Sangre Púrpura

Capítulo 5. Partiendo hacia un nuevo destino

No he podido conciliar el sueño en toda la noche, no solo porque desconfíe de la pelirroja, sino también porque sus ronquidos son más profundos que los de un fumador empedernido Estoy cansado de mirar el techo de mi cuarto, se me ha agotado la imaginación para evadirme de esta pesadilla.

Me doy la vuelta en la cama y observo dormir a Violet. Está estirada en su colchón babeando la almohada. Y, aunque la luz del sol incide sobre su cara, ella permanece imperturbable.

Recuerdo que cuando era pequeño soñaba con matar al Sangre Púrpura para demostrar mi valentía, pero ahora que la he encontrado no soy capaz de hacerla daño. La verdad es que ni yo ni nadie pensábamos que sería una joven, quizá un insecto venenoso o un depredador sanguinario, pero no una pelirroja con nula orientación y mal carácter.

Me levanto y me pongo de cuclillas a su lado. Me intriga: los cuerpos físicos de los entes son de arcilla roja, no obstante, ella parece de carne y hueso y sangra. Es extraño. Le toco la mejilla despacio, temiendo que despierte en cualquier momento. Pensaba que sería fría y seca, pero para mi sorpresa es cálida y blandita. Admito que la sensación es más agradable de lo que esperaba y continuo acariciándole la mejilla con suavidad. Dormida, no parece tan terrible.

Se retuerce como si le hiciera cosquillas y termina agarrándome la mano. ¡No! Debí haberme apartado antes. Trato de soltarme dedo a dedo, y de repente tira de mí con fuerza hacia su colchón. Pierdo el equilibrio y caigo a su lado. Me abraza sin darme oportunidad de escapar. Esto es una trampa mortal, tengo que soltarme sin que se despierte. ¿Cómo se me ocurre tocarla?

Para colmo mi hermano abre la puerta.

—Ya está el desayu…no —dice terminando la frase con la boca abierta.

—Sálvame —susurro desesperado, le miro suplicante.

Aun así Henry sale del cuarto y cierra en silencio.

—No, por Dios… no te vayas. Socorro. Auxilio.

Encima no puedo gritar por ayuda. Me toca agonizar en silencio. Eso sí, ella tiene el sueño profundo. No, justo abre los ojos. Qué desgraciado soy. Ella me suelta con asco, se levanta corriendo y se pega de espaldas a la pared más lejana de mí.

—¡Depravado!

—¡Si has sido tú! —replico, incorporándome como puedo.

—¡Tú lo que quieres es desmembrarme!

Me acabo de quedar sin palabras, ¿en qué momento ha llegado a esa conclusión?

—No… —murmuro, perplejo—. ¿Te han intentado hacer eso antes?

—Nunca —admite con seriedad, como si hace unos segundos no hubiera propuesto algo descabellado—. Pero me lo imagino: me ibas a partir en trozos pequeños, quemarlos, cerrarlos en una caja fuerte metida dentro de una bolsa con candado y tirarme al océano profundo donde un monstruo gigante me devore y este a su vez sea engullido por otro más grande. ¿Me equivoco? Y yo que pensaba que no me ibas a hacer daño.

—¿En serio eso es lo primero que se te viene a la cabeza? Tienes demasiada imaginación. Solo quería tocarte la mejilla para saber si se nota tu cuerpo de arcilla, pero no.

Ella recoge su capa del armario, desconozco cuándo la ha guardado ahí, y se cubre con ella.

—Eso es porque soy de carne y hueso. Una vez que un ente moldea su cuerpo físico con arcilla y se introduce en él, lo vuelve carne y hueso. Así que mi cuerpo es tan real como el tuyo. Cuando me tocas estás tocando a una mujer de pies a cabeza. Y…¿sabes qué? Necesitamos reglas. La primera y única será nada de roces entre nosotros.

—Mejor, cada uno por su lado. No quiero volver a quedarme atrapado en tus brazos en lo que me resta de vida.

Después de vestirnos en cuartos separados, avanzamos por el pasillo, distanciados. Nos encontramos con mi padre, que acababa de levantarse. No nos movimos hasta que él bajó las escaleras. Y cuando avanzamos dejo que ella pase primero para evitar caer de nuevo en sus garras.

Nos sentamos con mi padre y mi hermano en el comedor. Mi madre nos sirve un vaso de leche a cada uno y deja un plato de galletas en medio de la mesa antes de sentarse con nosotros. Voy a coger una, pero me detengo al ver cómo la pelirroja también aproxima la mano al plato. Nos quedamos mirándonos, esperando quién cede primero.

Entre tanto mi hermano me mira a mí y luego a ella, perplejo, hasta que finalmente termina entregándonos una galleta a cada uno para deshacer la tensión.

Violet se la come de un solo bocado, y antes de que me dé tiempo a darle mordisco a la mía, se lanza sobre el resto como si no hubiese comido en días. Yo, por si acaso, me meto la mía entera en la boca antes de que también me la quite. Mi familia se le queda mirando asombrados ante su voracidad.

—Creo que es hora de irnos, Arturo —dice levantándose.

—¿A dónde? —pregunto después de terminar de tragar.

—El viaje que hablamos anoche, ¿recuerdas?

—Ah, cierto… ese “viaje”. Henry, me voy con ella a la ciudad. A buscar trabajo. Sí, eso.

—Hace apenas unos meses tenías decidido continuar con tus estudios —comenta Henry extrañado—. Creí que querías ser abogado.

No, ser abogado nunca fue mi sueño; ese deseo pertenece a mi madre, que siempre ha insistido en que así al menos sería alguien con cierta relevancia. A mí ni siquiera me gusta estudiar derecho. Mi verdadera pasión está en la historia y la literatura, pero para mi familia, y para el pueblo entero, como no, esos son conocimientos inútiles, cosas que no llevan a ningún lado. Aunque pienso que todo lo que escoja por mí mismo será interpretado como algo insustancial, de cualquier modo. A pesar de todo, siento cierto alivio al poder elegir otro camino, aunque sea bajo el pretexto de una excusa. No me importa que piensen, cuando le repare la llave y se la quite a Violet demostraré que puedo aspirar a ser más que un mísero abogado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.