Sangre de Sirenas - Libro I (en revisión)

- 11 - DESILUSIÓN

La boda de Paula con Arthur se acercaba. Adrien y yo llegaríamos dos días antes, tal como lo habíamos planeado. Visitaríamos varios lugares antes de la ceremonia. El vestido de dama de honor me quedaba perfecto, me lo repetía frente al espejo. Por supuesto, mandé a hacer algunos arreglos para que se ajustara como un guante, pero dejé la cintura holgada: quería poder comer sin jadear.

Me sentía emocionada y triste a la vez. No quería que mi querida amiga sufriera, pero debía saber la verdad sobre con quién se casaría, qué clase de monstruo había conocido. Lamentaba no haber podido investigar más sobre ese demonio marino. Sé, estoy segura, de que es el mismo pervertido que me acosa. Aunque su cabello ya no es largo, sus ojos no me engañan. Aun así, necesito estar completamente segura de que es él. Sé que romperé el corazón de mi amiga, pero es por su bien: su vida depende de lo que haga de ahora en adelante.

Esa mañana, cuando partimos, ya tenía mis maletas listas. Bajé a desayunar: todos estaban reunidos.

—Buenos días, lamento bajar hasta ahora. Me desperté tarde —dije, sonriendo.

—Buen día Elena —Adrien fue el primero en saludarme con un leve beso en los labios.

Me bastó con la sonrisa de mi hermana y el saludo de mi novio. Mi padre, aunque aún molesto por la fiesta de cumpleaños, era demasiado educado y me quería. Me saludó con una leve sonrisa de caballero. Tomé el desayuno en silencio. Nadie habló. El tiempo parecía transcurrir lentamente. Al terminar, Danielle fue la primera en levantarse, como era habitual. Nos despedimos. Mi padre nos deseó buen viaje. Besé su frente, pese a su renuencia.

Salimos de casa con las maletas en el portaequipaje. El chófer nos llevaría en mi Audi, lo cual era cómodo, aunque yo prefería manejar.

En el asiento trasero, Adrien y yo nos tomamos de la mano. Mirábamos por la ventana en silencio. Él parecía nervioso. No era por el vuelo —hemos viajado muchas veces—, y sé que odia las bodas tanto como yo. Había algo más, pero no me atrevía a preguntarle. Me arrepiento de no haberle contado todo. Podríamos haber planeado algo juntos. Pero no podía hacerlo sin revelar cuánto deseaba a ese engendro maldito que recorría mi cuerpo como una enfermedad. No, no podía. Tendría que hacerlo sola si no quería perder a Adrien por una aventura que ni siquiera se había consumado.

En el aeropuerto tomamos unas bebidas antes de subir al avión. Viajamos en clase económica, como prefería yo, aunque a Adrien no le agradara. Él estaba acostumbrado a lujos gracias a mi padre. Pero ya tendríamos suficiente ostentación en casa de Paula: su familia poseía más dinero del que se podía contar. Al ser hija de un político, igual que Amelie, vivía como una princesa en un palacio. Aunque eso no importaba. La boda sería en el enorme jardín, que tenía un laberinto que conducía a otro jardín oculto, lleno de rosas rojas y un columpio de troncos, como en un cuento de hadas.

Al llegar, una limusina de la familia Simons nos recogió y nos llevó al palacio. Parecía la entrada de un museo: grandes escaleras, pilares de granito blanco cubiertos de enredaderas que se mecían con el viento. Sentí que estaba llegando a una escena del crimen... uno que estaba por cometer.

Paula nos recibió con una gran sonrisa infantil que iluminaba su rostro. Pero mis entrañas se revolvieron al ver a su prometido. Arthur estaba allí, impávido, como si nada pasara. Levantó la mano para saludarnos. Vi a Adrien apretar los puños, furioso. Creo que cruzaron miradas. No entiendo por qué se odian, si apenas se han visto una vez. Adrien no sabe que Arthur y yo nos hemos besado.

—¡Elena! —me abrazó Paula con entusiasmo, besándome la mejilla.

—Paulita, ya te extrañaba —le respondí.

—Solo han pasado unos meses desde tu cumpleaños.

—Lo sé, pero igual te extraño. Hola, Arthur —lo saludé sin ganas, extendiéndole la mano.

—Qué tal, señorita Cross. Joven Adrien —se acercó a darme un beso en la mejilla, pero me alejé con rapidez. Luego se estrechó la mano con Adrien con una fuerza que disimulaban con sonrisas educadas.

—Por favor, no se queden ahí. Dexter los llevará a su habitación.

El mayordomo nos condujo mientras unos chicos uniformados llevaban nuestras maletas a una habitación de invitados que parecía un lujoso hotel colonial. Cuando quedamos solos, abracé a Adrien.

—¿Estás bien? —me preguntó, besándome la frente.

—Sí, ¿por qué lo dices?

—Te vi incómoda con Arthur.

—Ah, eso... —se separó y cruzó los brazos. Me acerqué de nuevo.

—Dime, ¿qué pasa?

—Ese idiota con el que se va a casar tu amiga... —hizo una pausa—. Lo vi con una modelo que conocemos. Paseaban muy cariñosamente, parecían amantes. Los vi cerca de la costa.

Di un suspiro, aliviada. Me miró, esperando mi respuesta. Lo sabía: Arthur es algo más a parte de ser un tritón. No sé qué pretende con Paula, con esa modelo, conmigo... Bueno, sí lo sé. Pero está de más decirlo. Aun así, deseaba que me besara otra vez. Me odié por pensarlo mientras Adrien trataba de decirme algo importante.

—¿Elena?

—¿De verdad lo viste? ¿Con quién?

—Con Aria. Creo que tu amiga debe saber con quién se casará.

—Sí...

—¿Eso es todo? ¿Qué te pasa, Elena?

—¡Se lo diré! O tal vez deba quedarme callada y dejar que viva la misma falsedad que sus padres —levanté la voz, no sabía por qué me enojaba.

—Pues deberías decírselo. Es una de tus mejores amigas, no se merece eso.

Nos miramos. No estábamos molestos el uno con el otro, sino con la situación. Traté de calmarme. Vi algo en sus ojos: una serenidad tensa. Respiré hondo. Rompió el silencio:

—Lo siento, lamento portarme como un idiota —intentó abrazarme, pero se detuvo.

—No te disculpes. No pasa nada. Fue mi culpa por quedarme como tonta, pensando...

Nos abrazamos y besamos, pero fue incómodo. En ese momento nos avisaron que la comida estaba servida. Bajamos al comedor. Estaban los padres de Paula, un embajador que había llegado anticipadamente, su hermano menor... y Arthur. Pero no vi a Paula. Pregunté por ella y solo dijeron que estaba cansada. Saludamos y tomamos asiento. A pesar de conocer a su familia desde hace tiempo, sentía que no pertenecía ahí. Adrien me tomó de la mano bajo la mesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.