El baile de los vizcondes de Sídney era legendario en la temporada social de Londres y todo miembro de la aristocracia hacía todo lo posible por recibir una invitación. Sus banquetes eran de los mejores en todo inicio de temporada, la flor y la nata de la sociedad lucía sus mejores atuendos para ver y ser vista.
Lady Georgia Westhampton se encontraba ataviada con un vestido de mangas largas de color lila-el cual realzaba solo un poco sus pechos-ese vestido se lo había obsequiado Becky en su cumpleaños; le había pedido a su doncella que le recogiera su largo cabello en un tocado y con ayuda de pinzas calientes le hiciera rizos por doquier. Le permitió que le colocara plumas del mismo color de su vestido en su cabello; en el cuello llevaba una gargantilla de diamantes que fue obsequiada por Wolfram, en sus orejas llevaba unos pendientes a juego.
Ésta abrió su abanico japonés que le había traído Aitasis en su viaje con Uriel a Japón. Era consciente que era el centro de muchas miradas pero estaba más que enojada, hace dos horas y más Wolfram se había reunido con el vizconde Sídney y otros caballeros en la sala de fumadores y no salía de allí.
Ésta se encontraba en un grupo de mujeres insípidas las cuales solo les hablaba por necesidad social.
—Pienso que en la temporada pasada vino más gente—comento Lady Caroline, vizcondesa de Castlereagh—¿Qué piensa usted Lady Georgia?
Georgia colocó una expresión aburrida—No suelo percatarme de quienes van o vienen a lo bailes—fue su respuesta
Su arrogancia era legendaria pero aun así la vizcondesa sonrió—No es importante ¿verdad?—Georgia la ignoró
—Los banquetes de los vizcondes ya no están como antes —comentó la Señora Cooper —¿Qué opina usted Lady Georgia?
Ésta comenzó a abanicarse el rostro—Es un verdadero problema para aquellos que solo vienen a comer, por suerte no pertenezco a esa clase de gente
—Tiene usted toda la razón—Georgia rodó los ojos y se limitó a mirar a los danzantes—No es muy común ver a Su Excelencia el duque de Westhampton bailar ¿por qué mi lady?
Georgia la traspasó con la mirada—Ninguna mujer de este insípido baile es digna de bailar con mi hermano
Ambas mujeres se miraron—Por supuesto que no—respondieron ambas y Georgia tuvo que reprimir un bostezo.
—¡Oh miren!—Exclamó Lady Caroline—Son los condes de Addington
Georgia no pudo evitar sentir un escalofrío en la espalda. Efectivamente Catherine había llegado con su insípido esposo. Ésta no pudo evitar mirarla, se veía radiante con su vestido de mangas cortas y englobadas de color rojo; su hermosa cabellera castaña estaba recogida en un moño alto y su mano enguantada descansaba en el brazo de su marido.
—Lady Addington luce fresca—comentó la Señora Cooper—Le ha sentado bién su matrimonio
—El conde es un hombre de una muy buena procedencia—agregó Lady Carolina—Sin duda los duques de Hastings están felices con esa unión
—Así es. Lady Addington tiene veintiocho, todos sabemos que estar soltera es una desgracia hoy en día—Georgia le tiró una mirada asesina—Perdóneme mi lady, yo no pretendía…
—Tiene usted razón—le dijo Georgia gélidamente—Un hombre garantiza estabilidad, por suerte hay mujeres que cuentan con una herencia propia. Les pido un permiso.
Georgia se alejó del grupo a paso lento. Siempre era lo mismo, aquellas mujeres solo le hablaban porque los maridos se lo pedían para poder tener una excusa de acercarse a Wolfram, solo que ella jamás les servía de puente.
Sabía de antemano que Catherine la observaba, podía sentir su mirada y antes de que ésta si quiera pensara en acercársele, Georgia subió escaleras arriba y entró a la primera habitación que encontró. Ésta cerró la puerta tras sí. La habitación estaba a oscura y avanzó con paso rápido para buscar una lámpara; a Georgia nunca le había asustado la oscuridad, en un pasado la noche fue su compañera y estaba profundamente agradecida por eso; dejó de buscar la dicha lámpara y con sus manos pudo hallar un sofá, ésta lo rodeó para sentarse.
En ese instante sintió como unas manos la arrojaban a este y eso le sacó un grito; la criatura en cuestión era muy grande y se colocó encima de ella, Georgia forcejó hasta que sintió unos labios suaves que presionaban los suyos. Ésta se quedó muy quieta y luego le dio un rodillazo en los testículos.