Amely se levantó con su hija de la mano. Se dirigía directo a la salida cuando el sacerdote le llamó.
- Amely. Hija.
- Padre. Buenos días.
- Buenos días Padre - saludó Gaely.
- Buenos días mi niña. Tienes prisa hoy hija.
- Oh no. Es solo que quiero llegar a preparar todo para mí invitado - dirigiéndose a Felipe.
- De manera que usted es la esposa del buen Valmond - le tomó la mano para besarle los nudillos. Amely sintió un escalofrío en su espalda. Aquello no era buena señal.
- Si mi señor - respondiendo lo más tranquila posible.
- Y ésta ¿Es vuestra hija?
- Si - respondió la madre de la niña con una sonrisa.
- Tienes los ojos de tu madre hija - tocando ligeramente su barbilla. Con ese pequeño movimiento, el medallón de plata de la niña salió de su vestido. Felipe no pasó desapercibido ese detalle.
- ¿Usted encontrará al lobo Padre ... Padre?
- Felipe, linda. Y así es. Lo encontraré y le enviaré a las llamas del infierno que Dios mismo le ha preparado.
Amely se movió incómoda y apretó más a su hija contra sus faldas.
Felipe lo notó al igual que el temor en los ojos de la niña.
- Lo lamento señora si he sido un poco brusco con mis deseos.
- Descuide. Es comprensible su fervor. Si nos disculpan - intento sacarse de encima a aquellos hombres. Pero el sacerdote le volvió a hablar.
- Y ¿Tú marido?
Ella estaba por responder cuando sintió unas fuertes manos en su cintura. Aliviada respiró de nuevo.
- Buenos días señores.
- Buenos días Valmond. Quiero agradecerte por tu hospitalidad.
- Es lo menos que puedo hacer por un hombre de Dios - dirigiéndose serio al visitante, quien segundos antes que él llegara, paseaba la mirada sobre el cuerpo de su mujer.
- Le estaré agradecido por su gesto - Felipe respondió apresuradamente.
- Si me disculpan señores. Debo hacer unas compras - Amely se movió levemente para estrecharse más contra su marido. - Estaré con María - le informó. Valmond solo asintió.
- Que tengáis buen día hija - bendiciendola junto con su hija.
- Señora. Señorita.
Amely sujetó de la mano a su hija para salir de ahí. Necesitaba respirar. La decisión de Valmond había sido precipitada y arriesgada. Los ponía en peligro a todos.
Sin embargo, ya nada se podía hacer. Confiaba que él sabría por qué lo había hecho.
Con el corazón agitado y su cabeza adolorida caminaba sin mirar a nadie más.
- ¡Amely! - le retuvo un chiquillo. - Tía Amely. Mi madre te llama.
- Buenos días Malk. Lo siento no te escuché. ¿Donde está tu madre?
El niño señaló en dirección contraria.
- Ahí viene.
- Mamá ¿Podemos ir a jugar al río?
- No me parece buen momento para eso Gaely. Estaré con María y tu padre querrá que estés cerca. Mejor quédense aquí.
- Vamos a jugar con las ovejas de Leonard - propuso Malk al ver que su amiga hacia un puchero descontenta.
- Vale - se resignó.
- Amely, te he estado buscando - se acercó su amiga con su hija en brazos.
- Lo siento Kerstin. La verdad aún estoy un poco conmocionada con lo de nuestro visitante - le tomó de la cintura para caminar juntas hacia la casa de María. - Déjame cargar a Greta - le pidió sonriente.
- Claro. Ésta niña está cada vez más pesada - Kerstin estiró los brazos. - Ese hombre me da algo de miedo Amely - viendo de reojo al grupo de hombres que aún hablaban afuera de la iglesia.
- La verdad a mí también - arrullando a la niña pelirroja en sus brazos.
- Bueno niñas. No hay nada que hacer. Tu marido ya habló - dijo en un tono serio María al escuchar sus comentarios. - Tu marido es un hombre sensato Amely, él debe saber por qué lo hace. Además, estarán más seguras tu y tu hija ¿No lo crees?
- Si María. Tienes razón.
- Pero lo que no me gusta de ese hombre - continuó la mujer mayor. - Es que haya dicho que el lobo es uno de nosotros. ¿Cómo podría ser eso posible? Conozco a todos los de éste pueblo desde que yo era una niña y mis padres conocieron a los padres de éstos también. No podemos acusar a alguien así - María estaba realmente indignada ante la acusación que había hecho el Padre Felipe.
- Si, a mí tampoco me parece justo - opinó Kerstin mirando unas telas. - Y si fuera así ¿Cómo podría alguien mentir a sus amigos y familiares de ese modo? ¿Traicionarnos así? ¿Qué piensas tú Amely?
Ésta que se entretenía con la hija de su amiga tuvo que pensar rápido para dar una respuesta sensata y neutral.
- Pienso qué no podemos acusar a nuestro semejante sin pruebas. Así nos había enseñado el Padre Santiago. Y si resultará cierto, si alguien ha ocultado algo así. Deberíamos imitar la misericordia de Dios. Alguna buena razón habrá tenido para ello - caminó hacia el otro extremo del lugar para evadir sus miradas.
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Editado: 15.07.2018