Escuché el piano desde el salón de música, la única habitación que dejaron tal como la tenían los anteriores dueños, al entrar en el lugar lo primero que sientes es el aire frío recorrer todo tu cuerpo, lo segundo es que es tan blanco, impecable, limpio, que te da una sensación abrumadora, te sientes observado por miles de ojos invisibles, la amplitud innecesaria de tal estancia da la sensación de un vacío inmenso, cuando caes en cuenta que en esa blanca soledad únicamente estás tú, el piano y nadie más, provocando un escalofrío que recorre cada rincón de tu ser.
Seguí la melodiosa tonada, se trataba de una hermosa melodía muy triste, Nocturne No. 9 de Chopin, la escuché en murmullos que llegaban hasta mi habitación y cómo hipnotizado bajé las escaleras llegando hasta el lugar, sólo para mirar aquel cuarto brillante por el cual entraba mucha luz de la luna, que se reflejaba en sus blancas paredes, al centro el hermoso piano y unas delicadas manos que se deslizaban suavemente sobre las teclas, creando la maravillosa música que me había despertado para traerme hasta aquí. La dueña de tan bellas manos, le pertenecían a una pelirroja, de la cual no vi su rostro pues se encontraba atenta al teclado. Sus cabellos flotaban en el aire como si estuvieran bajo el agua, su vestido color turquesa con grandes vuelos de tela transparente ondeaban creando el efecto de olas en ella, parecía de verdad que toda la habitación se había inundado y yo me encontraba flotando viéndola tocar.
Pensé en interrumpirla, necesitaba saber quién era y como es que había entrado a la casa, pero de mi boca no podía articular ninguna palabra, nada, ningún sonido. La melodía se detuvo en seco, puso sus blancas manos sobre el teclado haciendo desafinar la tonada, se levantó y miró hacia mí, me llenó de terror al verle la cara desfigurada, cubierta de sangre, con una mueca escalofriante, seguía como flotando en agua, extendió sus brazos hacia mí, quise retroceder, pero mi cuerpo no reaccionaba, lentamente con fantasmales movimientos flotó hasta llegar a mí, ante mis asombrados ojos que la veían con angustia, se acercaba más y más, casi podía escuchar su dulce voz, llamándome una y otra vez, mi corazón se acelera con cada paso que daba, yo negaba con la cabeza, retrocediendo unos cuantos pasos, seguía escuchando mi nombre pero ahora el tono de voz cambiaba despacio, como si otra persona a la lejanía también me llamara.
La mujer terrible que tenía ante mí, abrió su boca grande para mostrarme una hilera de dientes puntiagudos, cerré los ojos y me concentré en la otra voz esperando mi destino fatal.
—¡Adrien despierta! —abrí los ojos reconociendo la voz de Elena, comprendí que me hallaba dormido, al parecer en sus brazos.
—Lo siento Dolly, estaba teniendo una pesadilla —me miró abrazándome, recargando su cabeza en mi pecho, se que escuchaba mis latidos puesto que todavía se encontraba toda la agitación del sueño.
—Sí lo noté, por eso quería despertarte, estabas muy inquieto —nos abrazamos un momento más, me quedé pensando en mi sueño, esa mujer, ese monstruo era la madre de Elena, la misma mujer de la pintura, la reconocí de inmediato apenas despertar.
Poco más tarde nos levantamos para desayunar, George no estaba, lo cual era extraño, era pronto para prepararse para el viaje y siempre es el primero en llegar a la mesa, no le di más importancia, siempre quería estar ocupado en algo. Danielle tampoco estaba, así que el extenso comedor se veía vacío, más de lo usual, pero el colorido esplendor rojizo del cabello de Elena que contrastaba con sus ropas negras, me bastaba para sentirme en paz, era como un torrente de sangre tibia que invadía mi cuerpo tranquilizándolo.
Quizá me tardé un poco en pensarlo pero no estaba muy seguro de lo que quería hacer de mi vida, ahora me siento listo para dar ese paso, vivir con ella, mudarnos juntos a un departamento, solos, lejos de su extraña familia, que a pesar de quererlos ya que son mi única familia, me causaban siempre cierta incomodidad, así que sería más feliz teniéndolos lejos. Además de que yo nunca los he visto interactuar realmente como familia, a pesar de que llevo aquí algunos años, claro que puedo ver que se quieren obviamente, pero su trato es frío, excepto por Elena que a todo mundo regala un caluroso abrazo, menos a su hermana, nunca las he visto abrazarse o mostrarse algún otro tipo de afecto fraternal, más que conversaciones breves, saludos severos y situaciones en las que un beso de saludo o un abrazo se miran forzados. Siempre se encuentran cada quien con sus propios asuntos así que su interacción es casi nula.
A veces me siento más que un extraño en su casa, un invasor, también estaba claro que no lo era pero así me hacían sentir a veces, sobre todo Danielle.
No hubo una conversación como siempre, pasamos desapercibido el desayuno, sin hablar de nada en particular, nos miramos y sonreímos pero parecíamos mudos, con un cierre imposible de abrir cosido a nuestra boca. Al terminar cada quien fue a su habitación con un "nos vemos después", entonces me di cuenta que algo tenso rodeaba el ambiente, yo quería platicarle mi sueño y saber que es lo que ella podría decirme al respecto, pero sería imprudente preguntarle sobre su madre, pero ya no quería mas secretos.
Aunque a Danielle no parecía importarle hablarme de ella. Recordando la noche anterior, después de encontrarnos en el estudio de Elena, cuando ella se alejaba dándome la espalda, le detuve fuertemente del brazo, es tan delicada que pensé que la rompería, pero no fue así, ella se soltó bruscamente, comenzó a gritarme, traté de acallarla cubriendo su boca pues despertaría a todos, pero seguía insistiendo en alzar la voz, así que la tomé nuevamente, ahora por los hombros, yo solo quería saber un poco más sobre el tema, jamás la había visto así, siempre es callada, seria, apartada, pero por fin comenzaba a conocer a la pequeña fiera monstruosa que ocultaba bajo ese terrorífico aspecto de fantasma de película asiática.
En la noche, la mansión tiene un eco sonoro muy potente que retumba en las ventanas, así que nuestro forcejeo era ruidoso.
—¡Voy a gritar muy fuerte si haces eso de nuevo!
—Danielle, nunca te haría daño, solo quiero saber un poco más acerca de tu madre, el hecho de que nunca la mencionan, como si no hubiera existido.
—Eso es porque ella es una asesina.
Me helaron la sangre sus terribles palabras, que casi la solté por instinto.
—¿Asesina?, No lo creo —dudé un momento.
—No me crees, ¿Me estás diciendo mentirosa?
—No es eso, es que de verdad se me hace imposible de creer.
—No hay nada complicado, ella mató a alguien, fin de la historia. Al menos eso es lo que me ha dicho mi padre.
—¿Elena sabe sobre esto?
—Sí, yo se lo dije pero tampoco me cree.
—Bueno niña es que tu forma de decirlo es muy imprudente y abrupta, debes abordar el tema más sutilmente.
—No —fue un seco y directo no.
Sus ojos se humedecieron como si fuera a soltarse en llanto, traté de tomarla por los hombros nuevamente para consolarla, no quería verla llorar, ni tampoco quería que hiciera más ruido, pero me rechazó, apartándose rápidamente de mi, casi quería matarme con la mirada, así que no la forcé a decir nada más, la dejé ir a su oscura habitación, aunque por supuesto yo quería saber mucho más.
Sentía que me estaba ocultando algo más oscuro y terrible, no sabría decir en este momento que es más terrible que asesinar a alguien, pero en mi cabeza aún quedaban muchas dudas. Eso fue de la noche anterior, esa niña de verdad me asusta, por ese hecho y muchos más.
Debo pensar seriamente en pedirle matrimonio a Elena, sí, por fin acomodaba todo en mi cabeza, quería casarme con ella, vivir juntos y formar nuestra propia familia. Por supuesto eso sería lo ideal, podría independizarme como fotógrafo, tengo muchos contactos gracias a George, así que no me quedaría sin trabajo, no quiero que ella se quede sin estudiar por irse conmigo, así que hablaré bien del tema dejando las cosas en claro, ya es algo anticuado pedírselo sin consultarla antes y así poder alejarnos de toda esta locura de su familia. Hoy es un buen momento, lo haré más tarde después de la cena.
Pasó el almuerzo muy desapercibido al igual que el desayuno, me pareció inapropiado mencionar algo en esos momentos, así que no la vi a esa hora, era bueno no estar juntos todo el tiempo, la buena noticia es que casi estaba actuando como normalmente lo hace, sin esos lapsos de odio hacia mi. La casa es muy grande, así que es difícil que nos encontremos, solo espero que no haya ido en el bote ella sola, acostumbra a hacerlo y eso no me gusta, también esperaba no toparme con Danielle ya era mucho con lo sucedido anteriormente, seguro me odia más que antes.
Cómo no podía mantenerme quieto dentro de la casa, decidí salir a visitar el pueblo con mi cámara lista y volver antes de la hora de comer, para sentir que le daba más espacio personal a ella y a mi por supuesto.
Ese hermoso y pintoresco pedazo de país en el que vivíamos, parecía una pintura de óleo con suaves atardeceres y un gélido mar que rompía en las rocosas costas. Me daba una paz interior, caminar por las calles, el frío golpeteando en mi rostro me recordaba los paseos con Elena tomados de las manos, también me recordaba la amargura que atravesaba mi garganta como si fuera un pasado lejano.
Caminé por la costa varias horas, con cámara en mano retratando los hermosos paisajes que tenía frente a mí, a lo lejos vi una pareja que se reía y lo pasaba bien, abrazados cubriéndose del frío con cálidos abrazos, discretamente y con el obturador de la cámara silenciado para que no se dieran cuenta, les tomé fotografías completando el escenario. Esperé a que se acercaran un poco más para pedirles permiso para poder hacer unas tomas más de cerca, mucha gente suele extrañarse cuándo de pronto alguien ajeno a ellos les pide fotografías, pero nunca se han negado después de mostrarles un poco de mi trabajo, esperaba esta no fuera la primera vez.
Como un loco los detuve al momento de tenerlos más cerca, como un ladrón acosando a sus víctimas, la pareja retrocedió un paso, les sonreí amablemente con la cámara en mano, cuando vi el rostro moreno de la chica, ese angelical y hermoso rostro inconfundible de Aria, paseando con alguien que me pareció familiar, una familiaridad que detesté de inmediato. Por su parte, Aria me sonrió, se veía muy feliz de verme a pesar de mi rechazo, ahora venía tomada del brazo de este hombre de aspecto descuidado y de ojos de un azul muy claros. Lo miré unos instantes y me brindó una sarcástica sonrisa como de un triunfo sobre mí del cual yo ignoraba, se presentó muy propiamente cuando Aria corrió a darme un beso en la mejilla.
—Adrien cariño que bien te ves, mira te presento a mi nov... —no terminó la frase, cuando él ya me estaba extendiendo la mano para saludarme.
—Arthur, mi nombre es Arthur, Adrieeeeen.
Extendió mi nombre de una forma incómoda, me crispaba los nervios su forma de decirlo, era como si me conociera y quisiera hacer un chiste de el, yo lo miré casi furioso y le di un fuerte apretón de manos, nos miramos a los ojos de forma desafiante. Aria al notar mi incomodidad, quiso cambiar el tema de inmediato, ya que había mucha tensión entre ambos.
—Bueno, nunca te había visto trabajar tan independiente —su acento encantador me retumbaba en los oídos.
—Solo me encontraba paseando un poco.
—Sin tu novia, que extraño, esa pelirroja loca, siempre anda dando brincos por todos lados.
—Me encantaría conocerla, debe ser una absoluta belleza —dijo Arthur con una maliciosa sonrisa, como si la conociera en persona.
Yo no podía dejar de mirarlo, había de verdad algo en él que me parecía repulsivo, se que lo había visto antes, de algún lugar recuerdo su rostro y referirse así a mi amada me hervía la sangre, pero me calmé un poco para aparentar que nada ocurría, mantuve mi postura y solo sonreía levemente ante sus comentarios.
—Muy bien querido, tenemos que irnos pero me ha encantado verte otra vez.
—Claro Aria, y fue un gusto conocerte Arthur.
—Lo mismo digo, Adrieeen —de verdad me está fastidiando escucharlo decir mi nombre.
Me molestaba tanto, pero me detenía para no tumbarle todos los dientes. Se fueron andando no sin antes de que "Arthur" me dedicara una sonrisa mirándome por sobre su hombro, apretando el trasero de Aria, los vi alejarse riendo. Casi me vomito al verlos, no necesito fotos de ellos, así que preferí no pedirles nada y dejarlos pasar.
Seguí mi camino, tenía un poco de hambre, así que me detuve en un carrito de comida ambulante, el señor Evans es el dueño de mi comida favorita callejera, ya nos conocía a Elena y a mi, veníamos muy seguido con él, sus empanadas son las mejores, tiene de diversos sabores, mis favoritas eran unas de salsa con carne que me sabían a pizza.
Llegué hasta él, saludándolo como de costumbre.
—Buen día Adrien, ¿Qué voy a servirte? —dijo amablemente, le sonreí.
—Lo de siempre señor Evans, por favor.
—De inmediato —se apresuró a servirme.
Le agradecí por el trato amable que me da en todas las ocasiones, el año pasado perdió a su esposa, a su hija y nieta en un accidente de tren, y aún así siempre tiene una gran sonrisa que brindar, pagué como es debido y me alejé deseándole mucha suerte.
Coloqué mis brazos sobre el puente de piedra para comer tranquilamente, tenía una hermosa vista al océano, disfruté mi comida con el sonido del mar relajándome. Aspiré profundamente, recordé la boda de la amiga de Elena, esperando que no provocara una influencia negativa en mi propuesta, conozco su forma de pensar, se que haría un escándalo pero sin querer opacar el gran momento de su amiga. Falta poco para su cumpleaños, sería un buen momento para anunciar nuestro compromiso aunque me encantaría que fuera más discreto, pero George no nos dejaría hacer tal cosa, así que me parece un excelente momento.
Regresé a la casa no tan tarde, la hora de comer fue la mejor, ya que Sally nos llevó los platos a la sala de entretenimiento donde se hallaba la televisión, vimos una película, esas de terror que le gustan, con asesinos grotescos matando a grupos de adolescentes que eligen un plátano en lugar de una vara metálica o cuchillo como arma, clásicos de los ochentas que no eran mi fuerte, la verdad es que yo me quedé dormido en algunas escenas, no me interesaban mucho puesto que no provocaban ningún sentimiento en mí, también no he podido dormir bien por esas pesadillas.
En algún momento en el que me encontraba dormido en alguna de las escenas donde desollaban a una chica con los pechos enormes. Elena daba pequeños brincos de asombro en cada parte, aunque ya hubiera visto esas cintas miles de veces, al mismo tiempo una tormenta se precipitaba contra las ventanas despertándome, por supuesto Elena seguía atenta al derrame de sangre en la pantalla, yo la tenía abrazada, me levanté un poco, mirando hacía la ventana las gotas de lluvia que parecían lágrimas corriendo por el cristal, el estallido de los truenos retumbando daban un toque especial a la película. Elena se acurrucó en mi regazo y yo besé su cabeza, cerré los ojos unos instantes y los abrí de inmediato al recordar mi idea de casarnos.
—¿Adrien?, mi amor, ¿estás bien? —me preguntó preocupada.
—Lo siento por asustarte, me moví muy repentinamente.
—No te preocupes, ¿sucede algo?
—Si, absolutamente sucede algo, Elena, mi amor, tu que eres la dueña de todo lo que soy y lo que tengo.
Me miró pensando en lo cursi que se escucha todo eso.
—Bien, eso lo sé.
—Dolly, quiero que nos casemos.
—¿Qué?
—Quiero que nos casemos —repetí entusiasmado.
—¿Qué? —escuchaba esa pregunta confundida y repetida de sus labios.
—Lo sé, lo sé, no quiero que malinterpretes, sé que tienes tus estudios, pero no quiero que te sientas presionada, jamás te pediría dejar la escuela por mí, solo que quiero comprar una casa o un departamento y mudarnos ahí, solos —casi remarqué esa palabra.
—Adrien, cómo es que se te ocurrió eso tan repentinamente, eso es...es, no lo sé.
Se rompió mi corazón.
—Pero, no quieres, ¿crees que es muy pronto?
—No es eso, tú sabes que te amo, pero casarnos, nunca hemos necesitado un papel, ni un título.
—Crees que no podremos ser felices, lo único que cambiaría sería la casa y el compromiso.
—Si, lo sé.
Me miró de frente abriendo mucho los ojos.
—Piénsalo, no quiero verte obligada.
—No lo quiero pensar.
—Pero...
—Si quiero.
—¿De verdad?
—¡Claro que quiero! —gritó con una emoción sincera.
Verdaderamente creí que me diría que no, que algo la estaba haciendo dudar, pero me alegra que no fuera así.
—Casémonos entonces, quiero anunciar nuestro compromiso en tu fiesta de cumpleaños.
—¡Sí!, te amo, te amo muchísimo mi gigante —me abrazó y me besó de una forma que hace mucho no lo hacía.
Correspondí sus besos y caricias, de tanta emoción, nos tumbamos en el sillón para celebrar nuestro amor con una tarde de pasión que se convirtió en noche, una felicidad inmensa corría en nuestro torrente sanguíneo, esto no afectaría ningún compromiso, ella sabe que yo tenía el dinero suficiente para comprarle una casa o un departamento, por supuesto no una mansión, pero no perdería por completo su estilo de vida, tal vez lo que omití es que quería mi independencia, me encontraba listo para seguir sin su padre.
Pero de eso ya habrá tiempo de hablar, no creo que haya tanto problema con esa situación.
Ya cansados de tanto amar, decidimos ir cada uno a su habitación, al día siguiente se lo anunciaríamos a todos en casa y después en la fiesta, yo quería hacerlo oficial y como no podía dormir busque una joyería de confianza para mandar a hacer su anillo de compromiso, la encontré al otro lado del mundo y llegaría justo a tiempo unos días antes para pedírselo adecuadamente, bendito internet. Será una gran boda, la imagino hermosa metida en un gran vestido negro, es algo que en mi vida de huérfano jamás imaginé, no lo tenía contemplado y ahora habrá una gran celebración.
Al día siguiente como estaba planeado reunimos a todos los de la casa incluyendo a Sally que pertenece más a la familia que yo. Los llamé a venir al gran comedor, era un anuncio importante y quería que fuera mientras cenábamos, aunque no quería que George escupiera su cena pero sería muy cómico verlo, también me intrigaba la cara que pondría Danielle, ya que por supuesto imaginé que no estaría de acuerdo, lo cual no me importaba mucho, de todas formas lo haremos y nadie lo impedirá. Unos momentos antes ya estaba listo para hacerlo, debí darle el anillo mientras me propongo, pero ya no quería esperar, algo me impulsaba a querer irme muy lejos de ahí lo más rápido posible, al ver entrar uno por uno al comedor se me congelo la sangre, mis nervios se encontraban a tope, respiré profundamente y dejé que todos se sentaran para hacer el anuncio, los miraba de un lado a otro sin saber que hacer, esperaría a que terminaran.
Elena parecía igual de nerviosa o más que yo, no lo sé, también la noté algo distraída miraba hacia el exterior, para traerla de nuevo a la realidad, tomé su mano y la apreté fuerte por debajo de la mesa, en esta ocasión no me senté frente a ella como era mi costumbre, si no a su lado, creo que es lo mejor.
Sally nos sirvió los platos, le sonreí fuerte como nunca antes y ella levantó una ceja sonriendo, me tocó el hombro como si ella ya supiera que es lo que pasaría, estos son los peores momentos, todo el día estuve tranquilo hasta que llegó la hora, casi nada me pone nervioso pero esto es otra cosa, algo fuerte, espiritual, poderoso como el golpe de un gorrión al estrellarse en la ventana.
Respiré profundamente otra vez y suspiré fuertemente que todos miraron hacia mí, me sentí como cuando haces una exposición frente a toda la clase o presentas por primera vez tu trabajo a clientes de prestigio. Los miré, ya casi terminábamos la cena, Ellen se quedó con la cuchara a punto de meterla a su boca.
—¿Adrien?, creo que ya es hora —me miró dulcemente y sus labios me sonrieron.
—Si, Dolly tienes razón.
Me levanté y los miré a todos nuevamente, raspé un poco la garganta antes de hablar, Elena me apretaba la mano fuertemente y también se levantó de su silla, Danielle arqueo una ceja.
—Sally no te vayas quédate, queremos que escuches esto, por favor —ella asintió con la cabeza y se esperó en el portal de la salida del comedor.
Comencé:
—Hoy es un día especial, ya que Elena que ha sido mi gran amor durante todo este tiempo, en el que ustedes me han acogido como un miembro más de su familia. Hemos de anunciar hoy nuestro compromiso nupcial.
Elena desesperada de mi manera tan formal de decirlo, gritó riéndose.
—¡Vamos a casarnos!
Un silencio sepulcral invadió la estancia, nadie decía una sola palabra, pero como siempre Sally salvándonos dijo:
—Mis niños, tanto que los amo, no podía esperar más este día, los felicito, espero poderles brindar todo mi apoyo, por favor permítanme preparar la cena para ese día
—Por siempre Sally, no querría que lo hiciera alguien mas.
Ambas se abrazaron y la nana lloró, mientras Danielle no dijo nada, nos miró severa como de costumbre, pero no sin antes decir algo en voz muy baja.
—Los felicito, espero que mueran juntos.
—¡Danielle! —exclamó su padre.
—Gracias hermanita, acepto tus deseos para nosotros.
Danielle salió del lugar, mientras George me abrazaba y me felicitaba, abrazó y besó a su hija de igual modo.
—Les prometo que será una gran recepción en la casa, buscaré la mejor opción para ustedes.
—Gracias papá, es algo inesperado, pero me alegra que todos estén felices por nosotros.
Posterior a ese iniciaron todos los preparativos para el cumpleaños, que al mismo tiempo sería la fiesta de compromiso, para George esto significaba mucho, mucho más de lo que yo podía entender, algo no era normal en esa felicidad, aún me quedan muchas cosas que descubrir sobre esta familia que ahora me mantiene intrigado y asustado, pero feliz.