Capítulo 13:
Advertencia
Danna
Es una mañana hermosa del día domingo, ideal para vender flores y visitar a aquellos que ya se han ido. Pienso llevar a los niños al cementerio, pues, desde el entierro no hemos vuelto allí. No he tenido el valor de volver, menos con los niños, todo ha sido tan reciente que no lo he considerado prudente.
Amaia pasó temprano por Manuel y Nina, los mantendrá entretenidos unas horas mientras me encargo de la tienda.
Estoy arreglando dos ramos de flores, uno para Ema y otro para Elena, cuando de repente escucho su voz.
—Danna.
Los vellos se me erizan de los pies a la cabeza, la sangre se me hiela en las venas, el corazón se me agita como si tuviera un ataque de taquicardia. Siento mis piernas temblar y que se desplomaran en cualquier momento. Volteo lentamente, me aterra el hecho de tener que verla, creo que estoy dispuesta a cualquier cosa antes que mirar a mi hermana muerta. Y no me equivoco, es ella.
—¿Elena? —apenas y puedo pronunciar su nombre.
Lleva puesto su convencional traje ejecutivo, el que siempre usaba para el trabajo. El mismo traje que tenía cuando la vi en medio de la carretera. Sólo que en ese momento no la detallé lo suficiente, pero ahora su aspecto me aterra. Sus pálidas piernas marcadas por arañazos superficiales, sus labios pálidos, sus ojos apagados y sombríos, su rostro es un perfecto maquillaje de Halloween. En su cabello recogido ya no se distingue muy bien el color chocolate, con tanta sangre cayendo sobre sus hombros.
Con esto, me doy cuenta de que aún no sé exactamente qué le ocurrió a Elena, ¿cómo murió mi hermana? Las lágrimas anegan mis ojos, mi cuerpo está temblando y no es por el miedo de tenerla frente a mí, es por la forma en que se encuentra, es por lo incierto de su muerte, es por simple la impotencia de no saber qué hacer.
Ema se aferra a su madre ocultando medio cuerpo detrás de mi hermana, su aspecto es muy similar al de Elena, sólo que Ema sangra por el cuello. Verla así me parte el alma. Tiene las manitas arañadas y ensangrentadas, y su bata de dormir está cubierta con su propia sangre.
Cuando las vi a ambas en la morgue no observé rastros de heridas, como las que veo ahora; tampoco es que hubiera estado en condiciones de fijarme en detalles.
—No llores Danna, ya no hay nada que hacer —su voz es tan diferente a cómo la recordaba, posee un extraño sonido sobrenatural. Pero, aun así, la entiendo perfectamente. Estoy cohibida, quiero decir tantas cosas y simplemente no puedo, las palabras mueren en mi garganta.
—Necesito que me escuches —no respondo, es como si tuviera la mandíbula tiesa sin permitirme articular palabras —. Debes cuidar a Manuel, Nina y a ti misma de Danny.
Ese nombre. Es el mismo de mis desvariados recuerdos. ¿Quién es? —pienso preguntar, pero mis labios no se mueven.
—Ella quiere lastimarte a ti y a mis hijos. No permitas que le hagan lo mismo que a mí; no pude salvar a Ema. Tienes que protegerlos. Ella es tu gemela, murió cuando ambas tenían 5 años.
—¿Cómo? —las palabras salen disparadas de mi boca.
—Nadie se lo explica. Tú también estabas muerta, y luego volviste.
—No entiendo.
—Mamá hizo que lo olvidaras —ella y Ema comenzaron a desvanecerse.
—No te vayas, tienes que explicarme más —le suplico.
—Ya se me acaba el tiempo. Ella viene por mí.
—No se vayan —grito, pero ya han desaparecido.
Todo lo que dijo es una locura, tiene que serlo. ¿Qué estupidez es esa de que tuve una hermana gemela? ¿De qué es responsable mi madre? Mi cabeza está hecha un lío. De repente, unas manos fuertes me sostienen pero no veo a nadie. Trato de soltarme, pero no lo logro.
Abro los ojos exaltada, respiro tan rápido que mi pecho duele y Nick está frente a mí, con sus hermosos ojos azules reflejando preocupación.
—Estabas gritando —dice.
—¿Ah, sí? Creo que tuve una pesadilla —me incorporo tambaleante— ¿y los niños?
—Desayunando.
—¿Tan temprano? ¿Qué hora es?
—Las seis de la mañana. Nina no durmió en casi toda la noche, estuvimos viendo películas hasta ahora.
Me tapo la cara con las manos. Que vergüenza con Nick.
—¿Por qué no me despertaste?
—Nina y yo acordamos que necesitabas descansar —él camina hacia la puerta.
—Me lavo la cara y les acompaño —les participo dirigiéndome al baño.
—Bien.
Mi reflejo en el espejo, es para dar miedo. Mi cabello es un completo desastre, tengo marcas sombrías debajo de los ojos —eso quiere decir que no he dormido nada —me lavo la cara y cepillo mis dientes. Cepillarme el cabello es todo un reto, pero, al final, logro darle un poco de forma.
En la cocina Nick me prepara algo para desayunar.
Nina y Manuel comen en silencio su cereal. Me siento, los observo, y la pesadilla viene a mi tan clara y espectral como hace unos minutos.