Sangre de luna.

Capitulo 21

- Padre Santiago. Pase por favor. Hace frio- le invitó Valmond.

- Santiago. Es muy tarde para estar fuera.

- Se que aquí estoy seguro- poniendo su huesuda mano sobre el hombro de Valmond.

- Padre, acérquese al fuego- Amely le tomo del brazo para sentarlo cerca de la chimenea.

- ¿Ha sabido de algo?- Valmond nunca usaba ese tono tan seco con el sacerdote.

 

Pero Amely siguió escuchando.

 

- No. Quien haya sido, ha recogido todas las migajas que dejó atrás.

- ¡Maldición! Oh, perdona.- se disculpó de inmediato Adelbert.

- Descuida, es poco para lo que yo he pensado.

- Han pasado ya dos lunas y no ha vuelto a aparecer. Sin nadie que lo haya visto estamos a ciegas- se quejó Valmond.

- Entonces... ¿Usted lo sabe Padre?

- Mi niña,todo el pueblo lo sabe.

 

Amely se sentó en el suelo a sus pies y le miró a los ojos con interés sincero.

 

- No hablo de eso Padre... Usted... Lo sabe cierto.

- Si. He vivido tanto en este pueblo como para conocer todos sus secretos. Y he vivido más vidas que otros, haciendo que vea más que lo que un hombre ha visto jamás.

 

Amely se levantó lentamente de su sitio para sostenerse de su marido.

 

- Se lo que estás pensando- Adelbert veía a su viejo amigo- ya he revisado el libro. Solo tiene la receta de la poción. No dice nada más.

- Pero en definitiva- agregó Valmond- es alguien que conoce el secreto. Alguien además de nosotros.

- Tengo una ligera sospecha- el sacerdote alcanzó su bastón de madera y se incorporó lentamente- pero temo que podré confirmarlo hasta dentro de dos noches.

- ¿De quién se trata?- presionó Valmond.

- Dos noches joven.

- En dos noches podría matar a alguien- insistió.

 

Los tres hombres miraron a Amely rápidamente.

 

- Es incorrecto lanzar falsas acusaciones hijo. Debo asegurarme primero.

- Esperaremos- terminó Adelbert al notar la frustración del marido de su hija.

 

Frustración que él mismo entendía. Quería hacer pedazos a ese animal que había lastimado a su hija. Era una amenaza constante.

 

- Padre Santiago, tenga mucho cuidado por favor- suplicó la joven.

- Lo tendré. Ustedes deben cuidarse- mirándolos a todos. - Debes protegerla Valmond y al hijo tuyo que lleva en su interior.

 

Valmond abrió los ojos sorprendido.

 

- ¿Cómo lo...

- Te lo he dicho hija. Los años nos dan conocimientos.

 

Luego de persignarlos se despidió y salió al frío del exterior.

El sacerdote caminaba lentamente arrastrando los pies. El golpe sordo de su bastón marcaba el ritmo de su caminata.

 

- Una fría noche para salir Padre Santiago.

 

Una voz grave resonó a sus espaldas pero éste no se detuvo de caminar.

 

- Muy cierto hijo. Debes cuidarte de no enfermar.

 

Los pasos de su acompañante se acoplaron a los suyos fácilmente.

El sacerdote trato de mirar de reojo a aquel extraño puesto que no identificaba del todo su voz. Pero no le fue posible,la luna alumbraba poco y la capucha no le dejaba ver el rostro.

 

- Debería cuidarse del lobo Padre Santiago. Necesitamos a un sacerdote como usted aquí.

- Se que el Señor me protege hijo, pero gracias por preocuparte por este viejo.

 

Atravesaron la pequeña plaza empedrada pasando junto al pozo.

 

- Pase buena noche Padre.

- Pasa buenas noches hijo. Qué Dios te acompañe.

- Estoy seguro que a Dios no le gustaria caminar conmigo Padre.

 

El sacerdote fue a contestar aprovechando darse la vuelta para contemplar a aquel hombre.

Pero lo único que vió fueron los ojos irradiando las llamas del infierno y unos enormes dientes que brillaron en la negrura.

 

_________________________

 

- No debimos dejarlo ir- se lamentó Amely quien de pronto sintió que le faltaba el aire.

- Va a estar bien hija- Adelbert se acomodó en un banco cerca del fuego y cerró los ojos un momento.

 

Amely recurrió a su marido mirándolo a los ojos.

Valmond fue testigo del temor que la invadía y el temblor en su interior.

 

" Por favor"

 

Una voz suave le suplicó a Valmond en su mente.

 

" Está en peligro, lo siento, siento miedo. Cómo la otra noche"

 

Ella envolvió con su mano el medallón que colgaba de su cuello por un cordel de cuero y lo besó.

Aquello rompió la conexión mental.

 

- ¿Estás segura?

- Si.

- ¿De que están hablando ustedes dos?- se quejó Adelbert que al parecer se estaba quedando dormido en la vieja silla.

- Iré a buscarlo. Quédate aquí- le beso la frente y la puso sobre el banco.




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