Sangre Púrpura

Capitulo 38. Caos.

Finalmente ha llegado el día de la fiesta en la mansión de Giovanni. Nos reunimos al caer la tarde con Selene en la casa de Halley, incluso Alessio ha venido, sin embargo, Zane no aparece pese a que Selene le ha invitado por igual. Violet mantiene la mirada en el suelo, preocupada y aunque paso mi brazo por encima de su hombro para animarla no responde.

Por su parte, Halley evita dirigir su mirada hacia Alessio, quien, a su vez, permanece callado. En medio de este denso silencio, Selene toma la palabra.

—La velada comenzará esta noche, a las nueve, un baile de máscaras para buscarle trabajo a Sarabeth. Pero por lo que he hablado con ella, Giovanni le ha impedido organizar cualquier detalle. Por lo que desconozco que tiene planeado. Solo os puedo ayudar a entrar en la casa como prometí, por el acceso del servicio de cocina. El resto está en vuestras manos.

—Quizá si compartimos con Sarabeth nuestra situación, pueda ayudarnos —intercede Halley.

Alessio se ríe con amargura y replica:

—Lo dudo —dice él—. Se requeriría toda una joyería para persuadirla. Y, por una vez, no bromeo.

Me acerco a Halley, apoyándome en el mostrador junto a él.

—Yo también creo que puede sernos de utilidad —respondo— Sin ayuda de Zane no podemos dormir a los invitados y esto complica el robo, por lo que, no estaría de más contar con un aliado cercano a Giovanni.

—¿Y si nos traiciona? —responde Violet, cruzando sus brazos sobre su pecho—. Podría delatarnos ante Giovanni.

—Hablaré con ella. No es tan superficial como aparenta —aseguro.

Alessio se echa a reír, Selene levanta una ceja escéptica y Violet pone los ojos en blanco. Mientras tanto, Halley me sonríe agradecido por haberme puesto de su parte. Su único deseo es mantener unida a su familia, y no puedo negarme a ayudarlo; anhelo lo mismo para la mía.

Selene y Alessio se adelantan, mientras nosotros tres nos cambiamos con ayuda de la Moneda del Trueque. Halley y yo nos vestimos elegantes, de frac negro, tampoco le presto mucha atención a nuestros atuendos. En cambio, a decir verdad, no puedo evitar admirar cada detalle del deslumbrante vestido de Violet; seda purpura cayendo en suaves pliegues por la falda como una catarata con destellos dorados. Me resulta difícil concebir aún que pueda estar enamorada de un hombre corriente como yo, aunque ignoro si…Debo calmarme, si pienso en exceso me confundiré y prefiero vivir el presente con ella.

Halley de pronto nos muestra la llave reparada con orgullo. Violet dirige su mirada hacia ella y extiende una mano para tocarla, pero se detiene a sí misma con su otra mano y lleva ambas al pecho. Respira hondo y exhala despacio. Parece que su dilema por tomar la llave choca con su gratitud hacia Halley y prevalece esta última. Me siento orgulloso de ella.

El artista vuelve a guardarla preparándose para entregárnosla cuando consigamos el jarrón. Estoy dividido; por un lado, estoy impaciente por conseguir el jarrón, pero por otro, desearía que el plan fallara. Sin la llave, podríamos seguir juntos, discutiendo, pero juntos. Por el contrario, cuando la tengamos en nuestras manos, ignoro lo que sucederá. ¿Violet me traicionaría? Después de todo, no reúno ni un ápice de lo que ella busca en un hombre y ella no renunciará a su imperio por mí, aunque tampoco quiero que lo haga. Al igual que yo tampoco deseo abandonar a mi familia y mi hogar por ella. Pero una vez más, estoy pensando demasiado.

Escondemos nuestras identidades tras antifaces negros y sin más preámbulos, nos dirigimos a la mansión de Giovanni sobre nuestras monturas. Nos encontramos con Selene en la puerta trasera del muro, asegura que Alessio se ha adentrado en la casa para buscar al ente y acabar con él. Así, no deberíamos inquietarnos por el monstruo.

Selene nos conduce hacia la cocina. Al cruzar la puerta, me entra un escalofrío, el sonido de los cuchillos afilados cortando verduras por doquier suena más bien como si fueran a partirme en cachitos por entrometerme donde no debo y los golpes secos para ablandar la carne solo acentúan mi inquietud. Y pese a que el aire está impregnado de un agradable olor a hierbas frescas y especias, siento que el estómago se me cierra. Pase lo que pase esta noche será decisivo.

Selene se concentra en guiar a sus cocineros sin recurrir al sarcasmo, aunque para lograrlo realiza una breve pausa antes de precipitarse a hablar. Mientras Violet, Halley y yo salimos al pasillo. Observamos que los guardias están vigilando las escaleras y la entrada. Sin hacer contacto visual, nos dirigimos despacio al salón para pasar inadvertidos.

El suelo de la sala, de un blanco radiante, muestra un patrón de baldosas que evoca un cisne negro. Las mesas de aperitivos están dispuestas junto a las paredes y adornadas con jarrones llenos de flores frescas. El dulce olor de los buñuelos atrae a Violet a meterse varios en la boca con una ansiedad que me asusta. Yo en cambio me contengo.

Si subimos a los cuartos para robar el jarrón, hay muchas personas que podrían vernos, así que tenemos que ser cautelosos. Antes de hacerlo, necesitamos asegurarnos de que Giovanni esté entre los invitados y no en el piso superior, cerca del jarrón.

En un rincón se encuentra una pequeña orquestra tocando un suave murmullo de notas que pronto se elevan y estallan con alegría. Algunos se entregan al baile al compás de la música, mientras que otros sostienen conversaciones triviales, mientras las copas se llenan y se vacían en un incesante vaivén. Aun Violet se atreve a tomar una copa, pero se la retiro de las manos y la dejo sobre una mesa, lejos de ella, no podemos permitirnos embriagarnos en este momento y arruinar el plan.

—¿Y si Giovanni nos descubre? —pregunta Violet angustiada.

—Pasaremos el resto de nuestra vida en prisión —responde Halley tomándose la copa que había arrebatado a Violet.

Ella abre los ojos de par en par y yo también. Respiro hondo para mantener la calma. No puedo dejar que los nervios me consuman.




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