Sangre Real

2. CARTA DE LA DUDA

Ha pasado un año de todo aquello, y en el castillo espartano nada ha sido tranquilo, porque en lugar de luchar contra Persia y vengar la muerte del príncipe Amir, los guerreros espartanos tuvieron que sofocar una rebelión en Argos. Que es un pueblo a varios días de distancia que al rey le da constantemente dolores de cabeza. Faráz se tuvo que ausentar varios meses y hace un día llegó al castillo. En estos momentos está en los aposentos del rey dándole detalles de la situación en Argos. Tenían poco de estar hablando cuando uno de los mensajeros fue anunciado y al entrar se dirigió al rey.

—Majestad tenemos noticias del general Ciro—, dijo al tiempo que le extiende la misiva con el sello de la legión quinta y decima firmada por Ciro, general de las legiones unidas que actualmente esta en Acaya, frontera con Grecia por el lado del mar Jónico.

El rey inmediatamente la abrió, la leyó y luego se la entregó a su hijo. Él la tomó y al leerla no pudo evitar sentir enojo, pues el enemigo griego atacó la frontera arrasando con un pueblo y cientos de aldeanos habían muerto. Los enfrentamientos con ellos no se hacían esperar. Una vez más defendieron con valentía, pero esta vez el costo había sido más alto en vidas pues sus hombres no alcanzaron a cubrir la zona. Sin duda era un mensaje claro de Grecia sobre sus intenciones de reconquista al movilizar varias de sus legiones, afortunadamente no fueron suficientes para seguir avanzando.

Dos siglos atrás Esparta fue un estado griego independiente que luchaba al servicio del rey de Grecia, pero luego empezaron a verlos como amenaza y quisieron eliminarlos. La guerra duró por mucho tiempo hasta que Esparta consiguió la hegemonía y emergieron como un imperio. Y desde entonces siguen queriendo someterlos para recuperar el territorio perdido, sin embargo durante el mismo tiempo no han podido, haciéndolos cada vez más fuertes.

—Debemos reunir al concejo de guerra—, le comentó Faráz al rey después de leer la misiva.

—Petronio, encárgate de todo—. Respondió el rey y ambos se dirigieron a la sala de audiencia mientras Faráz va informándole sobre la rebelión en Argos.

Faráz lo observaba mientras iba hablando. El rey aún es un hombre sano y fuerte. Sin embargo en los dos últimos años le ha dejado casi en su totalidad las campañas de guerra. El príncipe desde pequeño empezó a ser entrenado para gobernar y luchar, acompañándolo a las guerras, y aunque se quedaba fuera del campo de batalla veía toda la crueldad de las mismas, y aprendía como se ganaban y lo que debían hacer los buenos líderes para no perderlas. El rey no ha sido de los que se quedan viendo. Él luchaba cuerpo a cuerpo con el enemigo porque siempre ha dicho que un buen rey también debe mancharse las manos. Y ahora él es un rey de vientre medio abultado disfrutando del privilegio de tener un primogénito adulto que le permite gozar de la buena vida y un par de mujeres de vez en cuando. Ahora tenía a Faráz, que si aún no gobierna en su totalidad se da el gusto de dejarle la responsabilidad del imperio y del pueblo, así como de ganar las guerras, extender el territorio y brindarle seguridad a su gente, porque un día él quedará al frente.

Llegaron a la sala y entraron dirigiéndose al área privada donde dialogaban en solitario lejos de cualquier oído. Se sentaron mientras los demás van llegando a la sala exterior. El rey comenzó la plática.

—Faráz he recibido las notas sobre las dudas que tienes de la guerra que enfrentamos con los persas. Según los reportes, tus sospechas son ciertas. Fuimos engañados nosotros como ellos. Cuando nuestros guerreros detuvieron a los persas que quisieron invadir la zona, fueron quemados la mayoría de los cuerpos, y tras tus sospechas examinaron los que se pudieron rescatar, y descubrieron que ninguno forma parte de los guerreros persa. Ni un solo cuerpo tiene la marca de iniciación persa y los uniformes tampoco tenían la insignia del sello real en su interior.

Después de lo que dijo el rey, Faráz se le quedó mirando, se le vinieron muchos pensamientos a la cabeza pero no dijo nada, el rey continúo.

—La intriga puede venir de cualquier lado—, finalizó diciendo.

—La princesa Daríce nos acusó de haberlos atacado primero—, comentó el príncipe al recordar las palabras de ella.

—Podría provenir de Grecia, y seguramente idearon el mismo plan para ellos y que creyeran fuimos nosotros los que quisimos invadirlos—, agregó el rey.

—El plan parecía bien elaborado—, comentó el príncipe—. ¿Por qué dejar los cuerpos sin marcar y dejar cabos sueltos? —, dijo formulando la pregunta en voz alta y su padre se quedó pensando hasta que después habló.

—Hasta no saber qué pasó, continuaremos con la tregua de paz que ofrece Persia.

—No podemos olvidar que fue su espada quien mató a mi hermano—. Respondió con resentimiento.

Sin poder evitarlo recordó a la hermosa princesa y esos ojos que no podía sacar de su mente. Recordó a esa mujer de belleza inigualable que de vez en cuando aparecía en sus pensamientos produciendo que la sangre le hirviera. A veces de venganza, y otras de deseo. Lo último le producía coraje al punto de cegar sus pensamientos en una sola imagen. La cabeza de ella rodando en el suelo mientras su cuerpo caía inmóvil lentamente. El rey lo miró y al ver su silencio habló.

—Faráz una batalla a la vez. Por el momento concentra toda tu ira en Grecia, porque si ellos están detrás de todo van a pagar la muerte de Amir. Hay algo más que debo decirte—, dijo pensativo.

La voz del rey ha cambiado. Ahora se oye preocupado, podría decirse que hasta sorprendido. Faráz se le quedó mirando en silencio para que prosiguiera.

—Mientras estabas fuera me llegó esta carta—, dijo mientras la sacaba de su ropa y se la extendió.

Él la tomó dándose cuenta que proviene de Persia. Inmediatamente la abrió fijando la mirada hacia el nombre que resaltó ante sus ojos al final de la hoja; Sadira, reina de Persia. Sin pérdida de tiempo empezó a leerla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.