La noche se había deslizado rápidamente sobre el pueblo, envolviendo todo en un manto de sombras y misterio. Luna se encontraba sentada en su habitación, la luz de la lámpara parpadeando suavemente mientras intentaba procesar todo lo que había sucedido en el café. La imagen de Malek, con sus ojos rojos y su presencia intimidante, seguía persiguiéndola. Su declaración de que ella le pertenecía resonaba en su mente como un eco persistente.
Adriel había sido su salvador, la barrera entre ella y el peligro, pero la conexión entre ellos era aún un misterio para Luna. ¿Quién era realmente? La pregunta la atormentaba. Fue entonces cuando escuchó un ligero golpe en la ventana. Giró la cabeza y, para su sorpresa, vio la figura de Adriel, con la luz de la luna iluminando su rostro pálido y etéreo.
Luna abrió la ventana, sintiendo que una ráfaga de aire frío llenaba la habitación.
—¿Adriel? —dijo, incapaz de ocultar su sorpresa. —¿Qué haces aquí?
—Necesitamos hablar —respondió él, entrando sin esperar invitación. La forma en que se movía, como si fluyera en lugar de caminar, la dejó sin aliento. —Sobre Malek y sobre ti.
Luna se sintió abrumada nuevamente. Con un gesto, le indicó que se sentara en la cama mientras ella tomaba una posición más cómoda en una silla cercana.
—Lo que dijiste en el café… lo de protegerme… —comenzó Luna, pero Adriel la interrumpió.
—Lo que ocurrió hoy fue solo un vistazo de lo que está por venir —dijo, su tono grave. —Malek no se detendrá hasta que te encuentre. Hay fuerzas en movimiento que ni siquiera imaginas.
Luna sintió que su corazón se aceleraba. —No entiendo. ¿Por qué yo? ¿Qué hay de especial en mí?
Adriel tomó aire, sus ojos oscuros como la noche la miraron fijamente. —Tu sangre tiene un legado que se remonta a tiempos antiguos. Tu linaje… está entrelazado con el nuestro, de una manera que no comprendes del todo. Hay una razón por la que Malek está interesado en ti.
Luna frunció el ceño. —¿Qué tipo de legado? ¿Qué significa eso?
Adriel se reclinó hacia atrás, como si buscaran las palabras correctas. —Vampiros como yo han existido durante siglos, y en ese tiempo, algunos han encontrado formas de atar sus vidas a las de los humanos a través de la sangre. Algunos linajes son más fuertes que otros, y tú, Luna, eres parte de uno de esos linajes. Tu sangre contiene un poder que podría cambiar el equilibrio entre nuestras razas.
—¿Poder? —repitió Luna, sintiéndose completamente desorientada. —¿Y qué se supone que debo hacer con eso?
—Protegerlo —respondió Adriel, su voz grave y seria. —Debes aprender a controlar lo que llevas dentro. Si no lo haces, Malek y otros como él no dudarán en aprovecharse de ello.
—¿Controlar? —preguntó Luna, intentando procesar todo. —No sé nada sobre vampiros o sobre mi sangre. Solo soy una chica normal.
Adriel se acercó un poco más a ella, su mirada intensa. —Eres más que normal, Luna. Eres parte de algo antiguo, algo grande. No estás sola en esto. Hay otros que te apoyarán, pero primero debes entender qué es lo que llevas dentro.
Luna sintió una mezcla de miedo y emoción. La idea de ser parte de algo más grande era abrumadora. —¿Y tú? ¿Por qué eres diferente? ¿Por qué decides ayudarme?
Adriel sonrió débilmente, una tristeza en sus ojos. —Porque te necesito. Y porque… —su voz se desvaneció por un momento. —Porque creo en ti.
Luna sintió que su corazón latía más rápido. La intensidad en sus ojos la hacía sentir cosas que no comprendía. Era como si toda su vida la hubiera llevado a este punto, a este momento en el que Adriel estaba ahí, ofreciéndole su ayuda y protección.
—¿Qué debo hacer? —preguntó finalmente, dispuesta a enfrentar el camino que tenía por delante.
Adriel se recostó un poco, pareciendo pensarlo. —Primero, debemos entrenarte. Hay una conexión que debes aprender a dominar. Hay formas de protegerte, y debo enseñarte a reconocer lo que eres y lo que puedes llegar a ser.
—¿Entrenarme? —Luna repitió, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir por su cuerpo. —¿Qué tipo de entrenamiento?
—Todo dependerá de ti. Necesitarás aprender a controlar tus emociones, tus instintos, y a conectarte con tu linaje. Te enseñaré a sentir y a canalizar el poder que llevas dentro.
Luna sintió una mezcla de excitación y miedo. La idea de entrenarse para convertirse en algo más que humana era asombrosa, pero también aterradora. —¿Y si no puedo? —preguntó, su voz temblando.
—Tienes que intentarlo. El futuro no te espera —dijo Adriel, y por un instante, sus ojos destellaron con una luz inusual. —¿Estás lista para empezar?
Luna tomó aire, sintiendo que una chispa de determinación comenzaba a arder en su interior. —Sí —respondió con firmeza. —Estoy lista.
Adriel sonrió, y por un breve momento, la tensión se disipó. —Entonces, comencemos.
Salieron al exterior, la noche fresca envolviéndolos. La luna estaba alta, iluminando su camino mientras caminaban hacia el bosque cercano. Las sombras danzaban entre los árboles, y la atmósfera estaba impregnada de una energía inquietante.
—¿Qué haremos aquí? —preguntó Luna, mientras se adentraban en el bosque.
—Este es un lugar seguro —respondió Adriel. —Aquí es donde comenzaremos a desbloquear tu poder.
Se detuvieron en un claro, rodeados de árboles altos que parecían susurrar entre sí. Adriel se volvió hacia Luna, su expresión se tornó seria nuevamente.
—Primero, debes aprender a confiar en tus instintos. Tu poder está conectado a tus emociones. Cierra los ojos.
Luna lo miró con duda, pero finalmente asintió y cerró los ojos. Se concentró en su respiración, sintiendo el aire fresco llenando sus pulmones. La calma la envolvió, y de repente, una sensación de conexión comenzó a surgir dentro de ella.
—Ahora, siente la energía que te rodea. Visualiza cómo se despliega a tu alrededor, cómo te envuelve. Eres parte de esto, Luna.