Son las 6 de la mañana y el reloj ya sonó avisándome que debo levantarme para ir al trabajo. Me levanto estirándome las extremidades y tronándome el cuello, que se siente tenso, quizá por la postura que adquirí al dormir, o tal vez por quedarme hasta las 2 a. m. viendo mi k-drama favorito. En fin, corro de inmediato al refri y lo asalto con jamón, queso, pan y algo de mayonesa; lo poco que queda de jugo de uva lo tomo directo del bote.
Voy al sanitario, vacío mi vejiga, me lavo los dientes, me arreglo el pelo y me lanzo en busca de un camión que me lleve a mi trabajo.
Soy técnico laboratorista de un banco de sangre; trabajo sacando sangre, en otras palabras, soy un vampiro moderno.
Llegando apenas a las 8:02, checo mi tarjeta y ya mi jefa me mira reprochándome de nuevo mi llegada tarde. Ella quiere que esté a las 7:40 siempre; si no viviera al otro extremo de la ciudad, quizá llegaría como dice, pero tomar camiones por mi zona es toda una proeza: colas de gente esperando subir a la misma ruta que nos lleve al centro de la ciudad.
Me pongo la bata y me dirijo a la sala de toma de muestra. Éramos en ese momento cuatro tomadores conmigo y era un caos, muchos pacientes haciendo fila para tomarse las muestras, cuando una chica de piel blanca y una gabardina toma asiento. Los cubículos para las tomas de muestras eran individuales. Sus ojos de un negro intenso parecía que me querían hipnotizar, quizá fueron ideas mías, cuando me dice: "Me llamo Luz Audriel, te he estado vigilando y cumples con lo que necesito. Quiero que cuando salgas a las 6 de trabajar nos veamos en el café que está pasando la avenida".
Se levanta y sale de ahí sin decir nada más.
-Che vieja... murmuro, quiero que.... te ando vigilando... ¿que le pasa?
Seguí tomando muestras para después apoyar en el centro de procesamiento, el cual consistía en revisar tipo de sangre y pruebas de ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual). Un médico se encarga de hacer entrevistas para ver si calificaban y luego se tomaba el medio litro de sangre que llenaba la bolsa para ser resguardado en un refrigerador especial a una temperatura asignada, básicamente.
Durante toda mi jornada no podía sacarme a la chica de la cabeza, a pesar de que me cayó regordo que me diera órdenes. Ni a mi jefa le hago caso, ¿ya le estaré haciendo caso a una desconocida? Guapa, pero desconocida.
Debo admitir que también me parecía muy hermosa: su cabello negro y su piel blanca como porcelana le daban un aspecto único. Sus ojos de un negro intenso aún no puedo sacarlos de mi mente. No sabía qué quería decirme, pero aquello de que me había estado vigilando me dejaba inquieto y confundido.
5:50 p. m. y gana la curiosidad. Guardo la bata en mi locker, me aplico un poco de perfume y gel. Mi apariencia es común, diría yo: cabello ondulado castaño oscuro, ojos verdes aceituna, tez blanca. Dicen que soy guapo; yo me siento lo más normal del mundo.
Salgo un poco temprano y me dirijo al café.
Debo admitir que también me parecía muy hermosa, su cabello negro y su piel blanca como porcelana le daban un aspecto único. Su mirada aún no puedo sacarla de mi mente. No sabía qué quería decirme, pero aquello de que me había estado vigilando me dejaba inquieto y confundido.
Salí a la avenida y ya era de noche; la cafetería era un poco oscura para mi gusto, había pocos comensales en ese momento. Entré y la vi en el fondo del lugar.
—Hola, mi nombre es Luz Audriel.
—Hola, mi nombre es Elías Sansores.
—¿Gustas algo de tomar? —me dice la chica.
Acepto un capuchino deslactosado y veo que ella está tomando algo rojo.
Llega mi pedido. Luz seguía en silencio, analizando cómo compartirme lo que tenía que decirme. Dejó que tomara varios sorbos de mi café y, con esa mirada profunda y penetrante, me dice:
—Soy vampira y tengo 120 años. Intento no consumir sangre humana. Aunque dicen que no tenemos alma, tomar sangre humana directamente de seres vivos me hace sentir que estoy mal. Por un tiempo me iba bien chupando sangre de cerdo, pero me estoy debilitando. Mi jefe de clan me dice que es porque no tomo sangre humana, pero me niego a hacerlo. Por lo que he optado por usar sangre de banco de sangre, pero debe ser O+; es la única que he notado que me hace sentir bien. Tenía un pacto anteriormente con otro técnico en otro banco de sangre, pero la edad le llegó y tuvo que dejar de trabajar. Por eso me veo en la necesidad de buscar a otro aliado. ¿Qué dices? ¿Aceptas?
Mientras más me cuenta su relato, más me cuesta creer lo que estoy oyendo. ¿Vampiros? ¿120 años y parece que tuviera 22? Se ve tan joven y hermosa que no sé si es real lo que me dice, o simplemente quiere verme la cara de tonto.
Me tomo varios sorbos, tratando de pasar el líquido y también de comprender lo que me acaba de decir. El café se enfría entre mis manos temblorosas.
Me mira con esa intensidad que hace que el aire entre nosotros se vuelva más denso, y me dice:
—Sí, es real lo que te estoy diciendo. ¿Quieres pruebas?
Toma un cuchillo que está sobre la mesa y, antes de que pueda detenerla, se realiza un pequeño corte en su mano izquierda. Sale una especie de sangre azul, casi iridiscente bajo la luz tenue del café. Pasados unos segundos, la herida comienza a cerrarse, la piel se regenera ante mis ojos como si una fuerza invisible la cosiera. En cuestión de instantes, no queda rastro alguno de lo ocurrido.
Mi corazón late con fuerza. Luz me observa, esperando mi respuesta, con esos ojos antiguos que han visto más de un siglo de noches eternas.
—¿Por qué yo? —pregunto—. Hay muchos bancos de sangre en esta ciudad y me eliges a mí.
A lo que responde, inclinándose levemente hacia adelante, haciendo que su perfume sutil—mezcla de jazmín nocturno y algo indefinible—llegue hasta mí:
—Te he estado vigilando varios meses. Sé que eres leal y honesto, y eso me agrada. Además, tienes un algo que aún no sé cómo descifrar, pero me hace sentir que puedo contar contigo.
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Editado: 15.10.2025