Sangre de luna.

Capitulo 20

- ¡Ya pasó una luna y aún no sabemos nada!

- Papá tranquilo. Talvez solo se trataba de un animal.

- No lo creo. Existen maneras para tomar distintas formas.

- ¿Te refieres a una especie de magia?

- Quien tiene los conocimientos y las herramientas necesarias puede preparar una especie de posima para hechizar a alguien o a si mismo.

- Es posible- afirmó Valmond quien había permanecido en silencio durante la cena.

- ¿ Los has visto Valmond?- preguntó su esposa.

- No personalmente. Pero mi padre contaba historias de algunos que con la intención de causar puramente daño. Con una especie de brebaje para convertirse. Únicamente podían hacerlo bajo la luz de la luna llena. Al contrario de mi padre y yo, podemos cambiar en cualquier momento por venir de una línea directa e interrumpida de hombres lobo.

- Así es- continuó Adelbert- de hecho no se necesita mucho para ese brebaje, tengo los ingredientes necesarios. Pero la pregunta es ¿ Quien más los tiene?

 

Valmond y Amely no eran ajenos al pasado de éste hombre. Ni de dónde provenían sus conocimientos. De hecho, de no ser por ellos Amely no estaría viva.

 

- Entonces puede que sea alguien de las aldeas. El invierno ha sido muy duro para todos. Talvez solo busca algo para su familia.

- Amely, eres demasiado buena hija. Pero lo cierto es que la noche en que se había aparecido ese lobo no hubo ningún robo.

- Únicamente el incendio.

- Cosa que me parece demasiada coincidencia Valmond.

- ¿ A qué te refieres papá?

 

Valmond permanecía callado escuchando pero su nerviosismo era evidente en su constante movimiento de sus dedos rascando su barba.

 

- Ustedes dijeron que los animales pasaron intranquilos todo el día mientras duró la tormenta. Hasta que tú Valmond saliste.

- Si - respondieron ambos.

- ¿Y si el incendio no fue un accidente? ¿Si solo fue una distracción para entretenerte?

- Papá los incendios son comunes en estos días.

- No tiene mucho sentido Adelbert. De ser así, me habrían atacado a mi no a ella.

- Es eso a donde voy. Puede que el objetivo era ella.

- ¡¿ Yo?! Pero ¿Por qué?

- Por tu sangre.

- ¿Mi sangre?

- ¿Para que la usarían ?

- Para repetir el hechizo - Adelbert se levantó y fue a buscar algo en el suelo.

 

Al volver trajo consigo un libro viejo muy grande de pasta curtida por el tiempo. Un par de cinturones desgastados mantenían cerradas las páginas amarillas.

 

- Aquí lo dice- señaló unas líneas en la página. Los símbolos eran extraños, no se parecían en nada a lo que tenía escrito la biblia del Padre Santiago.

- ¿Entiendes lo que dice ?- preguntó Valmond un tanto incrédulo.

- Por supuesto. Es Glagolítico. Una lengua muy antigua. Tanto como los tuyos- mirando directamente al marido de su hija.

- Y ¿ Qué dice?

- Para repetir el hechizo deben usar  "Sangre de luna". Sangre de alguien como tú Valmond o alguien cercano a éste. Es por la conexión que hay entre ustedes. Pero tu sangre Amely, puede brindar mayor fuerza a su posima o matarle.

- ¿Matarlo?

- Es por tu madre. No eres hija de una simple mortal hija mia, la sangre que ilumina la luna corre dentro de ti.

- Eso explica por qué sentimos esa cercanía Amely - Valmond le tomo la mano al verla ligeramente pálida- Tranquila, no volverá a pasarte nada. Solucionaremos esto. Descubriremos quien lo hace y nos encargaremos de ello.

- Me preguntó ¿Cómo consiguieron hacerla ésta vez?

- No lo sé - respondió Valmond molesto por no tener al alcance las respuestas para ella e impotente por saber que estuvo en riesgo antes y no verlo.

- Será más fácil hacerlo en su forma humana - Continuó Adelbert. - De lo contrario, es más poderoso a la luz de la luna. Y una mordida o rasguño sería mortal.

- Pero ella no ha muerto.

- No, gracias al Knoblauch que te has puesto en la herida.

- ¿El Knoblauch? Creí que era efectivo solo contra los bebedores de sangre.

- Es efectivo contra la mayoría de los maleficios.

 

Amely permanecía callada, con el rostro en blanco. Parecía no ser conciente de los que aquellos hombres decían.

 

- Amely, no hay de que preocuparse- Sin esfuerzo Valmond la acomodó en su regazo.

 

Ella solo negó con la cabeza y tal como sucedió aquella noche, el miedo la invadió. Miró asustada a su alrededor buscando esos ojos rojos pero no había nadie más que ellos en la habitación. Pero podía sentir su presencia.

 

- Sabe quién eres- susurró.

- ¿Qué cosa?- se le acercó más su marido.

- Saben quien eres Valmond. Eres tú quien corre peligro.

 

Entonces unos golpes en la puerta le provocaron unos horripilantes escalofríos en su espalda.




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