Sangre Púrpura

Capítulo 35. Deus ex machina

Bajo el bramido de una tormenta fuera, nos sumergimos en un baño caliente. Es reconfortante tras una noche de vigilia, hasta tal punto que se me cierran los parpados. Sin embargo, me mantiene en vela el sonido de Violet soplando burbujas entre sus manos, que se elevan y flotan en el aire. Mis dedos están arrugados, pero no quiero moverme, no quiero dejar de abrazar su cintura y oler su cabello a jazmín. Ojalá existiera un objeto mágico para congelar este instante. Porque, después... después, quién sabe lo que nos deparará. Pero, aunque desearía que este momento se extendiera eternamente, sabemos que no puede durar para siempre. Así que, finalmente, decidimos salir del agua.

Después de vestirnos, bajamos al comedor. El vecino de la habitación contigua nos observa desde una de las mesas, con una taza de café entre sus manos trémulas. Después de un instante de sorpresa, baja la mirada hacia su taza al cruzarse con las nuestras.

—Cuando vine aquí solo buscaba silencio, ¿es mucho pedir? —comenta el vecino, con un atisbo de desesperación en su voz.

Violet y yo nos miramos, confundidos. El posadero hace ruido al limpiar las jarras para que notemos su presencia detrás de nosotros, en la barra. Justo le miramos al mismo tiempo.

—Con qué no son los Alpes, ¿eh? —bromea.

Se me escapa una sonrisa nerviosa. Malditas paredes de papel. Violet esconde su cara entre las manos y ahoga un grito. Una vez que se ha desahogado descubre su cara, toma aire y lo libera despacio.

—Una taza de chocolate, por favor —contesta ella con toda la calma de la que es capaz.

—A mí un litro de café —digo bostezando.

El posadero nos sirve cuatro tazas de café y una taza de chocolate para Violet. Bebo las tazas de un sorbo para sentir el calor avivándome y mantener los ojos abiertos. Violet y el posadero me miran desconcertados. Ella, a diferencia de mí, sopla el chocolate antes de sorberlo.

De pronto, la puerta de la posada se abre. Una silueta alta y fornida entra empapada por la lluvia y los rayos resplandecen a sus espaldas. A la luz del comedor, distingo a mi hermano. Ha venido como prometió en su última carta. Nos miramos desafiantes. El posadero, percibiendo la tensión, se retira a la cocina para no interrumpirnos, mientras nuestro vecino sube las escaleras sin soltar su taza. Violet continúa tomando su chocolate sin inmutarse.

Henry agita su cabello rubio empapado y me sonríe.

—¡Arturo! Cuanto tiempo —dice, acercándose a mí y abrazándome—. Tienes unas ojeras enormes, ¿has tenido una noche cansada?

—Sí, algo así —respondo mirando a Violet de reojo.

Ella bebe otro sorbo de chocolate, como si buscara refugio en la taza, y me mira por encima del borde. Henry sigue mi mirada topándose con la de Violet, pero enseguida regresa a encontrarse con la mía.

—He investigado los sucesos mágicos en la ciudad y casualmente siempre se os cita en el lugar de los hechos.

—¿Y cómo sabes que somos nosotros?

—Las descripciones encajan con vosotros, además también me he enterado de que te han apresado dos veces, Arturo. ¿Viniste aquí a buscar trabajo o para malgastar tu futuro? Tú no eres de esa calaña, tú eres estudioso y respetuoso con las normas. Sé que es ella la que te está corrompiendo, si sigues a su lado te va a arruinar la vida.

—No te aflijas por mí. Fui yo quien eligió acompañarla, lo que me suceda es mi responsabilidad, no de ella.

—De acuerdo —suspira—, pero no vas a conseguir que ignore el hecho de que esta mujer es una delincuente.

Henry la sujeta del brazo con fuerza, ella emite un quejido, y la taza escapa de sus manos y se estrella contra el suelo, derramando el chocolate. Yo lo aparto de ella y me interpongo en su camino.

—Ni te atrevas a hacerla daño.

—Es increíble, ha logrado ponerte en mi contra. La situación es aún más grave de lo que pensaba. Te está manipulando.

—No, los únicos que están manipulando a alguien son los sabios a ti. –Te emplean como su peón. Has llegado hasta aquí siguiendo sus órdenes, solo para detener la magia en la ciudad, aunque tanto ellos como tú la utilizan como si las leyes no os incumbieran. Y, además, aún te atreves a señalarla como delincuente a ella. ¿Entonces que sois vosotros?

—Nosotros protegemos el reino y necesitamos la magia para ello. Sin embargo, en manos incorrectas, puede volverse peligrosa y no se le debería vender a cualquiera. Parece que no comprendes esto. Arturo, no era mi intención, pero tendré que entregarte para que enfrentes las consecuencias de tus acciones.

Henry, con el semblante enrojecido y los ojos centelleantes, me sujeta con brusquedad del brazo tratando de arrastrarme con él. Violet, desesperada por liberarme, se interviene entre nosotros tratando de separarnos. En el forcejeo, Henry invoca el Deux ex machine, haciendo surgir un rosal que nos separa de ella. Violet retrocede, sin embargo, roza una espina provocándole un corte en su mano. Trata de ocultar la herida, pero la sangre púrpura gotea entre sus dedos hasta el suelo.

Entonces noto como Henry afloja su fuerza conmigo, está atónito. Yo aprovecho para liberarme. Busco en los bolsillos de mi chaqueta la cadena protectora, por suerte todavía la guardo. Escucho a Henry invocar el Deux ex machine detrás de mí y una flecha surge de la nada dirigiéndose a Violet. Actúo con rapidez, interponiendo la cadena que brilla y la desintegra junto al rosal que nos separaba. Violet se refugia detrás de mí.

—¡Apártate o te aparto! —grita Henry con una cólera desmedida.

—¡Antes tendrás que pasar sobre mí! —respondo con decisión, aunque me tiemblan las manos.

—Soy el elegido no tienes ni una sola posibilidad contra mí. No eres nadie.




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