servían de butacas siguen en pie, pero los comensales se encuentran tumbados en el piso. Al igual que él.
Iván lleva el mameluco bordado con su nombre. Es un hombre grande y robusto que ha pasado los 40 años ya hace mucho tiempo. Se pone en pie con cierta dificultad y camina pausado haciendo sonar el polvo bajo sus pies.
La oscuridad reina en las Galerías Atlántico, pero aún puede leerse el nombre bordado en la ropa de su compañero “Marcos”. Iván pone sus dedos en el cuello de su compañero, verifica el pulso y luego lo sacude para despertarlo.
—Marcos, despierta. —dice con voz firme, casi dando una orden directa. Mira a su otro compañero. Estira el brazo. Lo sacude y le ordena— Harry. Harry, Despierta Harry.
Al verlos reaccionar de manera torpe, los calla con una seña y los deja expectantes.
—Escuchen. —su voz gruesa y rasposa rebota contra la estructura que los cobija.
— ¿Qué pasa Iván?, No oigo nada —dice uno de ellos.
—Justamente…
Iván había trabajado como rescatista en varios organismos internacionales. Era un hombre grande y bien entrenado. Había vivido en carne propia las miserias de la guerra y los desastres naturales más crueles. Incluso más de una vez se enfrentó a enfermedades desconocidas en lugares oníricos. La vida lo había llevado a trabajar en las entrañas de la tierra y en la superficie del mar por igual. Un hombre con vasta experiencia en lo desconocido. Experiencia suficiente para saber que el sonido del silencio no era una buena señal.
Iván mira su reloj, un viejo Casio F-91w que le había regalado su hija. Nota que habían pasado toda la noche allí. El portón, a pocos metros de ellos, está enmarcado por la luz del sol que penetra en la oscuridad de la obra. Los rayos de luz ingresan sin permiso y forman el horizonte entre lo natural y lo desconocido. Se aproxima a la salida y quita las cadenas que mantenía cerrada la puerta de dos hojas. Las empuja lentamente y permite entrar el sol por completo. Las bisagras chirrían en el proceso. Su cuerpo se congela. A pocos metros un muro emerge del asfalto cortando la calle casi por la mitad. El polvo asfixia el aire. La visibilidad es escasa, pero puede distinguirse un colectivo con la leyenda “1er Congreso Geológico Intercontinental”. Su estructura esta maltrecha, pero íntegra. Da la impresión de que el vehículo ha dado varios tumbos antes de quedar nuevamente en pie. Dentro, figuras humanas se agolpan contra los vidrios.
Un fuerte golpe rompe el silencio frente a los ojos de Iván.
—Iván... ¿Todo Bien? —pregunta uno de sus compañeros— Iván ¿Que pasa? —insiste, pero no tiene respuestas. Marcos sacude su cabeza. La siente ligera. Está algo mareado, pero se incorpora. Encamina hacia la salida. Empuja la puerta que Iván sostiene entreabierta y la abre por completo dispuesto a salir. El sol lo enceguece. Se detiene y observa la escena.
Varias figuras en el interior del micro están inquietas. Se agolpan y comienzan a golpear los vidrios de manera frenética. El primer cristal no tarda en ceder y cae destrozado sobre el asfalto. Un sonido gutural emerge del silencio y les congela el alma a ambos.
Uno a uno los vidrios siguen cayendo. Sombras humanas comienzan a emerger quedando expuestas al viento magnético. Altas, delgadas, robustas, todas diferentes excepto por el estampado en sus remeras.
“JORY”
— Que son esos “JORY” —pregunta Harry que se asoma por sobre el hombro de Marcos —parece una reunión de excompañeros de secundaria.
—Debemos irnos. Esto no está bien. Aléjate lentamente y cierra la puerta —Iván pronuncia sus palabras de manera lenta y en voz baja, pero con la firmeza de un junco.
Marcos asienta con la cabeza, pero una repentina ráfaga de viento le arranca el portón de las manos estrellándolo contra la pared.
A lo lejos las impasibles miradas, se posan sobre ellos y un puñado de ojos blancos apunta hacia el portón de chapa. Observan expectantes y al asecho. El estruendo llamó su atención. Un segundo chillido gutural, más grabe y profundo, invoca a la horda de “JORYs” a correr en dirección a los obreros.
—Ciérrala —grita Iván.
Marcos está paralizado. Sus músculos están tensionados a tal punto que le duele tan solo mover la mandíbula.
Iván sabe que no hay tiempo. Lo empuja hacia dentro y toma ambas puertas cerrándolas con sus propias manos —La cadena. Pásame la cadena Marcos.
Marcos no responde. Su cuerpo es presa del pánico y tiembla como un animal enjaulado.
—Harry, La cadena. —apunta en dirección a su otro compañero.
Harry e Iván aseguran las puertas de chapa con un viejo candado y hacen un paso atrás. El impacto no se hace esperar. Como una lluvia de cuerpos, la masa humana, comienza a golpear las puertas tratando entrar. Las palabras sobran y los tres corren perdiéndose en la oscuridad.