Lucas corría a través del oscuro túnel, su respiración entrecortada y su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Aún podía escuchar los ecos lejanos de la batalla que su padre y su madre libraban con los hombres armados, pero se obligó a mantener la mirada al frente, concentrándose en escapar a toda costa.
A pesar del miedo que lo embargaba, Lucas sintió una nueva fortaleza brotar desde su interior. Su transformación en hombre lobo le había otorgado una fuerza y una agilidad sorprendentes, que lo mantenían avanzando a gran velocidad por el estrecho túnel.
Finalmente, Lucas llegó a una puerta metálica, débilmente iluminada por una bombilla parpadeante. Se detuvo un momento, apoyando las manos en las rodillas mientras trataba de recuperar el aliento. Miró por encima del hombro, pero no veía ni oía a nadie más.
"Mamá... Papá..." susurró, preguntándose si estarían bien, si lograrían escapar de esos hombres armados.
Sacudiendo la cabeza, Lucas se acercó a la puerta y comenzó a empujarla, haciendo un esfuerzo sobrehumano para mover el pesado metal. Poco a poco, la puerta se fue abriendo, y Lucas se apresuró a pasar al otro lado.
Se encontró en lo que parecía ser una vieja estación de metro, las vías cubiertas de escombros y los bancos rotos. El lugar estaba en penumbras, pero la tenue luz que se filtraba por las ventanas rotas le permitía a Lucas vislumbrar su entorno.
Avanzó con cautela, sus sentidos agudizados por la transformación en hombre lobo. Podía oír cualquier sonido, oler hasta el más mínimo rastro. Y en ese momento, su olfato captó un aroma familiar.
"¿Mamá? ¿Papá?" llamó en voz baja, moviéndose con sigilo entre los escombros.
Un movimiento al fondo de la estación llamó su atención, y Lucas se acercó con precaución. Entonces, una figura femenina emergió de las sombras, y Lucas contuvo el aliento al reconocer a Sofía.
"¡Lucas!" exclamó ella, su voz cargada de emoción, y corrió hacia él para envolverlo en un apretado abrazo.
Lucas correspondió al abrazo con fuerza, enterrando el rostro en el cuello de su madre. Podía sentir las lágrimas de Sofía mojando su cabello, y él también luchaba por contener las suyas.
"Estás a salvo, mi niño. Estás a salvo," susurró Sofía, acariciando suavemente el cabello de Lucas.
Después de unos momentos, Sofía se separó un poco y tomó el rostro de Lucas entre sus manos, examinándolo con una mezcla de alegría y preocupación.
"¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?" preguntó, sus ojos recorriendo a Lucas en busca de heridas.
Lucas negó con la cabeza, sintiéndose a salvo y protegido bajo la mirada de su madre.
"Estoy bien, mamá. Pude escapar."
Sofía asintió, esbozando una pequeña sonrisa.
"Gracias al cielo. Sabía que podrías hacerlo, mi valiente niño."
En ese momento, un ruido proveniente de las sombras los hizo sobresaltarse. Sofía se colocó delante de Lucas, adoptando una posición defensiva.
"¿Quién anda ahí?" gruñó, sus ojos brillando con un destello dorado.
Entonces, una figura alta y corpulenta emergió de las penumbras, y Lucas soltó un jadeo al reconocer a Alejandro.
"Tranquila, Sofía. Soy yo," dijo Alejandro, acercándose a ellos con pasos cautelosos.
Sofía se relajó visiblemente, y corrió a abrazar a su esposo. Lucas los observó, sintiéndose abrumado por la emoción del reencuentro. Nunca antes había experimentado una escena tan llena de amor y alivio.
"¿Lograron escapar?" preguntó Sofía, separándose un poco de Alejandro para mirarlo a los ojos.
Alejandro asintió, su expresión seria.
"Sí, pero no tardaron en seguirnos el rastro. Debemos irnos de aquí cuanto antes."
Sofía apretó la mano de Alejandro con firmeza, y luego se volvió hacia Lucas, regalándole una cálida sonrisa.
"¿Estás listo, mi amor? Vamos a ponerte a salvo."
Lucas sintió un nudo en la garganta. Después de tantos años de soledad y miedo, finalmente se encontraba con sus padres, esos seres que había soñado con conocer toda su vida. Y ahora, juntos, enfrentarían los peligros que los acechaban.
#3738 en Fantasía
#1591 en Personajes sobrenaturales
#4566 en Otros
#1334 en Relatos cortos
Editado: 16.05.2024