Sangre de Sirenas - Libro I (en revisión)

- 17 - CONFESIONES

El mar se mecía suave y tranquilo, lo teníamos a poca distancia, la observe por un largo rato, sus cabellos ondeaban con el viento fundiéndose con el rojo atardecer, estaba dándome la espalda, yo me encontraba a solo unos escasos pasos detrás de ella, su mirada resplandecía en pálido violeta, ahora comprendo que de verdad es un ser sobrenatural que pertenece a otro mundo, ese mundo que ahora comenzare a conocer y me aterra. Tenía que ser, que mi pequeña pelirroja me llevara a ese camino donde el terror y el dolor aguarda, un mundo mágico que solo conocía en los cuentos. Pretende que yo sea su guardián, pero ella solo me ofrece un poco de protección, aún la amo, más de lo que me gustaría aceptar, el sonido de su voz es algo que extrañaba constantemente, lo añoraba, mi razón me decía "corre, huye lejos" con cada palabra, pero el corazón palpitante se moría de amor con cada destello que emanaba de su pálida piel. Se giro en torno a mi después de embaucarme con su hermosa voz de ángel, su canto de sirena me había embelesado contándome el por qué debía ayudarla, está tratando de convencerme de que yo soy su paladín y no su futuro esclavo, la deje hablar y hablar hasta que surgió la duda en mí y cuando se calló por fin desvelaría todo lo que me he guardado este tiempo.

— Bien, Elena, tú dices esto y aquello, pero, algo que no comprendo, que me dijiste aquel momento en la playa, es que, tú y tu sequito de peces mutantes, iban a matarme, pero como me fui, decidieron matar a tu mejor amiga, dime entonces mujer, ¿Por qué demonios debo creerte? — mi despreciativo cambio de tono en la voz le molesto, tenía que fingir, no fue tan difícil y solo aumento mi enojo porque recordé lo bajo que ella había caído, era mi autodefensa contra el embrujo bajo el que me tiene y temo que sea literalmente eso, un hechizo de sirena.

— Bueno, lo que me explico mi madre es que tú ya estabas marcado y de todos modos no habríamos podido matarte, es nuestro decreto, un contrato místico con todos los humanos que han aceptado el cargo.

Me lo dice aun sabiendo que yo en ese momento no sabía nada de esto.

—Digamos que te creo, ¿Dónde está ese contrato?, imagino que lo podré leer antes de aceptar cualquier ridículo cargo que quieras imponerme.

—¿Imponerte?, creo que te equivocas Adrien, ¿No confiarías únicamente en mi palabra? —me miro dulcemente, pero no me deje hipnotizar.

—No lo creo, si de verdad existe un contrato, quiero verlo, y si me estas mintiendo, mejor vete, se me hace muy difícil creer lo que me dices de Cinthia y Aria.

—Es la verdad, yo no lo sabía, ha pasado muy poco tiempo desde que comencé a conocer todos los secretos, imagínate de verdad el shock que me causo ver a mi madre viva, conocerla otra vez y que me diga que tengo esta maldita herencia.

Tiene razón, pero la ignore.

—Otra cosa, no pensé que pudieras volver a ser humana, ¿Cómo lo haces? — se giró en torno a mí y se acercó con movimientos cadenciales.

—Eh de decir que fue una sorpresa para mi saber que solo con la luna nueva, Madre Gaia, nos deja salir a la superficie, pero...

—¿Sí?

—Pero, tiene sus beneficios que tu madre sea una bruja del mar con sangre descendiente de nuestra Diosa sirena Selene.

—Sabes que de todo lo raro que podías y que me has dicho en tu corta vida, eso es de lo más extraño.

—Lo sé, sabes, aun soy yo Adrien, soy tu Elena, a la que le gusta pasear por los cementerios, que disfruta estar entre calaveras y oscuridad, créeme que, si por mi fuera hubiera sido un hombre lobo o ya por lo menos un vampiro, pero no, me toco ser esta criatura que en mi vida le había hecho el más mínimo caso.

—Definitivamente eres tú, pero me duele.

—¿Te duele?, ¿acaso crees que yo pedí esto?

—Me duele tu traición, sabes que no me molesta que seas un ser sobrenatural, me tienes tan acostumbrado a esos temas que jamás dude en que no eras de este mundo, aunque la verdad hubiera preferido que fueras un alíen.

—Que considerado, sé que ese no es el tema y no quiero hablar de eso, así que te lo diré porque sé que te lo debo y se también que quieres escucharlo...Adrien...lo siento.

De algún modo sus dulces palabras me tranquilizaron, asentí con la cabeza, no quería contestarle que con eso no bastaba para perdonarla, pero lo hice, la perdone, un lo siento bastaba por el momento, pero aun dudaba del contrato, dudaba también de que me sentiría utilizado por su maligna madre que me provoco pesadillas por mucho tiempo.

—Bueno, ¿me vas a permitir leer ese contrato o no existe tal cosa? —me miro unos instantes, en los que quise detener el tiempo.

—No existe como tal, y si así fuera no entenderías ni una sola palabra de lo que estuviera escrito en el. Pero si lo aceptas, tu cicatriz, tu marca del pescador brillara en tonos turquesa como sello de garantía.

—No quiero luces en mi cuerpo, así que declinare tu propuesta — me cruce de brazos.

—¡Adrien! — me dijo enfadada, la mire.

—Estoy en mi derecho de rechazarlo.




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