El amanecer trajo consigo un cielo claro, pero la tristeza se cernía sobre el refugio. La comunidad había sufrido pérdidas significativas en la batalla contra Noctis, y el eco de sus risas y canciones ahora se había desvanecido, reemplazado por un silencio sombrío. Luna, con su corazón pesado, se levantó temprano, sintiendo que debía hacer algo para ayudar a sanar las heridas que habían dejado la oscuridad.
Al salir de su habitación, se encontró con Adriel, quien la esperaba en el umbral, su rostro grave pero decidido.
—Sabía que estarías aquí. —Luna sonrió débilmente, apreciando su presencia.
—No podemos dejar que la tristeza nos consuma. Necesitamos encontrar una manera de honrar a nuestros amigos caídos y reconstruir nuestra comunidad —dijo Adriel, mientras ambos caminaban hacia la sala principal.
La sala, que solía ser un lugar vibrante de energía, ahora estaba llena de guerreros cabizbajos. Al entrar, Luna sintió cómo el aire se volvía más denso con el dolor compartido. Selene estaba de pie frente a un altar improvisado, donde habían colocado los recuerdos de aquellos que habían perdido: fotos, flores y objetos que representaban sus vidas.
—Queremos recordar a los que ya no están —dijo Selene, su voz temblando. —Pero también debemos encontrar la forma de sanar y seguir adelante.
Luna se acercó, sintiendo el peso del deber sobre sus hombros. —Tal vez podríamos organizar un ritual de recuerdo. Una ceremonia donde podamos compartir historias sobre ellos, celebrar sus vidas y recordar que su luz siempre estará con nosotros.
La idea resonó en el corazón de los guerreros, y pronto comenzaron a hablar sobre cómo podrían llevar a cabo el ritual. Se decidió que cada guerrero compartiría una historia sobre un amigo caído, un recuerdo que encapsulara su esencia.
El día del ritual llegó, y la comunidad se reunió al atardecer, creando un círculo alrededor del altar. El sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados, un recordatorio de la belleza que aún existía a pesar del dolor.
Luna fue la primera en hablar. Se tomó un momento para respirar profundamente, recordando a su amigo perdido. —Quiero hablar sobre Jasper, quien siempre estaba dispuesto a hacer reír a todos. Recuerdo una vez que organizó una broma en el entrenamiento y todos terminamos riéndonos en lugar de practicar. Su luz era contagiosa, y siempre encontró la manera de alegrar incluso los días más oscuros.
Mientras compartía sus recuerdos, Luna vio cómo otros comenzaban a abrirse. Uno a uno, los guerreros compartieron historias sobre aquellos que habían caído. Las risas se entrelazaban con las lágrimas, y la comunidad comenzó a encontrar consuelo en la unión de sus recuerdos.
Selene habló de su amigo Gideon, quien había sido un gran estratega y mentor. —Él siempre decía que la luz nunca debe apagarse, incluso en los momentos más difíciles. Su sabiduría nos guiará, y siempre lo recordaremos con amor.
La atmósfera se fue transformando, y aunque el dolor seguía presente, también había un renovado sentido de esperanza. Después de que todos compartieron sus historias, Luna se dirigió al altar.
—Hoy hemos honrado a nuestros amigos, y sus luces brillan en nuestros corazones. No dejemos que la oscuridad nos divida. En su memoria, prometamos seguir adelante, no solo como guerreros, sino como una familia.
Con esas palabras, un nuevo entendimiento llenó el aire. La comunidad se unió en un abrazo colectivo, compartiendo un momento de paz. Era un recordatorio de que, aunque la pérdida era dolorosa, la luz de aquellos que se habían ido continuaría iluminando su camino.
A medida que la noche se hacía más oscura, Luna sintió que una nueva determinación crecía dentro de ella. Decidieron que, además de recordar a los caídos, también trabajarían en su fortaleza como comunidad. Se organizarían en grupos para continuar el entrenamiento, fortaleciendo no solo sus habilidades, sino también sus lazos.
—Necesitamos estar preparados para cualquier desafío que pueda surgir. No podemos permitir que la sombra vuelva a desestabilizarnos —dijo Adriel, mientras los guerreros se dispersaban para organizarse.
Luna se sintió reconfortada al ver la energía renovada de su comunidad. A pesar de la tristeza, había un propósito que los unía. Juntos, comenzaron a entrenar más duro, formando grupos y creando estrategias.
Días después, mientras entrenaban, Luna notó un cambio en el ambiente. Había una sensación de unidad, de confianza. Se sentían más fuertes, y la luz que llevaban dentro comenzaba a brillar nuevamente.
Una tarde, mientras practicaban habilidades de combate, un grupo de guerreros regresó de una misión de exploración. Traían noticias de que la sombra de Noctis aún estaba activa en el bosque, esparciendo rumores de su regreso.
Luna se reunió con Adriel y Selene en la sala principal para discutir los informes. —No podemos ignorar esto. La oscuridad sigue presente, y debemos estar listos —dijo Selene, su expresión grave.
Adriel asintió. —Necesitamos prepararnos para la posibilidad de un nuevo ataque. La comunidad se ha vuelto más fuerte, pero no podemos permitir que la complacencia nos venza.
—Podríamos realizar patrullas en el bosque para monitorear cualquier actividad sospechosa. No podemos permitir que Noctis o sus seguidores se aprovechen de nuestra vulnerabilidad —sugirió Luna, su mente trabajando en soluciones.
Decidieron dividirse en grupos para cubrir más terreno y establecer una red de vigilancia. Con cada día que pasaba, la comunidad se fortalecía y se preparaba para lo que podía venir. Aunque la sombra aún acechaba, su luz se estaba volviendo más brillante.
Esa noche, mientras se reunían alrededor de la fogata, Luna reflexionó sobre el viaje que habían emprendido. Habían enfrentado la oscuridad, habían perdido a amigos, pero también habían encontrado la fuerza en su unidad.
—Estamos juntos en esto, y no importa lo que venga, nunca dejaremos que la luz se apague —dijo Luna, mirando a sus compañeros guerreros con determinación.