La noche seguía avanzando, y el bosque, con su atmósfera mágica, se convirtió en el escenario de un intenso entrenamiento. Luna y Adriel habían estado allí durante horas, y aunque su cuerpo comenzaba a sentir el cansancio, su mente estaba más despierta que nunca.
—Vamos, Luna. Conéctate de nuevo —dijo Adriel, su voz firme pero alentadora.
Luna cerró los ojos una vez más, concentrándose en la energía que había aprendido a sentir. En el silencio del bosque, podía escuchar el murmullo de las hojas, el canto lejano de un búho, y el latido de su propio corazón resonando en sus oídos. Todo parecía vibrar con vida.
—Recuerda, no solo se trata de sentir —continuó Adriel, acercándose un poco más. —Es también sobre dirigir esa energía. Tienes que aprender a enfocarla.
—¿Y si no puedo? —preguntó Luna, la inseguridad brotando de nuevo en su pecho. —¿Qué pasa si no soy capaz de hacerlo?
Adriel se acercó un poco más, su rostro a solo unos centímetros del suyo. La cercanía hizo que una corriente de electricidad recorriera su cuerpo, y Luna sintió que se ruborizaba. —Confía en ti misma, Luna. Tu linaje es fuerte. Nunca subestimes lo que llevas dentro.
La intensidad de su mirada la hizo sentir valiente, y un nuevo impulso brotó dentro de ella. Se concentró de nuevo, esta vez más decidida. Visualizó la energía como un río fluyendo a través de su cuerpo, y al exhalar, sintió cómo esa energía se desbordaba.
—Bien, muy bien —murmuró Adriel, observando con atención. —Ahora, intenta dirigirla hacia adelante. Piensa en un objetivo, algo que desees alcanzar.
Luna abrió los ojos, sintiendo cómo la energía que había canalizado comenzaba a expandirse. En su mente, visualizó un pequeño árbol a unos metros de distancia, un pino joven con ramas delgadas. Con determinación, alzó la mano hacia el árbol.
—¡Ahora! —exclamó Adriel.
Luna exhaló, y una chispa de luz brotó de su palma, dirigiéndose hacia el árbol. Para su asombro, la energía se manifestó como una pequeña corriente de luz brillante que iluminó la oscuridad. El árbol comenzó a brillar suavemente, como si hubiera cobrado vida.
—Lo hiciste, Luna —dijo Adriel, su voz llena de emoción. —Eso es. Estás aprendiendo a dirigir tu poder.
Luna sintió una risa de alegría burbujear en su pecho. La idea de que tenía un poder dentro de ella, algo que podía manipular, era increíble. Pero, incluso en medio de su éxito, no podía evitar que el pensamiento de Malek la invadiera.
—¿Qué pasará si él vuelve? —preguntó, el temor surgiendo de nuevo. —¿Y si no estoy lista para enfrentar a Malek?
Adriel se acercó un paso más, su mirada firme. —Te enseñaré a defenderte, a luchar. No dejaré que él te haga daño. Pero necesitas confiar en ti misma y en tus habilidades.
La determinación en su voz resonó profundamente en Luna. Era como si su propio deseo de protección se entrelazara con la fuerza de Adriel, creando un lazo de conexión y apoyo que la hacía sentirse invencible.
—Voy a confiar en mí misma —afirmó, y en su corazón, una llama de valentía comenzó a arder.
Adriel sonrió, y la luz de la luna iluminó su rostro, destacando las facciones marcadas que la habían cautivado desde el primer momento. Había algo en su presencia que la hacía sentir viva, pero también insegura. ¿Qué significaba eso?
—Hagamos una pausa —sugirió Adriel, llevándola a un claro donde un pequeño arroyo serpenteaba entre las rocas. Se sentaron en la orilla, la frescura del agua reflejando la luz de la luna.
Luna miró las aguas cristalinas, sintiendo la tranquilidad que ofrecía el lugar. —Dime más sobre mi linaje —pidió, la curiosidad superando el miedo.
Adriel se giró hacia ella, su expresión cambiando a una más seria. —Tu linaje es uno de los más antiguos, y a lo largo de los años, se ha mantenido en la oscuridad. Muchos vampiros han buscado su poder, y Malek es uno de ellos.
—¿Qué le da poder a mi sangre? —preguntó Luna, intrigada. —¿Y por qué es tan importante para ellos?
—Se dice que algunos linajes están conectados a la vida misma —comenzó Adriel, su voz resonando con un eco antiguo. —Tu sangre tiene el potencial de abrir puertas a otras dimensiones, a otras realidades. Aquellos que puedan acceder a ese poder pueden alcanzar una fuerza inimaginable. Por eso Malek te busca.
Luna se sintió sobrecogida. La idea de que su sangre tuviera tal significado era abrumadora. —¿Y cómo se supone que voy a manejar todo eso?
Adriel se inclinó hacia ella, sus ojos reflejando la luz de la luna. —Te ayudaré a controlarlo. Pero debes estar dispuesta a aprender. Esto no solo trata de poder, Luna. También se trata de responsabilidad.
—Responsabilidad… —repitió Luna, sintiendo el peso de sus palabras. —¿Y si fallo?
—No puedes pensar así. Cada paso que tomas es un aprendizaje. Y estaré aquí contigo en cada uno de ellos —le aseguró Adriel, su mano rozando suavemente la suya.
Esa simple conexión hizo que el corazón de Luna latiera más rápido. Las palabras de Adriel resonaban con una sinceridad que la envolvía. La cercanía entre ellos crecía, y con ella, la atracción que había comenzado a formar un lazo inexplicable.
—¿Qué pasará cuando Malek vuelva? —preguntó Luna, sabiendo que la confrontación era inevitable.
Adriel se puso serio de nuevo, su mirada endureciéndose. —Cuando llegue el momento, tendrás que estar lista. Nos enfrentaremos a él juntos. No voy a permitir que te haga daño.
Luna asintió, sintiendo la convicción en su voz. Pero también sentía la presión de lo que estaba en juego. Su vida, su futuro, todo dependía de las decisiones que tomara en los próximos días.
—No quiero ser una carga para ti —dijo, el miedo deslizándose de nuevo por su voz. —Ya has hecho tanto por mí.
Adriel se movió un poco más cerca, sus ojos fijos en los de ella. —Eres todo menos una carga. Eres especial, Luna, y estoy aquí porque creo en ti. No te lo digo solo porque lo necesitemos, sino porque lo siento.