Sangre de Hierro - Las puertas del olvido

Capítulo I - Jonas en la ciudad del Fin del Mundo

Banner Sangre de Hierro

 

    Camino por la avenida principal mirando vidrieras de tecnología para ver si el primer Dispositivo de Inmersión Parcial ya está disponible, pero su ausencia en vidriera me confirma que el lanzamiento del Sense-A101 sigue postergado. Parece que todas las vidrieras a mi paso tienen un espacio listo para la exhibición y es que nadie quiere perderse la oportunidad de tenerlo en vidriera. Desde que las redes lo anuncian como un lanzamiento inminente, y por cierto, el más esperado del año no se deja de hablar de él, pero la fecha y hora siguen sin ser reveladas. Parece que la estrategia de marketing funciona y sólo resta esperar.

   Dejo atrás mis pensamientos y sigo camino al centro urbano donde me encontraré con una vieja amiga. La idea es charlar sobre la compañía y cómo afectará a la multinacional mi regreso como consultor externo. Horas antes estuvimos hablando por teléfono durante largo rato, pero para mí verla y escucharla es mucho más tentador que limitarme a escuchar su dulce voz detrás de un fío equipo electrónico. Sus delicados labios y el perfume de su pelo me siguen dejando embelesado, aunque lo nuestro no funcionó, no pierdo oportunidad para que nuestros caminos se crucen y así poder verla de tanto en tanto.

La tarde es de ensueño, el cielo está despejado y el aire está tan tibio y agradable que da gusto caminar bajo el sol. Miro despreocupado mi reloj y un escalofrío me recorre el cuerpo. Me apresuro en la última cuadra de mi trayecto para no llegar tarde. Tarde, sí. Como de costumbre. Sé muy bien lo impuntual que puedo ser, pero este día no me puedo dar ese lujo con ella.

—Siempre lo mismo —me reproché.

   Como si eso hiciera que el tiempo vuelva atrás. Reconozco que soy muy despistado y por más que lo sepa y lo repita una y otra vez, las cosas no cambiarán. Tal vez Catherine tenía razón, llego tarde a todos lados porque sólo me preocupo por mí y no valoro el tiempo de los demás.

   Estoy en  la esquina y mientras espero ansioso que el semáforo me de paso para llegar a mi destino puedo ver a Catherine en la esquina de La Plaza Central. Que ¿Como puedo describirla? Ella, ella tiene una luz especial, se distingue entre la gente como un diamante en la tierra negra. Está ahí a sólo unos metros esperándome sentada en su bicicleta al otro lado de la calle. Me divisa, sonriente como de costumbre y alza la mano para saludarme. Su figura desaparece tras un colectivo de dos pisos que se interpone entre nosotros.

   Respondo el saludo con el mismo gesto esperando que el vehículo avance lo suficiente como para poder verla y ella a mí. En ese momento, en ese preciso instante, el cielo se oscurece por completo al punto de no poder ver más allá de mi nariz. Todo se apagó, o tal vez simplemente he quedado ciego así como así.

En un acto instintivo llevo mis manos hacia el rostro, pero eso nunca sucede. Noto que no puedo moverme con facilidad. Mi cuerpo sufre espasmos y no puedo oír. Sí, no puedo oír absolutamente nada.  el sonido del tráfico y la gente a mi alrededor desaparecieron por completo. Me siento inmerso en agua, o peor aún, como si estuviera flotando y es simplemente aterrador.

   La adrenalina toma el control y entro en pánico. Grito, grito con todas mis fuerzas, pero la experiencia es interrumpida de manera abrupta. Puedo ver, entre destellos de luz pálida, sordas imágenes de todo lo que sucede a mi alrededor. No puedo creerlo, pero es real. Todo, absolutamente todo flota. Ingrávido. Gris y detenido en el tiempo.

   Miro hacia abajo y observo mi reflejo sobre un vidrio espejado. Mis pies se posan con suavidad sobre las ventanas del segundo piso de un edificio.

«¿Estaba flotando? No. Tenía que ser un sueño.»

   La respuesta no se hace esperar. Siento en mi pecho una fuerte onda expansiva. Recupero la vista. La ilusión de que todo era un sueño se desvanece. Todo era real. El dolor me lo hace saber. Estallan los vidrios de un automóvil delante de mí. Los cristales quedan en suspenso girando y reflejando la luz del sol en un colorido espectáculo surrealista. Otro impacto retumba en mi caja torácica. El espectáculo de vidrios suspendidos que distorsionaba las imágenes de manera hermosa, desaparece tan rápido como había aparecido.

   Sólo puedo limitarme a sentir mi cuerpo golpear con gran cantidad de cosas hasta detenerse. Tirado en el suelo siento cómo la graba y los escombros se desmoronan bajo mi cuerpo. Respiro con dificultad. El aire está enrarecido. La oscuridad es todo lo que me acompaña. Mis pulmones comienzan a llenarse de humo, asfixiándome y forzándome a toser con fuerza. Tanta fuerza, que consume mis energías de manera violenta.

            Cada espasmo involuntario me agota. Me deja sin aliento y comienza a robarme la vida. Me entrego a la muerte al tiempo que escucho a lo lejos gritos desgarradores, derrumbes y el crepitar de las llamas. Los sonidos se alejan y me sumergen en un sueño acogedor del cual no creo despertar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.