Capítulo 15:
Casa de Elena
Danna
Todo el cuerpo me duele. Siento que estoy acostada en un témpano de hielo. Me incorporo lentamente apreciando que dormí en el piso entre la cocina y la sala. Recuerdo todo lo ocurrido y es como si hubiera sido una pesadilla.
Mi celular suena en alguna parte de mi habitación, me levanto y corro antes de que se corte la llamada. Mi bolso está encima de la cama, lo abro, saco todo lo que tiene dentro y, entre tantas cosas, encuentro mi celular, contestándolo de inmediato.
—Sí, hola.
—Buenos días, Danna.
—Buenos días, señora Flavia, ¿cómo está?
Que sean buenas noticias.
—Bien, cariño. Te llamo para avisarte que el padre de los niños se comunico conmigo. En vista de que ya él había firmado la documentación, y accedió a que fueras tutora legal de los niños, vamos a concretar una cita para establecer horarios de visita. No se quedo muy tranquilo con eso, pero lo puedo manejar. No te preocupes —explica Flavia en un tono fluido y
profesional—. Te estare llamando para darte la fecha en que nos reuniremos con él.
—Ok. Muchas gracias. Estaré pendiente, entonces.
—Hasta luego, cariño.
Me dejo caer en la cama; al menos son buenas noticias. Dentro de lo que cabe, permanecer ausente como lo ha hecho todos estos años sería magnífico. No se puede tener lo que se quiere en la vida.
Miro el techo dejando que mi mirada se pierda en el color caoba, y recuerdo su mirada fría y oscura sobre mí. Me llamó hermana, eso quiere decir que sí tuve una hermana gemela, eso quiere decir que Elena no se equivocó en mis sueños. Todo es real.
Escucho pasos acercándose a mi habitación y mi cuerpo se tensa; se ha vuelto un hábito en mí asustarme hasta con el sonido del viento.
—Tía —escucho la voz de Manuel que me llama y se asoma por la puerta.
—¿Sí?
—Ya es tarde y debo ir a la escuela.
—¡Oh, cierto! Me cambio y salimos.
—Ok.
Se me había olvidado por completo que era lunes. Cierro apresurada la puerta del baño, cepillo mis dientes con ferocidad y me despojo de la ropa; el agua está helada y mi cuerpo tiembla al contacto.
Minutos más tarde, me estoy vistiendo con lo primero que encuentro en el closet, y salgo a toda prisa de mi
habitación.
Manuel y Nina me esperan sentados en el sofá; ella también está uniformada para ir al jardín de infancia. Había olvidado que ella comenzaría a asistir hoy al colegio donde estudiarán ambos. Enciendo el auto y
salimos a la carrera.
—Soy un desastre. Ni siquiera les prepare el desayuno —doy golpesitos en el volante.
—Comimos cereal —dice Nina desde el puesto de atrás. Lleva el cabello recogido en una coleta y un extravagante lazo rojo. Tuvo que habercelo puesto Manuel.
—Lo estas haciendo bien tía, eres la mejor —me elogia Manuel.
—La mejor tía del mundo —apremia Nina emocionada.
—Gracias mis amores —le pellizco la mejilla a Manuel.
—Lo que sí es que necesitamos dinero para la merienda —dice Manuel.
Ya en el colegio dejo a Manuel en su aula, hablo un momento con su nueva maestra y le explico la situación.
El poder que mejo mi hermana y que el padre de los niños firmo, y aun no entiendo la razón. Me permite inscribirlos en la escuela, pero no puedo negar su
existencia.
Luego voy a la de Nina. La madre de Alexis está en la puerta recibiendo a los niños y me sonríe al verme. Es una mujer bajita y de risado cabello. Agradable sonrisa y muy amable.
—Bueno días, Danna. Pensé que no la traerías.
—Me quedé dormida, tuve una mala noche.
—¿Estás lista para entrar? —le pregunta a Nina, quien se esconde detrás de mí.
¿Dónde está Amaia cuando la necesito? Este es el momento en que Nina comenzará a llorar por tener que quedarse con desconocidos.
—No —dice Nina con los brazistos cruzados sobre el pecho y los labios fruncidos—. Yo quiero mi otra escuela.
—Nina, tienes que entrar. Vas a hacer muchos amigos nuevos, eso te va a encantar —le digo con mi mejor sonrisa.
—No me gusta —replica la niña.
—Ni siquiera has entrado. —Me posiciono de cuclilla y dejo que mis manos acaricien sus hombros—. Nina, tu otra escuela queda muy lejos, además, ¿Cómo va a cuidarte Manuel, si él esta aquí y tu en otro lugar? Vamos, solo tienes que darle una oportunidad —. Agarro su cara entre mis manos, y junto nuestras fuentes, eso la hace reir—. Por favor. ¿Sí? ¿Sí?
—Ta bien —murmuran sus delgados labios sonrosados. Dejo besos en sus mejillas y en la frente.
—Gracias, mi pequeña —me levanto y la tomo de la mano para hacerla avanzar hacia la entrada del salón—. Portate bien, te quiero.