Sangre Púrpura

Capítulo 37. Redención.

Al despuntar el alba, y aun ignorando el paradero de mi hermano, Violet y yo nos arriesgamos por dar un paseo para despejarnos. Nos adentramos en las calles adoquinadas, flanqueadas por las fachadas de ladrillo desgastado, mientras el aire fresco nos envuelve.

Sin embargo, ni siquiera el olor del pan recién horneado en la calle me distrae de pensar en mi hermano. Desconozco si continúa en la ciudad o ha regresado a Notte para exponerme. Me temo que quizás ni siquiera pueda regresar al pueblo. Ya me despreciaban, no quiero imaginar lo que harán cuando se enteren de que estoy enamorado de la mayor enemiga del reino. Por el momento, no parece haber ninguna señal de alarma. Supongo que podemos respirar con cierta tranquilidad, al menos por un tiempo. Salvo por el debate sobre qué hacer con la dichosa llave.

Y entre esta discusión escucho los sollozos de una niña que me resulta familiar. Es la pequeña embaucadora que nos engañó la otra vez, Rosa, intentando timar a otro inocente. No puedo permitirlo. Me acerco a ella con paso decidido y tomo su mano. Violet me sigue de cerca.

Me disculpo ante el hombre que intentaba estafar y aseguro que somos sus padres para que se quede tranquilo. La niña cesa sus lágrimas de súbito y nos la llevamos de la mano.

—¿Me vais a llevar con mi mami? —pregunta con ilusión—. Espera un momento, vosotros…destruisteis mi casa.

Asiento, aunque no esté orgulloso de ello.

—No debes ir por ahí mintiendo a los desconocidos, sobre todo siendo tan pequeña—respondo preocupado—. Es peligroso.

—Es que mami ha dicho que hay que alimentar a Ferind —dice con una inocencia desgarradora.

—¿Un nuevo ente centenario? —pregunto, intercambiando una mirada intranquila con Violet.

—Es nuestro nuevo ente. A veces juega conmigo, es muy simpático.

—Tu madre solo sabe ponerte en peligro —murmuro, sintiendo una punzada de ira—. ¿No tienes padre?

La niña se detiene y baja la mirada al suelo. Puedo notar que su mano pierde fuerza agarrando la mía.

—Mamá dice que no le pregunte sobre él.

Violet y yo nos detenemos en un parque cercano, dejando que la niña juegue, y nos sentamos en un banco de madera medio hundido en el suelo para discutir qué hacer.

La niña está en peligro tanto por el ente como por los extraños que pueda encontrarse, y su madre está desequilibrada. No podemos permitir que siga usándola. Violet desea confrontar a la madre, pero yo pienso que lo mejor es hablar con los guardias. Sin embargo, Violet me da un argumento irrefutable: podrían reconocernos y no podemos arriesgarnos a ser encarcelados o descubiertos por Henry. Por lo que decido confiar en ella, con la esperanza de que, sea cual sea el plan que tiene en mente, dé resultado. Es la primera vez que la noto interesada en ayudar a una humana sin esperar nada a cambio, me siento orgulloso.

La niña nos guía hasta su madre en el distrito central, donde la encontramos barriendo frente a una casa de ladrillo y piedra consumidos por el musgo. Debe ser su nueva casa. La mujer parece reconocernos. Suelta la escoba que tiene en las manos y, con un gesto, insta a la niña a correr hacia ella. Sin dudarlo, la pequeña se lanza de inmediato a los brazos de su madre.

Violet se acerca a ellas con paso decidido.

—Deja de tratarla como una marioneta. —Le reprocha—. Tu hija ha tenido suerte con los desconocidos hasta ahora, pero no sabemos qué peligros puede encontrar en el futuro. Como madre, deberías protegerla, no exponerla al peligro. Esto también se aplica al ente que vive en tu casa: si un día no puedes alimentarlo, ¿lo harás con tu hija?

—Antes me ofrecería yo —responde la madre con lágrimas al borde de sus ojos y aferrándose a su pequeña —. No busco dañarla, solo quiero recuperar a mi hijo. Los monstruos me lo quitaron, pero confío en que, si ayudo a uno de ellos, podrá devolverme a mi pequeño. Si pueden dar vida a la arcilla, deberían poder revivir a mi hijo.

Siento como se resquebraja una parte de mí al escuchar eso y un nudo se instala en mi pecho. Violet y yo intercambiamos una mirada, creo que ambos pensamos lo mismo: puede ser la familia de Alessio. Pero antes de poder asegurarnos, Violet se adelanta tomando el rostro de la mujer entre sus manos y la mira fijamente.

—Está fuera de nuestro alcance —dice, sus ojos se tornan púrpuras por un breve instante—. Lo siento. Pero lo que sí puedo hacer es pedirte que cuides de tu hija.

Presiento que Violet lo dice desde su propia experiencia, ella mejor que nadie debe entender lo que se siente cuando una madre te descuida.

La madre asiente, mientras las lágrimas brotan de sus ojos. Abraza a su hija con fuerza y le pide perdón. Violet las contempla con compasión, le toco el hombro para apoyarla y ella se refugia en mis brazos. Entonces me susurra al oído:

—Le prometimos a Alessio que le ayudaríamos a encontrar al líder de la secta. Deberíamos decirle que sospechamos de Giovanni y quizá así nos entregue su guante.

—No nos escuchará, la última vez nos detestaba.

—Si le reunimos con su familia puede que sí.

Ignoro cómo aún me asombra que ella siempre halle un modo de sacar provecho de las buenas acciones. Aunque conociéndola, sé que oculta cuanto le importa ayudar a Alessio; todavía debe sentirse culpable de las atrocidades cometidas por algunos entes.

La madre de la niña se acerca un instante y realiza una modesta reverencia ante Violet, quien se separa de mí para prestarla atención.

—Majestad —susurra la mujer— ¿Podría apoyarme para expulsar al ente de mi hogar? Dudo que pueda sola y los entes me hablaron de usted, tal vez pueda prestarme su ayuda.

—Para este caso es mejor un cazador —propone Violet, frotándose la barbilla—. ¿Qué le parece Alessio Bianco? Si no me equivoco es su marido.

La mujer nos mira sorprendida.

—¿Cómo es que lo conoce, majestad?

—Yo lo sé todo —responde Violet con un tono misterioso.




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