Salimos de nuestros cuartos al escuchar el timbre insistente en la noche; un momento en el que el pueblo suele estar desolado. Henry sostiene una lámpara de aceite en la mano que ilumina con una tenue luz el pasillo. Cruza su mirada con la mía y decidimos descender las escaleras juntos. Una vez abajo, abrimos la puerta para desentrañar el misterio y lo que nos encontramos es horrendo.
Es una criatura amorfa con cuerpo robusto de un oso, cabeza de tigre en el pecho, retorcidos cuernos de cabra en las sienes y extremidades de topo. Y está tocando el timbre para atraer la atención. Al percatarse de que hemos abierto, su expresión inocente se transforma en la de un animal rabioso. Henry cierra la puerta con cautela, no obstante, el monstruo bloquea la entrada con su pata.
Mis padres que antes se asomaban por las escaleras, se esconden en su cuarto. Violet, por su parte, ha descendido algunos peldaños. Al ver al ente, se queda paralizada, con los dedos crispados en la baranda. El monstruo emite sonidos guturales ininteligibles mientras la observa.
Mi hermano intenta invocar el Deus ex Machina, pero antes de que termine sus palabras, el ente le cubre la cara con la zarpa y lo levanta en el aire. Henry deja caer la lámpara de aceite al suelo tratando de liberarse. Está ahogándolo. A mí trata de alcanzarme con la otra garra, lanzando un zarpazo al aire. Me echo hacia atrás y corro hacia la cocina, recogiendo la lámpara caída para guiarme en la penumbra.
Apoyo la lámpara en la encimera y con manos temblorosas, rebusco entre los cajones. Tomo un cuchillo y una sartén de cobre, empuñándolos como si de espada y escudo se tratase. La vida de mi hermano pende de un hilo y el pueblo lo necesita, debo salvarle. Además, mis padres me responsabilizarían si algo le ocurriera, y, lo peor de todo, yo no podría perdonármelo jamás.
El monstruo persiste en asfixiar a Henry. Me acerco, dejando atrás la luz de la lámpara y adentrándome en la débil claridad que la luna deja colarse por la puerta entreabierta. Detengo un nuevo zarpazo con la sartén, cuyo estruendo metálico resuena por toda la casa, y le hago un tajo profundo en el brazo con el cuchillo. El monstruo ruge y por fin suelta a mi hermano.
Henry termina cayendo al suelo. Traga aire con desesperación y, entre toses, grita con voz rasgada:
—¡Deus ex machina!
El broche de su camisa resplandece y, de súbito, el suelo se abre como un gran abismo hacia la oscuridad más profunda. El ente se precipita hacia su muerte con un chillido agudo que se extingue en el vacío.
Henry me abraza con una efusividad que me oprime los huesos.
—¡Arturo, gracias! Si no fuera por ti estaría muerto, pero esto no se lo cuentes a nadie. No quiero que me vean como un elegido débil.
—Guardaré el secreto, como siempre —respondo, aún jadeando—. Pero a cambio, prométeme que dejarás de depender tanto del broche. Vuelve a entrenar con la espada, o con cualquier otra arma. Como hacías antes.
Henry me libera y se asoma al basto agujero del suelo.
—Pero la magia es más poderosa que cualquier arma. ¡Deus ex machina!
El suelo se recompone como si no hubiera ocurrido nada, enterrando al ente en las profundidades. Henry cierra la entrada, toma la lámpara de la cocina y regresa arriba a tranquilizar a nuestros padres. Violet, que ha permanecido inmóvil todo este tiempo, termina de bajar las escaleras y nos quedamos a solas en el salón.
—¿Tú sabes que buscaba? —pregunto en voz baja.
Ella asiente con lentitud, y su voz se quiebra al responder:
—A mí.
Se sienta a la mesa del comedor, envuelta por las sombras, como si no deseara que la luz revelara su rostro. Sus palabras emergen con tono grave:
—Esa cosa es un ente centenario.
Permanezco a la fría luz de la luna que entra por una de las ventanas, manteniendo la distancia con Violet.
—No entiendo.
—Los entes tomamos habilidades de los animales cuyos cuerpos imitamos, incluidas sus mentalidades. Sin embargo, algunos entes, más ambiciosos, crearon cuerpos tomando las mejores partes de varios animales para prolongar su vida y ganar más habilidades, perdiendo la razón en el proceso. Ahora buscan mi sangre pensando que los hará aún más poderosos. Están fuera de sí.
—Un momento, se supone que tú eres superior a cualquier ente, no deberían ni siquiera atreverse a amenazarte.
Los ojos de Violet se tornan de un intenso púrpura, siendo su mirada la única que se distingue en la oscuridad.
—Y lo soy, pero al romperse la llave han debido presentir que mi poder se ha debilitado…Eso o han visto que me has roto la llave y que he tenido que atravesar todo el bosque para encontrarte. Sea como fuere, ya no me temen y estoy en grave peligro. Ya no te pido tu sangre, te la imploro, te la suplico. Tengo que reparar la llave de una maldita vez. Solo dime si aceptas ir conmigo a la ciudad.
Me detengo un instante a pensar en una respuesta. Hace unos minutos, mi hermano casi muere porque Violet atrae a monstruos sanguinarios hasta mi propio hogar, poniendo en peligro a mi familia. Tengo que alejarla de aquí. Si me voy con ella, mi familia estará a salvo, y tendré la oportunidad de arrebatarle la llave una vez que esté reparada y activada. Solo imaginar que pueda usar su propio poder en su contra, salvar el reino y convertirme en un héroe me produce cosquillas en el estómago. Todo son ventajas. Ya lo tengo claro.
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Editado: 17.05.2025