Sangre púrpura

Capítulo 14. ¿Ese taburete estaba ahí antes?

De vuelta en la posada, le regalo una manzana a mi caballo y le cuento cómo estuvimos al borde de ser devorados. Sin él, no tengo a quién confiarle mis pensamientos; el tiempo compartido con Violet resulta agotador. No hay privacidad y tengo que compartir todo con ella.

Manzano escucha mientras mastica y luego le entrega la mitad a Burra. Olvidaba que él también tiene que convivir todos los días con otro monstruo, pero él no puede expresarse como yo. Me compadezco de él.

Tras comerse la manzana, ambos se acarician los hocicos y se acurrucan juntos. La convivencia parece haberlos enloquecido, ¿será contagioso? Espero que no.

Al día siguiente volvemos a la biblioteca con la esperanza de volver a encontrar a Selene. Si me gano su confianza puedo conseguir las gafas. Sin embargo, no aparece, por lo que decido aprovechar la oportunidad para enseñarle a Violet a leer en mi idioma. Primero leo y ella escucha con atención, luego le muestro cómo se pronuncia y ella repite sin problema, pero cuando le pregunto qué ha entendido me responde que nada en absoluto. Necesitará muchas lecciones, pero sus ojos brillan con tanto entusiasmo que no me importa darle las que sean necesarias. Además, podemos llevarnos algunos libros para continuar en la posada con más tranquilidad. Merecerá la pena si logro convencerla de que los humanos tienen una cultura muy interesante como para exiliarnos.

Y antes de que me dé cuenta, la mañana ha cedido el paso a la tarde. Después de comer, nos enfocamos en buscar a Alessio en el distrito central.

Paseamos por las calles mientras que Violet me enseña algunas palabras en su lengua por el camino. Cuando trato de pronunciarlas según sus indicaciones, niega con la cabeza o se le escapa una sonrisa y luego vuelve a repetírmelas para que escuche mejor. Me asombra que tenga tanta paciencia conmigo pese a odiarme, parece que le importa mucho más que la comprenda. Supongo que ambos estamos haciendo lo mismo, instruyendo al otro para atraerlo a nuestra perspectiva. Aún somos adversarios enzarzados en una contienda por ver quién logra persuadir al otro. De ello depende el destino de la llave.

Cruzamos una pequeña plaza, rodeada de fachadas coloridas con balcones de peonías frescas. Y en mitad de esta Violet se detiene. Hace un ademán como si fuera a tocarme el brazo para llamar mi atención, pero retira su mano antes de alcanzarme. Señala el pequeño puesto de Zane. Él no nos ha visto y lo sé porque no ha emprendido la huida de su hermana.

Violet se adentra entre los clientes de Zane, tomando un frasco y examinándolo a la altura de sus ojos. Yo me acerco con cuidado, evitando entrometerme. Observo que las pociones ahora exhiben colores más llamativos. Parece que al final las ha teñido con colorantes.

Zane, a diferencia de Violet, se toma el tiempo de explicar a todos los que se acercan los efectos de cada poción. Y no solo eso, también informa sobre las posibles adversidades que podrían surgir y cuánto tiempo durarán estos efectos.

Admiro su capacidad para recordar y distinguir cada una de las pociones. A mí de por sí me resulta difícil diferenciar entre dos tonos de verde, así que no puedo ni imaginar cómo hace para distinguir entre los 20 tipos diferentes de pociones que tiene, cuando algunas se repiten, salvo por muy ligeras variaciones en la tonalidad.

De repente, Zane se estremece como si hubiera recibido el mayor susto de su vida; ha debido ver a Violet. Le comprendo. Le quita el frasco de las manos y abarca el resto entre sus brazos.

—No toques nada. Y como te atrevas a usar esa moneda del demonio te la tragas, Violet, te la tragas. ¿No te basta con torturarle a él? —pregunta señalándome con un movimiento de cabeza.

—Nunca es suficiente, Zane. Me conoces. Pero esta vez vengo en son de paz. Quería preguntarte si has visto por este distrito a un arlequín que da vida a objetos.

—No, y está anocheciendo, dudo que lo encontréis ahora, ¿qué tramáis los dos?

—Tenemos que robarle un guante mágico, a él y a sus hermanos. Es para pagar una deuda.

—Puedo ayudaros entonces, podéis quedaros conmigo en mi posada esta noche y mañana lo buscamos, mejor tres que dos, ¿no?

Violet niega con la cabeza. En cambio, yo asiento con el vigor de un terremoto, solo quiero alejarme de ella una noche. Yo me encargaré de encontrar a Alessio y que ella siga esperando a Selene en la biblioteca para conseguir sus gafas.

Violet resopla y regresa sola a la posada.

Zane se acerca a mí y me pasa un brazo por encima de los hombros.

—Parece enfadada. ¿No prefieres irte con ella y pasar la noche a su lado?

—No.

—¡Vaya! No has vacilado ni un instante, ¿tanto la odias?

—Más de lo que puedas imaginar.

Si él supiera que su hermana planea exiliar a los humanos y tomar control de nuestro reino, estoy convencido de que me entendería. Sin embargo, también estoy seguro de que no me creería. Después de todo, es su hermana. Nunca imaginaría que ha estado engañándole y que pronto nos traicionaría a todos. Solo de pensarlo, me da rabia.

Ayudo a Zane a recoger el puesto y buscamos un traghetto en los canales al que subir para llegar a su posada. Él paga a los barqueros con pociones, que para mi sorpresa aceptan de buen gusto, y nos aventuramos por el canal más ancho, compartiendo el transporte con algunos viajeros más. A medida que avanzamos, el agua se torna del mismo color oscuro que el cielo, y en su superficie se reflejan las estrellas.




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