Sangre de Sirenas - Libro I (en revisión)

- 16 - SANGRE DE SIRENAS

Después de mi encuentro con Elena, me quedé tirado en la arena, aun sintiendo su beso salado en mi piel. Ella regresó al mar, y yo miré al cielo, esperando encontrar alguna respuesta a mi aturdida existencia y en lo que esta se había convertido. Creo que algo dentro de ella todavía siente algo por mí. Tal vez su humanidad no se ha perdido por completo. Sé que debería mantenerme al margen, pero no puedo, aunque eso signifique adentrarme en un mundo en el que no soy bienvenido. Quiero que vuelva a ser la persona amable y hermosa que fue, aunque me haya dejado claro que no lo desea. Lo intentaré, tengo que saber si podemos coexistir de esta forma.

Al regresar, me encontré con Sally, llena de lágrimas. Danielle, en cambio, no mostraba expresión alguna. La tomé fuertemente por los hombros, pero se alejó rápidamente de mí. Entonces dirigí mi mirada hacia Sally, que apenas podía hablar. Solo murmuró algo cuando le pregunté, casi gritando:

—Sally, ¿qué sucede? —pregunté.

—Es que... yo le llevaba la cena al señor Cross a su oficina y.… lo he encontrado muerto —dijo, rompiendo en llanto.

Me alejé de ellas y corrí hacia la oficina de aquel hombre que me había adoptado, que había velado por mí cuando todos me habían abandonado. Era mi padre, mi amigo. No podía creer lo que acababa de escuchar. Al llegar, vi cómo Marco y su padre lo llevaban cargando hasta su habitación. Esperamos la llegada del doctor Oliver para que nos explicara lo sucedido, aunque sabía que le harían una autopsia. Sally lloraba sobre mi hombro al verlo tendido, inmóvil, sin vida. Lo vi enfriarse poco a poco, hasta que el rigor mortis se hizo presente. Sus labios estaban resecos y grises. Yo aguanté el llanto, mientras Danielle se encerraba en su habitación.

Cuando llegó el doctor, contuvo el llanto como el profesional que era. Nos sorprendió su diagnóstico preliminar.

—No quiero apresurarme —dijo—, pero por lo que veo, fue un infarto. Lo llevaremos a la morgue para la autopsia. Cuánto lo siento.

—Lo entendemos, doctor. Yo también lo siento. No es fácil perder a un amigo.

—Lo sé, muchacho. Tú perdiste a tu prometida y a un padre. Yo, a un viejo amigo y a una hija, aunque no de sangre. Amo a esta familia, Adrien. Han sido mis amigos por mucho tiempo, y de verdad me duele ver cómo se desmoronan.

Una lágrima rodó por su mejilla. Salió de la habitación no sin antes darme un apretón en el hombro. Sally lo acompañó a la salida, y yo me quedé allí, mirándolo. Me acerqué y me incliné junto a su cuerpo. Era un hombre sano y fuerte. Resultaba muy extraño que hubiera muerto así. Tendríamos que esperar el diagnóstico exacto. Tomé su fría mano y, al fin, mi llanto se desbordó. Así me despedí de él.

Pasaron tres meses desde aquel día. Finalmente, y después de organizar mis planes, me mudé. Los abandoné. Sally me despidió entre lágrimas, rogándome que no me fuera, que esa casa ya no era un hogar, sino un lugar fúnebre y abandonado, como si todos los días fueran de luto. Para ella fue terrible. Como nunca se encontró el cuerpo de Elena, se le dio por muerta. Las autoridades no nos ofrecieron esperanzas. Así que fue una semana con dos funerales: uno con un ataúd vacío y otro con el cuerpo de un hombre al que amé como a un verdadero padre. Las amigas de Elena se presentaron, arrepentidas por cómo la habían tratado. No sabían cómo lidiar con algo así; al menos eso fue lo que Amelie me confesó en privado, la desaparición de Elena y la muerte de Paula era algo difícil de explicar para ellas.

Fueron días grises para todos. Yo, sin embargo, conocía la verdad sobre Elena, aunque es igual que si hubiera muerto. El infarto de George, según el informe, fue causado por un susto extremo. Pero también hallaron marcas de uñas en su pecho, justo alrededor del corazón. Nadie podía explicarlo, y eso me perturbaba. Danielle no mostró emoción alguna. No lloró ni por su padre ni por su hermana. Pero yo sabía la razón. Seguramente ya había visto a Elena. Ambas esperaban el cumpleaños veintiuno de Danielle para realizar el ritual de transformación. Eso fue lo que Elena me explicó, aunque no la he vuelto a ver desde aquel día.

Sin piedad, y muy decidido, me alejé con mis maletas, ignorando las súplicas de Sally. Marco, el jardinero, también me despidió con una expresión triste. La policía continuaba siguiéndome la pista, especialmente por la muerte de Cinthia, un caso sin resolver. Al parecer, la muerte me ronda constantemente. También eso me intriga. No sé qué ocurrió, y aún soy sospechoso. George ya no figuraba en la lista, pero yo sí. Extrañamente, Elena sabía exactamente qué sucedió con Cinthia. Eso solo puede significar dos cosas: o ella y su "gente" están involucrados, o estuvo presente cuando ocurrió. En cualquier caso, algún día me encontraré con ella para averiguarlo. Aunque no me agrada la idea de hacer un trato con alguien como ella. No sé lo que quiere realmente, y me asusta imaginarlo.

Pasado el tiempo y gracias a mis influencias, conseguí un trabajo en Alaska, fotografiando paisajes para National Geographic. Era lo último que esperaba hacer, pero no me desagrada. No podía desaprovechar una oportunidad así. Viajo con otras tres personas que hacen reportajes. Nos apoyamos mutuamente con el equipo. Aunque solo estaremos seis meses aquí, es perfecto para intentar olvidar. Pero no podía ser tan simple.

Un detective, Emmet Ross, estaba a cargo de vigilarme, así que mantenía contacto constante. Me hacía preguntas, a veces muy invasivas. Aunque estuviera lejos, su jurisdicción lo alcanzaba.

Durante mi estancia en Alaska, descubrí leyendas sobre sirenas. Algunos pescadores ancianos me contaban anécdotas sobre esas criaturas. Aunque las aguas son gélidas, dicen haberlas visto nadar cerca de las rocas. Por supuesto, documenté todo. Ahí fue donde me perdí: investigando. Me preguntaba si habitaban aguas cálidas o frías, si dependía de la especie. Nunca había considerado que pudiera haber diferentes tipos de sirenas. Eso me intrigó aún más. Rasgos peculiares, sí, pero todo basado en mitos, leyendas y avistamientos: dibujos, pinturas, incluso fotografías. Y sin embargo... yo vi una. Muy real.




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