REYNO DE AQUITONIA, AL SUR-ESTE EREGION OCCIDENTAL.
Año 4503, tras la guerra de la Flama Subita.
El sol ardía sobre la arena del coliseo, proyectando sombras monstruosas sobre el suelo manchado de sangre. Miles de gargantas rugían desde las gradas, un coro ensordecedor que exigía violencia. Banderas desgarradas ondeaban en lo alto, sacudidas por el viento y la euforia. En el centro del círculo de piedra, dos titanes se preparaban para un combate que pasaría a la historia.
Gorvak, Colmillo Negro, permanecía inmóvil, con los pies firmemente plantados en la arena. Su musculoso torso desnudo brillaba con sudor y cicatrices de mil batallas. En su mano derecha, una cimitarra de filo dentado relucía con un matiz carmesí, aún manchada de su última víctima. Sus ojos eran brasas incandescentes clavadas en su adversario. A su alrededor, la multitud coreaba su nombre, un estruendo que hacía temblar las paredes del coliseo.
En el otro extremo, Brak'har el Imparable alzaba sus brazos, avivando los gritos del público. Su piel, verde oscura como el bronce envejecido, estaba surcada de tatuajes tribales que parecían arder con la luz del sol. Una armadura de cuero reforzado cubría su torso, y en su puño de hierro sostenía un garrote inmenso adornado con púas de hueso. Su risa resonó como un trueno cuando avanzó un paso, flexionando las rodillas, listo para abalanzarse.
El gong retumbó en la arena.
Y todo comenzó.
Brak'har fue el primero en moverse, lanzándose con la furia de una tormenta. Su garrote descendió en un arco brutal, buscando aplastar el cráneo de Gorvak. Pero el Colmillo Negro era más veloz de lo que su corpulencia sugería. Giró sobre su eje y la madera con púas impactó el suelo, levantando una nube de polvo y fragmentos de roca.
Aprovechando la apertura, Gorvak atacó. Su cimitarra cortó el aire, buscando la carne de su oponente. Brak'har se giró justo a tiempo, bloqueando con su brazal de metal. El choque resonó en la arena, un relámpago de acero contra acero. Pero la fuerza del impacto hizo que Brak'har diera un paso atrás, su risa transformándose en un gruñido de respeto.
Los dos orcos se separaron, evaluándose con nuevos ojos.
—No eres tan lento como pareces —gruñó Gorvak, girando su espada con destreza.
—Ni tú tan fuerte como dicen —respondió Brak'har, mostrando sus colmillos en una sonrisa salvaje.
La multitud rugió de emoción al ver el primer choque de titanes. No sería una pelea rápida. No sería un duelo de cobardes. Esto sería un combate digno de leyendas.
Brak'har flexionó los músculos de sus piernas y, con un rugido bestial, saltó. Su sombra se cernió sobre Gorvak, quien levantó su espada justo cuando el Imparable descendía sobre él con toda la furia de un dios de la guerra cayendo como un meteoro brutal, bestial, fornido Sus músculos se tensaron en el aire, su garrote silbando con una fuerza capaz de partir un cráneo en dos. Pero Gorvak, con la mirada afilada como el filo de su cimitarra, no era un blanco fácil.
En el último instante, giró sobre sí mismo, esquivando el golpe por un pelo. El garrote impactó contra la arena, levantando una explosión de polvo y esquirlas de piedra. La onda expansiva empujó a los orcos más cercanos al borde del coliseo y arrancó gritos de la multitud.
Gorvak no perdió el tiempo. Con un rugido gutural, lanzó un tajo hacia la pierna expuesta de Brak’har. La cimitarra cortó el aire y encontró carne.
Un hilo de sangre verde oscura brotó del muslo del Imparable.
Brak’har soltó un gruñido, pero su rostro no mostró dolor, solo furia. En vez de retroceder, usó el impulso de su caída para girar sobre su pierna sana, lanzando un codazo brutal a la mandíbula de Gorvak.
El impacto resonó como un tambor de guerra.
Gorbak, Colmillo Negro, trastabilló, sus pies resbalando en la arena. Brak’har, sin darle respiro, giró su garrote en un movimiento descendente, apuntando al pecho de su enemigo.
Esta vez, Gorvak no pudo esquivar por completo.
El garrote impactó su hombro con un chasquido seco. Se escuchó el crujido de hueso y el orco gruñó de dolor al sentir el entumecimiento recorrer su brazo izquierdo. La multitud estalló en vítores.
Pero si alguien esperaba que Gorvak cediera, se equivocaban.
Con una rabia salvaje, Colmillo Negro aprovechó la cercanía y lanzó su cabeza hacia adelante con un brutal cabezazo. Su frente chocó contra el puente de la nariz de Brak’har, haciendo que este retrocediera con un gruñido de sorpresa.
La sangre manó de la nariz del Imparable, resbalando por su mandíbula hasta caer en la arena. Se relamió los labios y sonrió.
—Eso estuvo bien —gruñó, escupiendo un diente.
Gorvak no respondió con palabras, solo con acción.
Cambiando la cimitarra a su brazo sano, se lanzó con una velocidad feroz. Su espada era un torbellino de cortes que obligó a Brak’har a retroceder. La multitud rugió con cada impacto, cada destello de acero contra carne.
Brak’har bloqueó un tajo dirigido a su garganta con su brazal, pero el impacto le hizo perder el equilibrio. Aprovechando la oportunidad, Gorvak giró su espada y lanzó una estocada directa al costado de su enemigo.
El filo entró con un sonido húmedo.
Brak’har gruñó al sentir la hoja hundirse en su costado.
Por un segundo, todo pareció detenerse.
Los ojos de Brak’har brillaron con una furia incontrolable. Con un rugido que sacudió el coliseo, atrapó la muñeca de Gorvak antes de que este pudiera retirar la espada.
—Mi turno —susurró con voz grave.
Y con una fuerza brutalesca, levantó al Colmillo Negro por el brazo atrapado y lo lanzó contra el suelo con la furia de un dios vengativo.
Gorvak se estrelló contra la arena, levantando una nube de polvo y gritos de asombro.
La multitud enloqueció.
Brak’har, con la respiración agitada y la sangre goteando de su costado, levantó su garrote sobre la cabeza, listo para terminar el combate.