Sangre Maldita. Más allá de la Muerte 1

Capítulo 11: “Ella”

Capítulo 11:

“Ella”

 

Danna

Han pasado casi tres semanas desde la muerte de mi hermana Elena y mi sobrina Ema. Largas y difíciles semanas. Un caos total. Con el cambio de colegio de los niños, lograr que aceptaran a Manuel en la escuela no fue nada fácil, estamos casi que a medidos de enero y en estas fechas no inscriben a nadie en los colegios. Pero la madre de Alexis me ayudó con eso. Amaia se ha estado haciendo cargo de Nina mientras me ocupó de la floristería, y me vuelvo loca con las cuentas y los gastos que se avecinan.  

Desde que vivo sola únicamente he tenido que preocuparme por mis propios gastos, la universidad, la  casa, el auto y el negocio que me dejó la tía, pero ahora que las cosas han cambiado, drásticamente, los gastos se incrementan.  

Cuidar de dos niños va más allá de los gastos monetarios: hay que dedicarles tiempo, estar allí cuando más me necesiten, el colegio, los permisos, etc. y habrá un momento en que tendré que tocar temas que aún son tabúes para ellos. 

He estado pensando mucho en la idea de consultar a una bruja, lo que vi en el entierro de mi hermana y su  
hija aún me desconcierta.

Hasta ahora nada extraño ha vuelto a ocurrir (y no es que espere a que ocurra algo). Todavía no tomo la decisión de ir a ver a la madre de Cristal, y si las cosas siguen igual, como hasta ahora, dudo mucho en que la visite algún día por razones de brujería; cosa en la que nunca he creído, pues, a mi parecer, son pura charlatanerías.  

Las personas que se dedican a eso se fuman un tabaco, e inician haciendo preguntas, tales como: ¿te ha dolido la cabeza últimamente? ¿Te has sentido cansado o fatigado? Cosas que de un día para otro puedes llegar a sentir por el simple agite del día a día, por el simple stress, pero que decoran con un medio espiritual para que parezca real y así poder estafar a todo aquel idiota que se crea la historia. 

Es sábado, preparo el desayuno mientras mis dos sobrinos siguen dormidos.  

Son las 7:00 de la mañana, ya Amaia debe estar por venir para llevarse a mis sobrinos de paseo por la ciudad junto a su ahora novio Thomas, mientras trabajo en la floristería. Tengo que abrir la tienda a eso de las 9:00 a.m. 

El plato cae de mis manos al momento de escuchar los gritos desgarradores de Nina.  

De ida a la habitación, me golpeo el dedo gordo del pie izquierdo con uno de los sofás, por lo que tengo que ir cojeando hasta la recámara.  

Abro la puerta de un solo golpe, Nina grita pegada contra la pared y con la mirada fija al final de la habitación. Sigo la trayectoria de su mirada. La sangre se me hiela en las venas, mi cuerpo se paraliza por completo, no puedo creer lo que estoy mirando. 

Al final de la habitación está una niña de la misma edad de Nina, y lo sé porque es como ver una foto mía cuando tenía cinco años, pero, con una mirada  
impregnada de odio y una sonrisa maquiavélica.  

Nina no para de gritar y yo no puedo moverme. Unas manos frías me hacen estremecer el cuerpo, cuando volteo es Manuel. Seguramente los gritos de Nina lo  
despertaron. 

—¿Qué pasa tía? —aún está en pijama. 

—Hay alguien en la habitación —tartamudeo muerta de miedo, mientras señalo el lugar donde se supone debe estar esa niña que es idéntica a mí. Pero ya no está. Se ha esfumado, ya no está. 

Él se acerca a Nina y la toma entre sus brazos para tranquilizarla. 

—¿“Ella” estaba aquí? —pregunta atemorizado. 

—Sí. Creo que sí —odio haber tenido que admitir que esa tal “Ella” estuvo hace unos escasos segundos frente a mí. Tocan la puerta principal y se me acelera el pulso. Maldición tengo los nervios de punta. 

Cuando abro veo a Amaia con una radiante sonrisa que se esfuma al ver mi rostro pálido y atemorizado.

—¿Por qué estás tan pálida? 

—No me vas a creer. Pasa. 

Manuel y Nina se dirigen a la cocina y Amaia va directo donde ellos, toma a mi sobrina en los brazos y ve que Nina aún tiene los ojos rojos y en sus mejillas quedan rastros de lágrimas. 

—¿Qué le paso a la nena? —dice haciéndole cariño. 

—Vimos a alguien en la habitación —le cuento la alocada situación que acabo de vivir. 

—¿Cómo? ¿Un fantasma? —pregunta Amaia con una extraña mueca en el rostro. Y, obviamente, no me cree ni la “o” por lo redonda. 

—Pues, sí —digo no muy convencida, pues, realmente suena estúpido. 

—Son tonterías. Los fantasmas no existen, Danna —me asegura. 

Pero, si no existen, ¿entonces qué fue lo que Nina y yo vimos hace instantes? Siento que estoy en medio de una encrucijada, entre lo que es real y lo que no, y odio sentirme así. 

—Sí, yo creía lo mismo. 

Después de una larga charla que me da sobre la existencia de fantasmas y que todo ha sido producto de mi imaginación, termina por llevarse a los niños.  

Según lo que entendí entre las palabras que balbuceaba desde el auto, ella y Thomas llevarían a mis sobrinos a un día de campo.  



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En el texto hay: posesion, brujeria magia, fantasmas y maldiciones

Editado: 09.09.2020

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