Sangre de luna.

Capitulo 5

Las jóvenes estaban afanadas en el río con sus respectivas cargas de ropa. 

Hablaban sin parar de los próximos acontecimientos. La cosecha sería pronto y el pueblo se vería visitado por tantos hombres que se darían el lujo de escoger.

 

—Pero no puedes negar que Hans es el mejor — opinaba Grechet con un suspiro.
—Como puedo yo decir eso sí es mi hermano - se quejó Kristen.
—Pero nosotras si — alegó riendo con las otras.
—Espero encontrar a alguien que viva en la Villa y me saque de este viejo pueblo — continuó Idonia mientras estregaba la ropa. 
—Si es alguien de la villa dudo que siquiera venga aquí. Las mujeres de los pueblos y las aldeas no podemos aspirar a tanto — le contradijo Grechet
—Y ¿Por qué no? No pienso pasar mis días en este miserable pueblo escondiéndome de un lobo que aparece todas las lunas. — Idonia parecía repentinamente molesta. 
—Calla niña — le regañó Margaret—. No hables de eso. Y menos aquí. Mi único consejo niñas. Es que cuando vengan los jóvenes en las cosechas abran bien los ojos. Y no lo digo sólo por su apariencia. 

 

Amely permanecía callada escuchando a Margaret, mientras su amiga Kerstin y las demás continuaban con su cuchicheo.

 

—Y qué hay de Amely. ¿Ya tienes tu vestido? Pronto será la fiesta de la fogata.
—Oh es cierto — exclamaron dos de sus amigas—. No olviden invitar a Hans.
—Claro que está invitado. Ustedes y los demás también Grechet. — Idonia se desesperaba fácilmente con el tema de Hans. 
—Pues... Aún no. He tenido que ahorrar dinero — continuó Amely.
—Oh muchacha. Pero si es por la fiesta. Dile a tu padre que no sea tan tacaño — se rió Margaret.

 

La pláticas continuaron fluyendo a igual que el río. 

Amely de pronto sintió que eran observadas. Miro a su alrededor pero no vio nada en las orillas del río ni a sus espaldas.

Sin confiarse continuo lavando pero mirando al frente. 

 

—Y a ti, ¿Qué te parece Amely? 
—¿Eh?
—Valmond. Estamos hablando de Valmond — dijo con desesperación Idonia.
—Hoy estás muy distraída — se quejó su amiga. 
—Lo siento. Es que me pareció ve algo al frente.
—¿Qué cosa? — preguntó Margaret con sincera preocupación viendo en todas direcciones.
—Seguro no es nada. — Grechet ni siquiera levantó la vista.
—Lo que sucede es que no queréis responder a la pregunta — presionó de nuevo Idonia. 
—Ah, si. La pregunta. 
—Te dije que si había escuchado — susurró Kerstin a Grechet.
—Pues me parece un buen hombre.

 

Todas esperaron a que extendiera el comentario ya que ellas habían hecho una extensa lista de halagos y defectos de cada joven del pueblo. 

 

—¿Y eso es todo? — Preguntaron al mismo tiempo.
—Y qué más puedo decir — dijo inocente.
—Tal vez que te ha seguido ayer desde que salimos de la iglesia — observó Grechet como quien no quiere la cosa. 
—¡¿Te ha seguido ?! — Idonia se detuvo de estregar para volcar toda su atención hacia aquel relato.
—¿Pero cómo no me habías contado? — Preguntó con indignación exagerada su amiga. 
—No me ha seguido. Solo nos encontramos en el local de Leonard y me ha acompañado a casa.
—Si por qué tú entraste ahí.

 

Todo indicaba que Grechet estaba poniendo más leña en la hoguera que Idonia tenía en sus ojos mientras miraba a Amely.

 

—Y ¿De que hablaron? — Kerstin estaba curiosa.
—¿Qué te ha dicho tu padre cuando lo vio en tu casa? — La sonrisa hipócrita se apareció en los finos labios de Idonia.
—A mi padre no le gusta. Aunque lo saluda no es cortés.
—Es natural mi niña, todos los padres somos celosos con nuestros hijos.
—Eso solo lo comprueba — interfirió Kerstin. 
—¿Que cosa?
—Que está enamorado de tí.
—Kirs, eso es muy exagerado. Yo no le gusto siquiera. — Aquellas últimas palabras las pronunció en un susurro. 
—No nos has dicho ¿Qué fue lo que hablaron? 

 

Idonia y su evidente interés en la competencia potencial que veía en la hija del panadero.

 

—Nada.
—¡¿Nada !? — Preguntaron todas al mismo.
—¿Quien camina junto a alguien sin decir nada?— Grechet sonó enfadada por no haber conseguido un buen chisme para compartir.

 

Amely solo sonrió para sí. Era cierto. Las pocas veces en que se había cruzado con Valmond apenas y si habían hablado. 

 

Le parecía que no necesitaban decirse mucho. Es como si sintiera lo que él quería decirle cuando lo veía a los ojos.




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