Capítulo 28:
Alma maldita
Danna
La casa no es en nada a lo que recuerdo. Realmente la casa está comprendida por la planta baja y el primer piso; sólo hay tres habitaciones, la cocina y el recibidor. Es bastante pequeña, en comparación a la casa en la que me encuentro ahora.
Hay más de un pasillo y muchas habitaciones, es como si fuera un laberinto. Me aferro a la mano de Ema que no me ha abandonado ni un momento, e intento abrir algunas de las habitaciones pero están cerradas. No comprendo cuál es el juego de Danny y ya me estoy exasperando, ¿por qué no termina con este maldito juego de una vez?
Seguimos andando por el tétrico laberinto, escucho voces muy distantes, pero, aún así, puedo percibirlas. Corro por dónde creo provienen las voces, llevándome de rastras a Ema. A medida que avanzo por el pasillo, siento que estamos en el mismo lugar. Aunque mi pulso está acelerado y mi respiración entrecortada me detengo, miro tras de mí y no hay nada, sólo un vacío oscuro, como si a medida que avanzo las paredes y pasillo desaparecieran en la oscuridad.
Las voces continúan, Ema me jala por el brazo y me hace continuar. Las paredes lloran sangre y me dan ganas de vomitar, ¿no podía encontrar otra forma de asustarme que no incluyera tanta sangre?, aparte de que mi gemela es psicópata, también le gustan los escenarios dramáticos; como si no fuera suficiente con hacer un mínimo ruido para hacerme temblar del susto.
Me detengo en una de las puertas y forcejeo con ella hasta abrirla, una vez dentro dejo que el aire salga de mis pulmones y me dejo caer en el suelo. Ema me observa mientras intento calmarme, siento como las venas me laten dentro de la piel por la adrenalina y el miedo.
Sólo quiero cerrar los ojos, pensar que estoy en una pesadilla y que al despertar todo habrá pasado. Pero no es así, Ema está frente a mí con cara incrédula. Suspiro de manera exagerada y me pongo en pie, observo a mí alrededor y me quedo con la boca abierta: estamos en la cocina. ¿Cómo es posible?, ¿qué hacemos en la cocina, si estábamos en la planta de arriba?
Giro bruscamente en busca de la puerta por la cual habíamos entrado, pero ya no está, como si nunca hubiéramos pasado por ella. Detrás de mí sólo está una enorme nevera blanca de dos puertas, todavía con fotografías de mi hermana y sus tres hijos.
—¿Cómo llegamos aquí?
—No lo sé— mi pequeña sobrina, Ema, se encoje ligeramente de hombros.
Estoy aterrada y enojada, Danny está jugando conmigo.
Me había olvidado de las voces, que ahora son má audibles; provienen de la sala. Camino despacio intentando no hacer ruidos y me asomo por la puerta; quiero estar preparada para lo que pueda haber en la
sala, no necesito otro susto. Entonces, cuando me asomo para mirar, Ema me empuja fuera de la cocina y casi me impacto contra la pared.
—¿Danna, qué haces aquí? —es la voz de Cristal. Le dedico una mirada asesina a Ema y una sonrisa escalofriante se dibuja en sus labios.
Aparto la vista de ella y busco a Cristal con la mirada. Está en el medio de la sala con su madre y Nick. Los tres me miran con los ojos desorbitados.
—¿No te dije que te quedaras con Thomas? —me reprocha Estela.
—Sí —respondo intimidada —pero, Danny fue al hospital y casi mata a Thomas.
—¿Qué? —se alarma Nick.
—Dijo que si venía no lo lastimaría.
—Podías haber avisado —indica Cristal.
—Sí, claro, Thomas convulsionando y yo hablando por teléfono —digo con sarcasmo.
—Tienes razón —Estela luce cansada. Al igual que Cristal y Nick —. Hay que preparar la casa, ella es muy fuerte…
—¿Dónde está Amaia? —la interrumpo.
—En alguna parte de esta casa —la voz de Nick es monótona.
—Iré a buscarla —digo decidida. No puedo pensar en otra cosa que en Amaia, no puedo permitir que Danny le haga algo malo.
—Te acompañaré —la voz de Nick es arrogante y decidida.
—No. Ustedes saldrán de aquí —le sostengo la mirada. Él junta las cejas, sus ojos azules me miran con dureza y la mandíbula tensa. Convencerlo de salir no será nada fácil.
—No —la voz tajante de Nick hace eco en mis oídos.
Veo a Cristal y aunque no ha intervenido en nuestra pequeña discusión, sé que, al igual que su hermano, no accederá a irse. Miro a Estela en busca de ayuda y ella parece entender mi situación. Respiro profundo.
—Nick, tengo que ir sola —comienzo a decir despacio —, la vida de Thomas y la de Amaia están en juego. No puedo permitir que algo les ocurra. Necesito que lo entiendas —las lágrimas me amenazan con salir, pero no quiero llorar, eso sólo provocará que él se dé cuenta lo aterrada que estoy, y así será imposible hacer que se vaya—, tienes que salir de aquí.
—Protegeremos la casa desde afuera e intentaremos protegerte —la preocupación surca el rostro de Estela, y sé que las cosas no están nada bien.
—Si veo que las cosas van mal, entraré —esa es su condición, y no tengo más que aceptarlo.