Sangre Púrpura

Capítulo 39. Sacrificio.

El ente libera a Alessio a los pies de Halley, quien se aproxima presto a socorrerlo. Giovanni pasa a su vera, mirándoles por encima del hombro y toma uno de los jarrones de las mesas revelando así el verdadero jarrón con su inscripción. Lo había ocultado como uno más, ¿cómo no nos dimos cuenta antes? Sabía que vendríamos a robarle, debió advertirle el ente por la otra vez que entramos a robar. Con desprecio, Giovanni arroja las flores que contenía sobre sus hermanos.

Nos retiramos en busca de la salida, pero de repente, unos guardias aparecen bloqueando nuestro camino. Zane es retenido por uno de ellos, mientras otro trata de atrapar a Violet; sin embargo, esta reacciona con una patada. Mi intento por ayudar a Zane se ve frustrado cuando otro guardia me captura. Pronto los tres nos encontramos siendo conducidos al salón, donde somos arrojados al suelo frente a Giovanni. Con un simple gesto de su mano, él les indica que se retiren. Nos observa con desdén antes de tomar el brazo de Violet y levantarla a lo que ella responde asestándole un puñetazo. A su vez, el ente se abalanza contra ella, acorralándola en el suelo por la afrenta hacia su amo.

Giovanni saca un pañuelo de su bolsillo y se limpia la sangre de la nariz con delicadeza. Zane y yo nos levantamos con cautela mientras el ente no aparta la mirada de nosotros. No podemos arriesgarnos a que haga daño a Violet, tenemos que ser prudentes y actuar con cabeza.

—Caballeros, dialoguemos. Quiero que comprendan la necesidad de mi causa. Anhelo llevar mi tecnología a territorios más allá de este reino, pero las restricciones impuestas a la magia han obstaculizado mi progreso. ¿Acaso no ven las oportunidades que se pierden? Con mi visión, podemos alcanzar nuevos horizontes, expandirnos y llevar la innovación a todos los rincones de este mundo. Permitamos que la innovación y el progreso trasciendan las fronteras de este reino y…

—¡Ya cállate, maldito egocéntrico! ¡No quiero seguir escuchándote! ¡Libera a mi hermana!

—No puedo caballero. Ella es el sacrificio para un futuro donde la prosperidad y el avance no estarán limitados por dogmas obsoletos. Su sangre permitirá que los entes alcancen su verdadero potencial, entre ellos mi socio aquí presente.

El ente extiende una larga lengua para lamer el rostro de Violet. De manera instintiva, Zane y yo intentamos contraatacar, pero el monstruo arremete con su cola contra Zane, lanzándolo al suelo y dejándolo inconsciente.

En cambio, yo logro agacharme a tiempo para evitar su mismo destino. Mientras tanto, Violet forcejea, ansiosa por levantarse y ayudarnos, pero el ente la retiene con más fuerza bajo sus garras. Retrocedo, buscando con desesperación algo que pueda utilizar como arma, pero no encuentro nada a mi alcance.

Halley procura pasarme la llave empujándola a lo largo del suelo, consciente de que la necesitamos para controlar al monstruo. Sin embargo, un zapato lustrado se posa sobre la llave. Al levantar la mirada, me doy cuenta de que Giovanni, aun sosteniendo el jarrón bajo su brazo, está de pie frente a mí. Recoge la llave y juega con ella entre sus dedos.

—¿Acaso requiere de esto? —pregunta, mientras sus ojos centellean con malicia e introduce la llave dentro del jarrón—. Búsquela. ¡Multiplícate!

Ante la orden el jarrón brilla y una montaña de ellas desborda por su boca. He perdido de vista la original; mire a donde mire, todas son idénticas. Vuelvo la mirada para comprobar el estado de Violet, y descubro que ha abandonado su cuerpo físico en un intento de luchar contra el monstruo y liberar su cuerpo físico. Sin embargo, el ente es más fuerte y la aparta lejos de un zarpazo. Se me encoge el corazón con cada golpe que recibe. Entonces este le da un picotazo en el pecho físico y degusta su sangre con una lengua viperina. A pesar de retorcerse de dolor, Violet se mantiene firme en su objetivo de apartar al monstruo con su cuerpo astral.

Giovanni continúa hablando como si no se hubiera desatado una contienda en su salón:

—Un leve inconveniente del jarrón es que no multiplica la magia, solo el objeto. Por ende, descubre el auténtico o no le será de utilidad alguna. Pero, ¿por qué empeñarse en tal empresa si yo puedo otorgarle el reconocimiento que tanto anhela? Si me apoya podría guiar al reino hacia una era de progresos sin parangón, acogida con gratitud por todos. Se convertiría en un héroe.

—No pienso ayudarte en nada —aseguro mientras me arrodillo a rebuscar la llave entre las demás.

Giovanni no parece aceptar un no por respuesta e insiste:

—¿Qué ha sido de su ambición?¿Va a renunciar a todo lo que siempre ha anhelado por una mujer? No, una divinidad. Comprenda que no está a la altura de su magnificencia. La dama es un ser de otro mundo y tiene el derecho de gobernarlo, mientras que usted no es más que un simple vástago de campesinos. No posee nada que ofrecerla a cambio. Reflexione sobre ello, su porvenir junto a ella carece de sustento. Su lucha es en vano.

—¡Cállate! —grito descartando las llaves inservibles en mi intento de encontrar la original. No puedo dejarme distraer por Giovanni, aunque me esté revolviendo el estómago.

—En cuanto ella termine de usarle para sus propósitos, le abandonará. Permanecerá en el olvido, con el corazón quebrantado, excluido por su propia familia y vecindario. ¿No lo ha reflexionado?

Su pregunta siembra en mi un pensamiento que me paraliza: nunca ha estado dispuesta a abandonar su ambición, siempre ha querido dominar el reino y exiliar a los humanos. Para ella, soy un obstáculo, un enemigo a vencer. Y de repente, ella se entrega a mí, en cuerpo y alma, cuando conseguir la llave está más cerca de su alcance.

Una opresión incómoda se cierne en mi pecho amenazando con explotarme el corazón. ¿Y si quiere aprovechar lo que siento por ella para arrebatarme la llave y luego deshacerse de mí? ¿Y si la única verdad es que me usa por mi sangre y yo me he resistido a aceptar que se interesa por mí de ese modo? ¿Y si Henry tiene razón y estoy cegado por el amor que siento? ¿Podría una emperatriz enamorarse de un hombre insignificante como yo?




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