Sangre de Sirenas - Libro I (en revisión)

- 3 - SUEÑO

Después de unas horas seguía encerrado, miré a mi alrededor, la molesta luz roja de emergencia seguía parpadeando incesantemente, imagino mi rostro lleno de sangre seca al igual que mis manos, todo me dolía después del fuerte golpe que me di al caer, recordé aquel sonoro chillido que me torturó horas antes, fue extraño, pero ya no me pregunté más. Me encontraba desesperado, quería salir inmediatamente para ver a mi amada, era todo lo que podía pensar en esos momentos, de pronto escuché personas murmurando y grité con todas las fuerzas que me quedaban.

—¡Aquí!, ¡aquí estoy! —dije desesperado.

Escuché los pasos acercándose.

El sudor me resbalaba por la frente, salado y tibio, me hacía pensar en mi situación de encierro y me frustraba, el apabullante calor que comenzaba a encerrarse, me quitaba oxígeno, no me gustaba estar encerrado, mi claustrofobia comenzaba a hacer acto de presencia y eso no era nada divertido, volví a gritar pues las voces seguían ahí, pateando con fuerza el frio y duro metal de la puerta del elevador, molesto por que no hacían nada por sacarme de aquí, casi de inmediato regresaron las luces, restableciéndose la energía, las voces cesaron sus murmullos, fue muy extraño pensé que venían a sacarme.

Al fin me levanté, con un poco de esfuerzo y molesto me acerque al panel de opciones, presioné el botón para abrir la puerta, esta se abrió, pero para mi sorpresa no había nadie, antes de salir miré en todas direcciones, como listo para cruzar una avenida, salí a paso lento, todo parecía muy tranquilo y callado, como si no hubiera sucedido nada. Salí a tientas del elevador, caminé por el pasillo revisando cada esquina, vi cada número de cada puerta, todo parecía en orden. Me dirigí rápidamente a la habitación donde me hospedaba con Elena, donde se supone que estaría, a menos que ya la hubieran trasladado de lugar.

Al entrar no vi a nadie, estoy seguro que eso no había sido un sueño, ver a Elena herida fue muy real, lo confirme, la cama donde la había recostado estaba llena de sangre, pero en mi desmayo tendrían que haberla trasladado por el elevador, o solo que los de emergencias la llevaran por las escaleras. Rápidamente busqué en mis cosas mi teléfono móvil, aun le quedaba carga, desesperado comencé a buscar entre mis contactos el número de George.

—¿George? —pregunte sin dejarlo contestar.

—¿Si?, ¿Adrien? —me alegré de escuchar su ronca voz.

—Si soy yo, ¿A dónde la llevaron?

—Estamos en el hospital claro, el doctor Oliver al ver sus heridas decidió llevarla al hospital local —El era amigo de George y su médico personal, así que a veces viajaba con nosotros, sobre todo en eventos especiales como en este caso.

Tenía muchas cosas que preguntar así que sin más le pedí la dirección del hospital.

Me fui rápidamente, el tener que tomar el elevador de nuevo me daba escalofriós, así que por esta vez decidí ir por las escaleras, pedí un taxi en el lobby el cual llegó muy rápido. Al llegar seguí todas las instrucciones para que me dejaran entrar a verla, me guiaron hasta la habitación donde estaba, el señor George por supuesto estaba ahí sentado con ella, tomándola de la mano, el me vio y se levantó mirándome fijamente hasta el punto de intimidarme.

—¿Dónde estabas hijo?

—Señor lo siento mucho, en el apagón me quede encerrado en el elevador —dije avergonzado, sin saber de verdad si había ocurrido un apagón.

—¿Apagón?, no sé de qué me hablas Adrien, creí que te habías ido a descansar, pero sigues en las mismas fachas de ayer.

—No, ¿ayer?, pero ¿cómo? —el me miró extrañado, terminé por no entender nada y mejor lo deje así, suponiendo que pasaron horas, no pensé que hubiera pasado tanto tiempo.

—Bueno ya estás aquí, te diría que me trajeras un café pero estoy cansado, volveré al hotel a descansar, esta vez sí cuídala por favor, quédate aquí con ella.

Salió cansado y angustiado por su hija, yo me acerque a Elena, acaricie su rostro, se veía tranquila, bese su frente, fue como si hubieran pasado años de no verla, tome sus rojos cabellos entre mis dedos, suaves, finos como ella. Estaba tan angustiado y aun me preguntaba que sucedió, ansió que despierte para saber, que me cuente que la hizo tener ese cambio tan repentino de actitud que me asusto. También recordé ese tonto sueño del elevador, aún no sabía qué significaba, aunque no tendría por qué buscarle un sentido, solo que de algún modo me incomodaba tenerlo en mi cabeza.

Cansado me senté de igual modo tomando su mano como lo hacía su padre, la besé, estaba fría, y noté una extraña marca, una leve cortada cerca del pulgar en el dorso de la mano, la gire para observarla bien. Era una figura extraña con forma de punta de flecha, como hecha con una navaja, recordé que en mi sueño yo tenía un tatuaje tribal, pero el de ella era más bien una cicatriz, algo extraño había cambiado en ella, no sabía que era, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

Unas horas pasaron y una enfermera venía a revisarla de vez en cuando, me decía —está estable —mientras me guiñaba un ojo coquetamente, lo cual empezaba a fastidiarme, pero le sonreía con falsa amabilidad para que se quedara conforme, no tenía ganas de conversar. De nuevo me quede dormido tomando su mano. Al despertar la cama estaba vacía, pensé furioso en por que nadie me despertó antes, recorrí el hospital, los pasillos estaban oscuros y fríos, me sentía en una película de zombis donde todo queda en caos y abandonado. Seguí recorriendo el lugar, en eso escuché el canto de Elena, sé que era ella, estaba entonando esa lúgubre canción de cuna que yo conocía muy bien, me dirigí en dirección donde escuchaba la voz, abrí las puertas metálicas y retractiles del hospital solo para encontrarme arriba del peñasco frente al mar donde horas antes estuve con Elena, fue cuando caí en cuenta que me encontraba soñando de nuevo.

A la lejanía la vi, era Elena dentro del mar mirando hacia el vacío, la luna se reflejaba en su hermoso torso desnudo, me daba la espalda pero la reconocí de inmediato, baje del peñasco para encontrarme con ella, entre al agua helada con todo y ropa, antes de llegar a ella grité su nombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.