DESPERTÓ ACOSTADA AL LADO DE SU ESPOSO. No tenía noción del tiempo que había pasado allí y se sentía extraña. Lo último que recordaba era haber sentido los colmillos de Nikolav clavándose en su cuello mientras bebía su sangre. «Pero no estoy muerta», pensó. Era obvio que no lo estaba. Y ahora se encontraba todavía en aquella habitación sin ventanas, sin saber si era de día o de noche, ni cuánto tiempo había estado dormida. Nikolav seguía sumergido en el mundo de los sueños.
Se levantó de la cama sin hacer ruido. Se puso una camisola de raso negro que encontró sobre una silla ubicada de su lado de la cama, y se dispuso a observar la habitación. Por más que no había luces encendidas, podía ver increíblemente bien. Repasó cada centímetro del lugar y descubrió, colgado en la pared, el cuadro con el dibujo de la mariposa que Nikolav le había robado.
«Obviamente, esto tiene algún significado para él», pensó.
Luego, concentró su atención en una antigua cómoda que había allí. Ese mueble podía tener unos quinientos años. Sobre él se encontraban varios cofres pequeños, pero uno de color dorado llamó en especial su atención. Lo abrió tras recordar las instrucciones de Muriz. Tal como ella le había adelantado, en su interior se encontraba la llave de Nikolav, aquella que había abierto la puerta a otra dimensión... La que podría llevarla hasta Lilum.
Antes de que Nikolav se despertase, Alejandra la tomó y salió de la habitación. Pudo ver que recién había oscurecido por el tenue color de la luz que entraba. No había guardias en el oscuro pasillo, así que caminó apresurada hasta las escaleras que conducían a la planta baja. Las subió, luego caminó por delante de los guardias de la puerta principal, que la miraron, pero no osaron detenerla. Tomó el pasillo que pasaba frente a la biblioteca y llevaba a esas escaleras que terminaban en una pared, esa que bloqueaba el paso hacia lo que fuera que se encontraba detrás. Esperaba poder descubrir de qué se trataba en solo unos instantes.
No sabía dónde estaría la abertura para insertar la llave, pero se le ocurrió extenderla hacia la pared. En el momento en que hizo el movimiento, una parte de esta se iluminó, revelando una cerradura dorada. Insertó allí la llave y en la pared se materializó un gran portal de luz también dorada que miró con asombro antes de dar un paso dentro de él. Finalmente, lo atravesó, no sin antes tomar de nuevo la llave, lo que produjo que el portal se cerrase detrás de ella.
El lugar no era para nada bello. En el cielo brillaba un rojo sol poniente y todo alrededor se veía de un color cobrizo. A lo lejos se veía un edificio. Alejandra supuso que ese era el sitio donde Lilum estaba encerrada, por lo cual comenzó a correr hacia allí, sorprendiéndose de que podía hacerlo de manera más rápida de lo normal.
Cuando llegó, abrió la puerta con la misma llave que tenía en su mano, que parecía ser capaz de abrir todo. Había unos guardias en el pasillo, pero al ver a Alejandra llevando la misma, estos se quedaron quietos en donde estaban, pensando probablemente que estaba autorizada. Después de todo, ahora era la esposa del príncipe de los vampiros.
Avanzó sin problemas y trató de contactar a Lilum con la mente, o al menos intentaba sentir su presencia para poder encontrarla.
—¡Lilum! —pensó lo más fuerte que pudo.
Luego de unos instantes, esta le contestó débilmente.
—Ale... viniste. Estoy aquí abajo...
Caminó hasta el lugar donde sentía que se encontraba su compañera, y allí la vio, encerrada dentro de una oscura y horrible celda. Se hallaba en terribles condiciones, y era obvio que no había comido durante los últimos días.
—¡Lilum!, ¿te encuentras bien? —le preguntó, mientras abría la puerta de la celda.
—Voy a estar bien —contestó la pelirroja, esta vez moviendo sus labios, llevando luego su mirada horrorizada hacia ella.
—¿Lilum? ¿Qué pasa? —quiso saber Alejandra.
—No, no, no... no puede ser cierto —balbució de manera incoherente—. Dime que estoy soñando, dime que ese idiota no te ha convertido en uno de ellos.
—No entiendo —contestó Alejandra.
—¿Te dio de tomar su sangre? —preguntó Lilum.
—Sí, durante la ceremonia de la boda —fue la respuesta—. Pero no sentí ningún cambio después de ello.
—Por supuesto... la boda —comentó Lilum— Y luego bebió de tu sangre por completo, ¿no es cierto?
—Hmmm... no lo sé —contestó Alejandra—. Lo que pasó me resulta un poco confuso.
—Sí —confirmó Lilum—. Te ha convertido en uno de ellos, aunque sigues teniendo a la vez tu sangre de hada. Yo no he conocido ningún híbrido de ese tipo, pero según lo que me han contado... no quiero imaginarme lo que podría llegar a pasar si tu parte vampira predomina.
Alejandra estaba asustada.
—Pero, no me siento vampira —contestó—. Me siento rara, sí... un poco mareada y con los sentidos magnificados, pero no creo ser una de ellos.
—Eso es porque estás todavía en proceso de convertirte. Pronto te darás cuenta de lo que te digo. Ahora, debemos apurarnos y salir de aquí antes de que Nikolav descubra que has venido. Y yo iré al reino de las hadas para alertar a mi madre sobre lo sucedido, para que pueda prepararse para lo que se viene.