Sangre púrpura

Capítulo 4. Pactando con mi enemiga

Salimos de nuestros cuartos al escuchar el timbre insistente en la noche; un momento en el que el pueblo suele estar desolado. Henry sostiene una lámpara de aceite en la mano que ilumina con una tenue luz el pasillo. Cruza su mirada con la mía y decidimos descender las escaleras juntos. Una vez abajo, abrimos la puerta para desentrañar el misterio y lo que nos encontramos es horrendo.

Es una criatura amorfa con cuerpo de oso, cabeza de tigre en el pecho, cuernos de cabra en las sienes y extremidades de topo. Y está tocando el timbre para atraer la atención. Al percatarse de que hemos abierto, su expresión inocente se transforma en la de un animal rabioso. Henry cierra la puerta con cautela, no obstante, el monstruo bloquea la entrada con su pata.

Mis padres que antes se asomaban por las escaleras, se esconden en su cuarto. Violet, por su parte, ha bajado unos peldaños, y se queda paralizada al ver al ser deforme. Este emite sonidos guturales ininteligibles mientras la observa.

Mi hermano intenta invocar el Deus ex Machina, pero antes de que termine sus palabras, el ente le cubre la cara con la zarpa y lo levanta en el aire. Henry deja caer la lámpara de aceite al suelo tratando de liberarse. Está ahogándolo. A mi intenta darme un zarpazo con la otra garra, pero evito el golpe y me escapo a la cocina recogiendo la luz para guiarme.

Rebusco en la cocina algo que pueda usar contra el monstruo, tomo un cuchillo y una sartén de cobre como escudo. La vida de mi hermano pende de un hilo. El pueblo lo necesita. Además, mis padres me responsabilizarían si algo le ocurriera, y yo también me sentiría culpable.

El monstruo persiste en asfixiar a Henry. Me acerco, abandonando la luz de la lámpara y adentrándome en la tenue claridad de la luna que se filtra por la entrada abierta. Bloqueo un nuevo zarpazo con la sartén y le hago un corte en el brazo con el cuchillo consiguiendo que suelte a mi hermano.

Henry termina cayendo al suelo, toma una profunda bocanada de aire y grita:

—¡Deus ex machina!

El broche de su camisa resplandece y de súbito el suelo se abre como un gran abismo hacia la oscuridad más profunda. El ente se precipita hacia su muerte con un chillido desgarrador hasta el silencio.

Henry me abraza con una efusividad que me oprime los huesos.

—Arturo, gracias. Si no fuera por ti estaría muerto, pero esto no se lo cuentes a nadie. No quiero que me vean como un elegido débil.

—Me guardaré el secreto, como suelo hacer, a cambio de que no dependas tanto del broche. Vuelve a entrenar con la espada, como hacías antes, o con alguna otra arma.

Henry me libera y se asoma al basto agujero del suelo.

—Pero la magia es más poderosa que cualquier arma. ¡Deus ex machina!

El suelo se recompone como si no hubiera ocurrido nada, enterrando al ente en las profundidades. Henry cierra la entrada, toma la lámpara de la cocina y regresa arriba a tranquilizar a nuestros padres. Violet termina de bajar las escaleras y nos quedamos a solas en el salón.

—¿Tú sabes que buscaba? —pregunto en voz baja.

Ella asiente.

—A mí —susurra con la voz quebrada. Se sienta en la mesa del comedor y continúa hablando desde la penumbra—. Esa cosa es un ente centenario.

Permanezco a la fría luz de la luna que entra por una de las ventanas, manteniendo la distancia con Violet.

—No entiendo.

—Los entes obtenemos las habilidades de los animales que representan nuestros cuerpos, incluyendo sus mentalidades. Sin embargo, algunos entes, más ambiciosos, crearon cuerpos tomando las mejores partes de varios animales para prolongar su vida y ganar más habilidades, perdiendo la razón en el proceso. Ahora buscan mi sangre pensando que los hará aún más poderosos. Están fuera de sí.

—Un momento, se supone que tú eres superior a cualquier ente, no deberían ni siquiera atreverse a amenazarte.

Los ojos de Violet se tornan de un intenso púrpura, siendo su mirada la única que se distingue en la oscuridad.

—Y lo soy, pero al romperse la llave han debido presentir que mi poder se ha debilitado…Eso o han visto que me has roto la llave y que he tenido que atravesar todo el bosque para encontrarte. El caso es que ya no me temen y estoy en grave peligro. Ya no te pido tu sangre, te la imploro, te la suplico. Tengo que reparar la llave de una maldita vez.

—Implorar y suplicar son sinónimos.

—No me corrijas —dice con rabia, controlando su voz para evitar gritar. Respira hondo y añade—: solo dime si aceptas ir conmigo a la ciudad.

Me detengo un instante a pensar una respuesta. Hace unos minutos casi se muere mi hermano porque Violet atrae a monstruos sanguinarios, a mi propio hogar, poniendo en peligro a mi familia. Tengo que alejarla de aquí. Si me voy con ella mi familia estará a salvo y tendré la oportunidad de arrebatarle la llave una vez reparada y activada. Podría usar su propio poder en su contra, salvar el reino y ser un héroe. Todo son ventajas. Ya lo tengo claro.

—De acuerdo, tregua. Iré contigo a la ciudad. No dejaré la oportunidad de conseguir la llave y devolverte a tu mundo, monstruo.

Violet se echa a reír, todavía oculta en la noche. Su brillante mirada me inquieta, pero me mantengo firme.




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