Cerca de un parque, con las hojas de los árboles anaranjados precipitándose sobre la acera, preguntamos por el teatro y seguimos las indicaciones hasta llegar a un amplio edificio de ladrillo rojo, con vidrieras de arco.
Violet se adelanta bajando de Burra y asomándose a una de las vidrieras. Asegura que Sarabeth está adentro, así que nos sentamos en un banco cercano para esperarla.
Mientras Burra y Manzano se dan un paseo juntos rodeando el teatro, Violet continúa enseñándome algunas palabras y oraciones en su lengua hasta que el sol empieza a ocultarse por el horizonte.
Burra rebuzna para llamar nuestra atención, se acerca a nosotros y señala con el hocico la entrada del teatro. Una joven de cuidada melena rojiza, ojos caramelo y nariz respingona sale del teatro con la cabeza altiva y un vestido dorado. Lleva la Tiara de los Tesoros sobre su cabeza. No parece que sea difícil quitársela, pero resulta que un sequito de hombres la sigue en procesión alabando su belleza y ofreciéndole regalos. Se complica pronto. Intentamos alcanzarla, pero sus seguidores nos empujan hacia atrás ocultándola entre el torbellino de aduladores.
De pronto un hombre de barriga rechoncha corre cubierto de sudor, casi sin respiración, dispuesto a atravesar la barrera de la actriz. Sin embargo, aunque consigue entregarle una pulsera de regalo, ella lo empuja para que se aleje. Lo cual lo deja devastado, con los hombros caídos y la mirada por los suelos.
El tumulto sigue la estela de la actriz. Tanto el hombre rechazado como nosotros nos quedamos rezagados viendo cómo se marchan. Violet se sitúa despacio al lado del desconocido.
—Es una pena —dice con condescendía—. Quizá si tuviera un objeto más valioso no le apartaría de su lado.
El hombre levanta la vista de sus pies y habla resignado:
—Pero Sarabeth no se conforma nunca. Es una princesa, que digo, una reina.
—Y si le digo que tengo objetos dignos de una reina. ¿Le interesa comprarme alguno?
—He escuchado rumores en esta ciudad de que existe una brújula capaz de guiarte hacia el amor de tu vida. Si la tuviera Sarabeth seguro le guiaría hacia mí. Eso sí lo compraría.
—Estás de suerte, amigo, podemos conseguírtela a un buen precio ¿A que sí, Arturo?
No sé cómo planea hallar una brújula con esa característica en particular, pero asiento de todos modos. No nos viene mal ampliar nuestro inventario y ganar algunos daeles cuando más los necesitamos. De paso ayudamos a un hombre, son todo ventajas.
El desconocido sonríe con la dentadura amarilla a la vista. Acepta nuestra oferta y nos entrega una tarjeta con su dirección. Es un abogado de distrito sur. Nos promete pagarnos todo lo que valga la brújula y más.
Violet asiente efusiva. Su devastadora sonrisa de avaricia ilumina más que el sol. Tengo que apartar la vista de ella para no quedarme ciego.
Por lo menos ya que no hemos podido acercarnos a la hermana de Halley hemos ganado un cliente. No ha sido en vano el viaje.
Al día siguiente vamos a visitar a Halley, siendo él un artesano que trabaja con objetos mágicos puede que conozca donde se puede hallar la brújula.
De su tienda salen corriendo martillos, llaves, alicates, mazas y todo tipo de herramientas. El artesano los espanta a gritos y los amenaza con una escoba en la mano. Al encontrarnos en la entrada baja su arma y nos saluda con una sonrisa, invitándonos a pasar.
El interior está desordenado. Las figuras están tiradas por el suelo, partidas, y algunas aplastadas. Halley abandona la escoba despacio a un lado de la entrada y se lleva las manos a la cabeza.
—Alessio ha enviado a sus cosas a destrozarme la tienda. Ya lo habéis visto, quiere amargarme la vida. Todo mi trabajo a la basura.
Halley toma del suelo dos pedazos de una figura y los junta buscando una manera creativa de recomponerlo. No es un buen momento para preguntarle por la brújula, pero Violet lo hace de todos modos. Sin embargo, él se centra en unir los pedazos de las figuras sobre el mostrador.
Violet le mira con fascinación e incluso se une a él para ayudarle a crear una nueva figura. Entre los dos construyen algo tan abstracto que no sabría decir que es, pero parece que, por el brillo de sus ojos, ellos lo comprenden al instante. Halley se la regala a Violet y ella abraza la obra.
—¿Halley, por qué Alessio te ha destrozado todo? —pregunta ella.
—Porque me odia, como todos mis hermanos. De pequeño no me dejaban salir con el resto de niños, ya que mi piel albina es más delicada al sol. Me tenía que quedar en casa entreteniéndome a hacer figuras y pinturas. Y un día encontré una rata ente en mi habitación y me hice su amigo. Incluso me enseñó su idioma y me habló de los objetos mágicos y los artesanos que los esculpían en su mundo. Era fascinante. Sin embargo, para mis hermanos, era un traidor. Y ahora, no confían en mí e incluso me acusan de cosas terribles que prefiero no contar.
Viendo el desastre en el que ha terminado la tienda, que incluso las ventanas están rotas, entiendo porque Halley anhela quitarles los objetos a sus hermanos: se siente amenazado por ellos. Si bien que alguien tenga como amigo un ente puede ser cuestionable y muy peligroso, arruinarle todo su trabajo por ello es desproporcionado. Sus hermanos debieron ayudarle a alejarse del monstruo no despreciarle y abandonarle.
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Editado: 06.11.2024