Sangre de Sirenas - Libro I (en revisión)

- 12 - AMARGO DESENLACE

Capítulo 12 - AMARGO DESENLACE

 

Mantenían a Elena en constante vigilancia, yo la observaba día y noche quedándome en el hospital con ella, los doctores lograron controlar la extraña hemorragia, pero George no les había permitido operarla hasta saber que ocurría, pero él sabía exactamente qué pasaba, cuando me dijo que encontraron un semen extraño, apreté los puños fuertemente, preguntándome con amargura — ¿Qué has hecho mi ángel?, ¿acaso me engañaste? — todo eso rondaba por mi cabeza, dando vueltas esperando que no fuera verdad, sacudí esos terribles pensamientos, aunque no fue una violación al menos eso decían sus estudios y ella no decía nada, yo solo podía especular al igual que su padre, sobre que ocurrió, los sedantes tenían un efecto poderoso en ella y no me quería dirigir la palabra, yo estaba absolutamente preocupado. Paula pospuso unos días su boda esperando que Elena se recuperara pronto, solo para pocos invitados fue un problema, pero la mayoría aceptaron.

Todas sus amigas venían a visitarla, sin éxito, aunque trataban de animarla, ella solo seguía viendo por la ventana sin hablar con nadie, cosa que comenzaba a molestarme bastante, por lo menos tenía que decirme a mí, hablar conmigo. Así estuvo por tres días, hasta que diagnosticaron que no le podían operar la cadera por ser riesgosa, la dieron de alta pero seguía sin decir una palabra, yo soy nada paciente así que mi desesperación ya se estaba convirtiendo en otra cosa, la llevamos a la casa de Paula, seguiría siendo atendida unos días antes de volver a casa, por supuesto los Simons la cuidarían hasta que se recuperara, George tenía que irse por una junta con un cliente importante y si se concreta yo también estaría ausente y eso me preocupaba no quería dejarla sola mucho tiempo.

— Adrien, mi muchacho, necesito que te quedes a vigilar a Elena, si este cliente renueva el contrato para las sesiones, casi no la veremos, ¿entiendes lo que significa? — lo mire confundido.

— Sí señor, lo entiendo perfectamente, pero... — calle unos instantes.

— ¿Pero? — me miro frunciendo el ceño.

— Si me quedo, ¿Quién sería mi remplazo? — mi tono de voz era casi de angustia.

— Tú de eso no te preocupes, alguno de mis ex estudiantes me apoyara, pero yo necesito que te quedes a cuidarla, eres casi su esposo, es tu deber y no es tu reemplazo, solo nos ayudara en lo que cuidas de mi hija — asentí con la cabeza.

— Gracias, pero si necesita algo sabe que puede llamarme.

— Si por supuesto que necesito algo, necesito que cuides a Elena, eso es todo, cuando se recupere llévala a casa.

No sabía que decirle solo acepte sus condiciones, tenía razón, era casi su esposo al pedir su mano, tenía que cuidarla pero lo era, ¿lo era en realidad?, si es verdad y ella me engaño, si ella me había engañado, tenía que saberlo, y si era cierto, creo que lo pensaría mucho antes de tomar una decisión definitiva sobre nuestra relación, yo quería saberlo todo y la haría hablar fuera como fuese.

Los paramédicos la dejaron recostada en la habitación en la que nos hospedamos en casa de Paula, estaba dormida así que decidí dejarla descansar. Al salir del cuarto me encontré de frente con Arthur, ese hombre despreciable, y entonces un clic se escuchó en mi cabeza, nos miramos a los ojos y el me sonrió de una forma incomoda, le devolví el saludo, y entonces a mi mente llego una horrible imagen de mi amada en sus brazos, sacudí la cabeza negándome esos pensamientos, al volver a mirarlo para encontrar una verdad, ya no estaba, simplemente desapareció, en mi distracción se metió en algún cuarto, no pudo ir hacia las escaleras sin que yo me diera cuenta, y mis sospechas llegaron hasta la habitación donde deje a Elena, corrí regresando inmediatamente y mi corazón se partió en pedazos como un frágil cristal, la furia enervante que surgió de mis entrañas comenzó a quemarme como fuego en la sangre, los vi, lo mire inclinado hacia ella besándola en sus labios de terciopelo que solo me pertenecían a mí, ella lo tenía rodeado del cuello con sus brazos, me quede parado como un imbécil viendo la escena. Fue tanto mi enojo que no repare en abalanzarme contra el tirando un puño cerrado contra su rostro, tumbándolo al piso di puñetazos en su cara hasta cansarme, él no se defendía, solo sonreía al ver mi furia, cuando me detuve comenzó a reír fuertemente, a lo lejos escuchaba los gritos de Elena — ¡déjalo ya Adrien! — mis oídos no podían creerlo, esto era el colmo. Lo deje en el piso mientras se ahogaba en una carcajada llena de sangre que escurría de su nariz y el mentón, encendiendo mi enojos nuevamente, para mi sorpresa ella me detuvo, negando con la cabeza mirándome con sus ojos violetas que brillaban, me solté ferozmente de su mano, no pedí explicaciones solo quería respirar así que salí de la casa, si me quedaba más tiempo podría matarlo, sí podría.




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