—Georgia
Ésta abrió los ojos de golpe al escuchar la profunda de su hermano Wolfram.
Ésta se levantó de la cama y lo contempló con los ojos abiertos. No podía dar crédito de lo que veían sus ojos, sabía de sobra que su hermano tenía demasiadas influencias pero sin duda esto sobrepasaba los límites.
—¿Wolf...?
—Hiciste muy bién alejándote de nuestras vidas, después de todo una bastarda siempre será una bastarda. No esperaba menos de ti
Ella se sentó en la cama—Wolfram no me digas esas cosas por favor
—Maldigo el día en que te traje conmigo Georgia ¡Lo maldigo!
**
—¡No! —exclamó ésta al despertar de golpe.
Vio a su alrededor y estaba en la habitación que compartía con Iuola. Ella se encontraba en una cama doble y su hermana al parecer ya se había levantado. Había dos mesas de noche, una lámpara de gas en una de ella y un armario.
Georgia colocó su frente en sus rodillas.
Tú y Iuola lo son todo para mí.
Georgia miró hacia la ventana circular del barco y negó con la cabeza.
—No... Wolfram no es así
En ese momento entró Iuola en compañía de una criada, la cual depositó un baúl grande en la cama de Georgia, ésta hizo una reverencia y salió de la habitación.
—Vaya, hasta que por fin te despiertas—le dijo su hermana
Iuola iba ataviada con un hermoso vestido amarillo de mangas largas y cuello alto; este en su falda llevaba un bordado de rosas blancas y en su cabello tenía una larga trenza.
—¿De dónde sacaste ese vestido? —le preguntó Georgia mientras abría el cajón de una de las mesas de noches y sacaba un cepillo.
—Lo compró Robert para mí ¿Te he dicho cuanto amo a mi cuñado?
—Jamás—le dijo Georgia mientras se cepillaba el cabello—¿Y se lo compró a quién?
—A una madame que abrirá su propia modistería en Estados Unidos—le explicó Iuola—le dije que no estaba bién que me comprara ropa pero luego me dijo que íbamos a ser familia y acepté. Puesto que él será mi hermano mayor, imaginé como si Mar lo hubiese comprado para mí
—Ya veo
Iuola se sentó en la cama—¿Sabes que me dijo Roro?
—¿Quién demonios es Roro?
—¡Robert por supuesto! —exclamó Iuola como si Georgia fuera una tonta al preguntar lo obvio—Así le digo de cariño, tendrás que inventarte un nombre propio
—Créeme que no me interesa llamar a ese cretino de forma afectiva
—Georgia no está bién que trates así a tú futuro esposo—le riñó ésta—¿Sabes que me dijo? Que en Boston hay un médico que se encarga de dar clases de medicina básica a las personas y no sólo eso ¡admite mujeres también! Es inglés, pero reside allá. No conozco los mejores médicos de Inglaterra pero Roro afirma que es muy bueno
—¿Y entonces?
Iuola tomó las manos de Georgia—Permíteme ser su aprendiz, al no estar en Inglaterra mi tutela pasa a tus manos. Sabes que este ha sido mi sueño, te prometo que para cuando sea mi presentación ya habré terminado los estudios
Georgia suspiró—Iuola creo que de todas formas tengo que escribirle a Wolfram
Ésta la soltó y se puso de pie—Georgia tú y yo huimos de casa y no sólo eso, estamos viajando con dos americanos en un barco lleno de gente que no pertenece a nuestra clase social ¿En verdad crees que Wolfram te dará una respuesta a esa pregunta? Nos mandará uno de esos pergaminos japoneses y luego nos arrancará la cabeza
Georgia se puso de pie—No lo sé, primero lleguemos y luego allá vemos
Iuola sonrió—Está bién, por lo pronto a lo que vinimos
Georgia la miró interrogante—¿De qué hablas? ¿Podrías mandar a que me traigan la bañera?
—Ya lo hice hermana, te ayudaré a bañarte
—Gracias que amable de tú parte
—Te aviso de antemano que no es el vestido de novia que le mandamos hacer a nuestra modista, pero... pero tú luces despampanante con cualquier cosa
Georgia frunció el ceño—¿De qué hablas?
Su hermana pequeña le sonrió abiertamente—Hoy será tu boda
***
Robert sonrió al ver la proa del barco decorada muy sencilla por los tripulantes. Ésta se encontraba rodeada de distintas flores blancas y lazos del mismo color; él al contarle sus intenciones decidieron echarle una mano. Sacaron todas las cajas de madera dónde había frutas y las colocaron como sillas, la cocinera le había prestado una mesa y en ésta se encontraba el joven sacerdote que Robert había sobornado para que oficiara su boda, con la promesa que al llegar a Boston, este les facilitara el certificado donde constaba la validez de su matrimonio.
Este también compró todo el coñac a un comerciante de licores y todos los vestidos a una mujer francesa que no dejaba de mirarlo. Posterior a eso sobornó a la cocinera para que se encargara del banquete e invitó a toda la tripulación. El capitán del barco le había felicitado por las buenas nuevas.