Mientras que en la frontera se celebraron los acuerdos de alianza , en el castillo persa en Capadocia la princesa Darice se encuentra en sus aposentos con Azara, su doncella principal y de mayor confianza que le está poniendo el último adorno; un brazalete de oro puro con incrustaciones de jade y piedras preciosas que fue un regalo del príncipe Navid. A ella le encantan las joyas hechas de jade, es una piedra que piensa le trae buena suerte y además combina muy bien con el color de sus ojos. No son verdes, pero si de un tono oliváceo que resalta con el bronceado de su piel. Cuando estuvo lista salió de la habitación para encontrarse con su hermana Sadira en el pequeño jardín al que llaman desde muy pequeñas "el paraíso". Allí pasaron junto con su madre grandes momentos de alegría. Pero ahora la reina está muerta y entrar ahí ya no les trae la alegría de antes. La reina Sadira estaba joven al morir. Tenía más para dar a su familia y al imperio. Fue considerada una gran reina a quien la gente quiso, y a quién el rey amó más que a su propia vida. Su muerte les dolió a todos, y sin embargo fue un alivio porque la extraña enfermedad que la mató la consumió lentamente con mucho dolor y sufrimiento. Cuando la familia pensaba en eso les provocaba tristeza, así que para Darice es mejor dejar ese hilo de pensamientos y tratar de concentrarse nuevamente en su arreglo.
— Se ve hermosa princesa—, le dijo Azara acomodándole el pelo de la forma que a ella le gusta—. El príncipe Navid es muy guapo—, comentó la doncella mientras mira el brazalete.
— No será mi esposo—, respondió admirando el brazalete como lo hace la doncella, mientras piensa que va a tener que devolver todos los obsequios que le dio. O al menos casi todos, porque los besos dados no podía regresarlos. Recordó el penúltimo día que estuvo con él…
— Eres hermosa—, le dijo el príncipe cuando las doncellas los dejaron solos en el jardín como ella les había pedido. Él se acercó tanto que pudo sentir el calor de su piel y de su mano cuando ambas se tocaron, él con delicadeza la jaló hacia un lugar más apartado, lejos de la vista de los demás. Se adentraron al interior del laberinto hasta que quedaron detrás de una espesa higuera. Darice sentía que el corazón se le iba a salir cuando él la recargó sobre una mata, acorralándola entre sus brazos para besarla. Al sentir los labios de él besar los suyos instintivamente comenzó a moverlos al mismo compás. Se besaron mordisqueándose suavemente los labios al tiempo que él comenzó a deslizar una de sus manos por debajo de su cadera. Ella se quedó quieta. Aquello no estaba bien era lo que pensaba una y otra vez, repitiéndoselo varias veces en su cabeza pero sin detenerlo mientras él bajaba más y más la mano. Sentía la sensación del anhelo, pero era consciente que aquello estaba prohibido, y no podía perder la razón por muy agradable que se sintiera. Los labios de él comenzaron a bajar por su cuello y la humedad de su lengua hizo que la piel se le erizara. El calor se siguió extendiendo por todo su cuerpo y más cuando él intentó bajar una mano en la parte inferior de su vestido. Se separó rápidamente.
— No—, le pidió con la voz entrecortada pero con determinación.
— ¿Por qué no? —, él le preguntó con la voz ronca mientras ella observaba la intensidad de su mirada y las pupilas dilatadas por el deseo.
— Debo conservarme hasta el matrimonio—, dijo empezando a caminar para salir del laberinto y encontrarse con sus doncellas antes que fuera tarde y llegaran más lejos. Él la siguió molesto y serio.
— Serás mi esposa—, le respondió antes de estar cerca de las doncellas que ya lograban verse. La princesa empezaba a dudar que ella fuera algún día su esposa. Hubo un tiempo que pensó que su padre terminaría aceptando aquella unión, pero después se dio cuenta que aquello no pasaría porque su madre se oponía rotundamente…
Sus pensamientos regresaron a la actualidad y recordó que aquello pasó bastante tiempo atrás Pero aún recuerda sus labios y la sensación que produce el acercamiento de dos cuerpos que se atraen. Sin ser consciente sus pensamientos se concentraron en el príncipe Faráz y su mirada intensa… en él hay otro tipo de atracción; el deseo de matarla. Sintió escalofríos al pensar en él y en su primer encuentro. Aquel día quería matarla, de eso no hay duda, y era comprensible porque su hermano murió. Esa muerte se salió de control porque no estaba en los planes. Aquella no fue la orden. El plan era que ella se acercara a Faráz lo suficiente para pedirle que la guerra terminara. Incluso antes de aquel desastroso día, ella buscó un encuentro con él, y lo que recibió de regreso como respuesta fue la cabeza decapitada de su mensajero.
La reina Sadira era quien tenía la visión y fe en la unión de los dos imperios. Fue ella quien insistió en que la princesa fuera a la campaña de guerra, moviendo todo a su alcance para que así se hiciera y pudiera haber un diálogo entre el príncipe espartano y la princesa persa, y más ambicioso aún; la reina creía que podía conseguir que el príncipe conociera a Darice y la deseara como mujer, porque los pensamientos de la reina fueron que "el príncipe Faráz sería el esposo de su hija". La princesa ahora no sabe que pensar, por un tiempo creyó que las ideas de su madre nunca iban a pasar. De hecho pensaba que aquella reunión podría ser una trampa, así que cuando el rey marchó al encuentro con ellos temió por la seguridad del rey. Y sin embargo el rey está a un día de llegar de Efeso. Se tuvieron que detener no tan lejos del castillo a descansar del pesado viaje de tres semanas pero ya vienen.
— Listo princesa—, oyó a la doncella cuando le habló—. Princesa…,
Volvió a repetir al no obtener respuesta de ella.
— Sabes…, es muy guapo—, respondió Darice mirando el brazalete de Navid.
— Lo es—, reconoció la doncella creyendo que habla del príncipe Navid, pero la princesa se refiere al otro príncipe, al de la figura fuerte y varonil.
— Me refiero al príncipe espartano.
Cuando la doncella la escuchó se le quedó mirando con sorpresa pues es la primera vez que Darice habla de la impresión que él ha dejado en ella aparte de querer matarla. Ellas continuaron platicando por mas tiempo y después salieron por un rato para tomar aire fresco en los jardines del castillo. Así transcurrió el día de la princesa hasta caer la noche e irse a la cama a dormir.
Al día siguiente por la mañana el rey llegó. Tras un breve recibimiento de las princesas él se fue a sus aposentos a descansar y darse un buen baño. De las tres princesas la única nerviosa es Darice. Quien en el resto de la mañana se la pasó en su habitación toda ansiosa, a la espera de saber lo que sucedió. Llegó la tarde y el rey seguía sin salir. Casi al anochecer alguien tocó a su puerta.
— Adelante—, respondió y entró una de sus doncellas.
— Princesa el rey desea verla—, dijo Elena la segunda doncella más cercana a ella.
Tiene cinco pero la de mayor confianza es Azara. La considera su leal amiga. Una hermana.
Después de oír las palabras que tanto esperaba se paró y caminó hacia la puerta, luego por los pasillos mientras detrás de ella van sus doncellas. Al llegar hasta la puerta de los aposentos del rey tocó con suavidad pero con nerviosismo. La curiosidad la está matando desde el mismo día que se llevó a cabo el encuentro. Ella quería ir pero el rey no lo permitió, y todos los intentos que hizo por convencerlo terminaron en un NO rotundo.
— Pasa Darice.
Aquellas palabras intensificaron sus nervios. Entró y caminó hasta pararse al lado del rey, observando junto con él la ciudad que a sus ojos se extiende. Al poco tiempo él empezó a hablar.
— He temido el momento en que debía encontrarte esposo. Hace muchos años mi padre dijo que nuestra dinastía moriría conmigo al negarme a buscar segunda esposa que me diera un hijo varón. Ese día fue cuando tú naciste. Para muchos haber amado a tu madre me hizo débil. Pero a mí me hizo feliz.
En su voz hay tanta tristeza y melancolía que es imposible que su dolor no llegue hasta lo más profundo. Es cierto que el amor entre ellos les trajo felicidad. Sin embargo el costo fue pagado con la vida de personas que ya no pudieron ser felices. Ante el silencio de la princesa el rey continuó hablando.
— La reina creía en el imperio unificado con Esparta y Persia. Esa visión creció con el paso de los años al punto de mandar infiltrados para tener la seguridad que no estaba equivocada y convencerse que el príncipe Faráz sería un buen esposo para ti. Darice…—, después de pronunciar su nombre la miró a los ojos y siguió hablando—. El rey Corisio ha aceptado que te unas en matrimonio con el heredero al trono.
— ¿Padre qué ha dicho? —, preguntó incrédula y parándose frente a él sin saber que hacer o decir, porque lo que acaba de escuchar, aún cuando había posibilidades que eso pasara, la dejó desconcertada. Sabe que su destino es casarse con un príncipe y garantizar el linaje de la familia real y asegurar el auge del imperio, pero se ha echo a la idea que con él sería imposible. Sin embargo esa posibilidad ahora convertida en realidad la hace creer que la idea de su madre no es tan buena. La inseguridad la invadió sobre las intenciones de aquellos. Quizá quieren aprovechar la situación y hacerse del imperio persa, matarla cruelmente y de paso vengar al príncipe muerto. No es extraño para Darice pensar que el príncipe Faráz no es la única opción, pues existen otros príncipes herederos como el de Egipto, Siria o Macedonia. Porque Navid está descartado. Dudas, muchas dudas se le vinieron a la mente.
— Tal vez lo que quieren es terminar lo que empezaron. Matarme sería un precio justo por la muerte del príncipe Amir—, comentó cuando al fin pudo decir algo.
— Si algo tienen los espartanos es que se puede confiar en ellos una vez dan su palabra.
— Padre, el tiempo ha pasado. Quizá así fue antes—, respondió con muchas dudas sin tener la misma seguridad que su padre.
Hubo un breve silencio después y ella caminó por la habitación asimilando la situación, hasta que decidió sentarse en un sillón pensando en una de las cosas que su madre le dijo una y otra vez sobre las cualidades y virtudes que algunas mujeres poseen para conseguir muchas cosas. Que no solo basta un buen cuerpo con una cara bonita, y que la inteligencia y audacia pueden romper muchas barreras. La reina creía que su primogénita además de belleza tiene inteligencia. Quizá esa fue la razón por la cual ella confiaba en aquella alianza y el éxito de la misma. Además la reina nunca ocultó los sentimientos que tenía sobre los gobernantes de Grecia, a quienes detestaba. Al príncipe Navid apenas y lo podía ver y en más de una ocasión le dijo a la princesa con seriedad “Cuidado y lo vez de otra forma. Son enemigos”. Refiriéndose no solo a Navid sino a todos en general. Y cuando Darice comenzó a tratar a Navid empezó a reconocerlo de sobra. No es hombre para ella por muchas razones; la principal es que los reyes no lo quieren, y el subconsciente de la princesa empieza a tener la certeza que posee la tiranía y maldad del rey de Grecia. Además de haber escuchado rumores sobre las fechorías que cometía en otros lugares, dejándole con una idea de quién es en realidad y hasta dónde puede llegar un hombre como él. Los griegos no tienen palabra ni lealtad a nadie. Y ahora también se pregunta si realmente el príncipe Faráz es diferente, pero aquellas son sus dudas muy personales, porque lo que no se puede ocultar son los rumores sobre los espartanos, que incluso cuando se les consideraron enemigos, se oye hablar del rey como alguien querido por su pueblo, y aunque también es así con el príncipe, está el problema de la impresión que él tiene de ella. Quizá de ahí deben partir todos.
— Darice esta unión es lo mejor para el imperio—, continuó su padre sacándola de sus pensamientos.
— Lo sé—, respondió todavía dudando de las intenciones de ellos.
Es una realidad que algún día tendrá que unirse a un hombre al que no ama, es el pago por vestir con oro, piedras preciosas, sirvientes, vivir en un castillo y querer gobernar un imperio.
El rey volvió a observarla y puso una mano sobre su hombro agregando finalmente.
— Debemos preparar la ceremonia de compromiso. Llévate los documentos que están sobre el escritorio. Son los acuerdos de la alianza. La mayoría referentes al imperio, pero algunos te involucran a ti. Además, partirás con él a Esparta después de la ceremonia.
Ella levantó la mirada en la dirección de sus ojos al tiempo que aquellas palabras le llegaron al fondo de su alma. Irse con un desconocido, con alguien de quien solo tiene un único recuerdo: el de su espada en el cuello queriendo cortarle la cabeza.
— Puedes retirarte—, dijo el rey sin darle tiempo de asimilar nada porque ya no hay nada que asimilar, aquel es su destino.
La princesa besó su mejilla levantándose para salir de los aposentos del rey. Al cerrar la puerta salió caminando con paso rápido y pensando en que su madre logró una parte de su visión: la unión de ellos dos, pero aún falta la parte donde se convertían en un imperio unificado de dos ejércitos poderosos capaces de enfrentar a Grecia o cualquier otro país invasor. Podrían conquistar al mundo entero si querían, y si eran buenas las intenciones de ellos es lo que van hacer. Desafortunadamente la reina está muerta y no verá jamás aquello. Darice siguió caminando por el pasillo, luego por otro hasta que llegó a sus aposentos. En todo el camino Azara fue detrás de ella como una sombra.
La doncella es fiel y leal a su princesa, siempre agradecida de haber sido escogida para el servicio de la primogénita, pero más agradecida de no haber sido puesta al servicio de la princesa Leila.
Al llegar a la puerta de los aposentos de Darice primero entró ella y detrás las doncellas.
— Salgan—, les ordenó y antes que Azara diera la vuelta le tomó suavemente el brazo. Las otras se fueron inmediatamente.
— ¿Princesa se encuentra bien? —, preguntó Azara cuando estuvieron solas.
— Pronto me casaré con el príncipe Faráz.
La doncella abrió tanto los ojos que a Darice le dio risa.
— ¿Él que quiso matarla? —, preguntó angustiada mirando la cicatriz en el brazo.
— El mismo. ¡Que ironía! ¿no te parece? —, respondió a las risas sintiéndose demasiado nerviosa—. Necesito descansar un poco y poner en orden mis pensamientos. Puedes retirarte Azara.
— Todo estará bien princesa. ¿Le traigo un té para que se tranquilice? —, preguntó tratando de calmarla.
— Así está bien. Ya pasará la primera impresión.
— Todo saldrá bien, ya lo verá princesa—, le dijo con una sonrisa sincera para darle ánimos y después salió cerrando la puerta para dejarla sola.
Como siempre la princesa agradeció el gesto noble de Azara, quien al ser su doncella personal y muy cercana sabe mucho de las cosas que la rodean. Conoce las responsabilidades que debe cumplir, y aunque las otras princesas también tienen obligaciones, es en la primogénita en quien recae el mayor peso por ser la heredera al trono.
Sin pasar mucho tiempo después que Azara se retiró, la princesa se paró y salió también. Necesita cerrar un tema, tiene que verlo para hablar con él. Así que caminó por un pasillo y antes de girar por otro se dio cuenta que Azara se ha encontrado con Leila. Ellas no la vieron y Darice se detuvo para escuchar que le decía su hermana.
— Detente—, le ordenó cuando Azara pasó de largo después de inclinarse levemente ante ella.
— A sus órdenes princesa Leila. —, respondió Azara.
— Hace unos momentos salió Darice de los aposentos de mi padre. La noté rara. ¿Pasa algo? —, preguntó Leila sin apartar la mirada de la doncella.
— No tengo conocimiento de lo que hablaron princesa.
— ¿Acaso no son cercanas? Porque estoy segura que te cuenta sus cosas—, cuestionó Leila irritada.
— Si me disculpa princesa debo subirle la comida a la princesa Darice. Con su permiso.
— ¡Eres una criada insolente!, un día de estos mandaré azotarte y ni Darice podrá protegerte—, amenazó su hermana bastante molesta.
Darice tiene la seguridad que va a buscar la forma de afectar a su doncella. Afortunadamente después de esa breve conversación cada una tomó su camino y Daríce siguió el suyo.
La princesa Daríce salió a caminar a su jardín personal pensando en Faráz y la realidad de ser su esposa, convirtiéndose en princesa de ambos imperios y algún día reina de ambos también. Para ella lo más difícil será irse del castillo. Volvió a sentir un nudo en la garganta ante la idea. Ella ha crecido aquí casi todlo”. Tomó una flor sin arrancarla de la planta y se agachó para olerla. Se llevaría varias porque piensa hacer su propio jardín allá. Será su espacio. Un rincón donde pueda estar sola cuando lo necesite. Escogerá las mejores, las más exóticas. Las que ha traído de lugares lejanos, especies que no encuentras por estos alrededores.
Después de caminar por un rato observando las plantas se dejó caer en el pasto y sacó los documentos que le dio su padre y comenzó a leerlos. Al terminarlos y considerarlos adecuados se dirigió a sus aposentos no sin antes pasar y ver a Balto. Debe estar en la sala grande. Con suerte solo pensó. Entró y él se levantó inmediatamente del sillón donde estaba sentado.
— Princesa Darice—, dijo acercándose para besar su mano.
— Hola Balto— respondió sin apartar la mirada de él.
Balto es el hijo de Thiago, un importante concejero del imperio. Balto es joven y ha renunciado a una vida en el concejo para volverse guerrero. Fue asignado como general segundo en la legión de la princesa, es atrevido y no perdió la oportunidad de acercarse a ella con otras intenciones que para poca fortuna de él no fue tanto como buscaba. Aunque se besaron un par de veces nunca hubo nada más.
— Mi padre no se encuentra—. Respondió a su saludo intentando no verla directamente a los ojos.
— Que bueno porque no lo vengo buscando a él. Sino a ti. He notado que tratas de evitarme. Al principio me pregunté por qué. Ahora lo sé.
— No sé de qué habla—, dijo sin mirarla a los ojos.
Balto, un hombre bastante guapo pero tan mentiroso pensó ella.
— Felicitaciones. Ahora serás padre—, le dijo y él se quedó callado. Ella continúo—. ¿En serio creíste qué acostarte conmigo sería fácil? ¿Qué podrías decirme un par de cosas lindas y que después de unos cuantos besos me entregaría a ti? —. La princesa se rió en una mueca torcida, aunque realmente le dolió que él anduviera con otra, aún sabiendo que lo de ellos era imposible de todas formas. Darice que ahora está molesta continuó hablando—. La futura reina de Persia solo puede ser del hombre que se consagre como príncipe y rey a su lado. Puedes felicitar a Meira ahora que será madre—, terminó diciendo y se dio la vuelta para salir.
— Lo siento princesa.
— Yo no Balto—, le respondió y siguió caminando hasta que se detuvo antes de abrir la puerta —. De todas maneras, lo nuestro era imposible—, dijo al final y salió a sus aposentos.
Cuando llegó a la puerta no están ninguna de sus doncellas. Par de flojas pensó, o mejor par de coquetas que seguramente andan tonteando con algún guerrero o un guardia. Si las doncellas se fueron es por pensar que la princesa duerme. Al poco tiempo tocaron la puerta.
— Adelante—, respondió y Azara entró, la única que sí está al pendiente de la princesa.
— He traído sus alimentos—, dijo poniendo la bandeja en la mesita.
Darice la observó percatándose que Azara la mira minuciosamente aunque con disimulo. La doncella al ver que la princesa la mira directamente enseguida desvió los ojos a otra dirección.
— Le pedí le prepararan cordero como le gusta.
— Pues veamos que tal quedó—, respondió Darice con la seguridad de que no será defraudada pues la comida en el castillo es realmente buena.
No hay manera que los cocineros fueran malos. Se busca a los mejores, los que tienen un sazón exquisito.
La princesa volvió a mirar a su doncella un tanto divertida porque la conoce lo suficiente como para saber que Azara se pregunta a dónde ha ido. Entre ellas hay una especie de complicidad, Azara conoce los secretos de la princesa, principalmente aquellos relacionados con los hombres que ha dejado entrar en su vida, y los mismos que ha sacado también. Daríce sabe que Azara se pregunta con quién acaba de verse.
— Fui a buscar a Balto—, le confesó y se quedó callada para ver su reacción. La doncella no dijo nada pero su mirada le dio risa—. Me miras como si te preguntaras que hice—, le dijo divertida y luego agregó. —Bueno pues ahora que estoy comprometida es momento de poner distancia con él. Y más vale que tú también lo hagas con tus enamorados y tengas tus cosas preparadas para cuando sea la hora de partir, porque si sigues así sin parpadear te voy a dejar aquí. Y debería hacerlo por no ponerme al tanto de lo que me acabo de enterar.
Azara la miró como no sabiendo de que habla.
— No sé a qué se refiere princesa—, comentó pensativa.
— Si lo que pasó por tu cabeza fue que me estuve besuqueando en los pasillos con alguien estás muy equivocada—, comentó sin dejar de mirarla y la doncella bajó la cabeza. Efectivamente eso pensó de su adorada princesa que no es tan casta de los labios. Darice se paró para caminar hacia el balcón, y siguió hablando—. No me besé con nadie. De hecho, estuve a punto de mandar a darle un par de azotes a Balto. El desgraciado se revuelca con Meira, te das cuenta Azara, ¡Meira!, mi supuesta amiga…, bueno pues se van a casar porque la muy tonta ahora espera un hijo de él.
— No sabía ni tampoco escuché algún rumor. Le habría informado de haber sabido algo—, dijo Azara sorprendida.
— Pues pensé que me lo estabas ocultando. Parece que sus padres han guardado muy bien el secreto antes de contárselo al rey. Tanto tiempo seduciéndome, intentando llevarme a la cama. Bueno supongo no se aguantó más. Mejor porque no iba a conseguir lo que quería. No hablemos más de Balto.
— Princesa…
— Dime Azara
— ¿Es verdad que me llevará a Esparta con usted? —, preguntó con timidez y la princesa se dio la vuelta para verla a los ojos.
— ¿No quieres ir? Porque sabes que siempre tendrás la libertad de escoger sin compromiso el rumbo que quieras tomar.
— Yo jamás dejaré de estar a su lado, no mientras usted lo permita—. respondió inmediatamente.
Daríce sabe que no va a dejarla. Pero si quiere tiene la libertad de hacerlo, incluso también el documento que respalda es una mujer libre, un papel valioso que la misma princesa le otorgó, porque de todas las personas a su servicio, Azara es especial. En ella ve sinceridad y fidelidad. Esas cualidades en su posición son muy difíciles de encontrar. Y ahora que se irá lejos necesita una compañera como ella.
— Azara—, le habló la princesa y enseguida captó su atención—. Agradezco tus servicios y tu muestra de lealtad. Lo último para mí es muy importante. Siempre te daré la libertad de decidir el momento en que quieras irte y recompensaré todo el tiempo que me has servido fielmente—, le dijo sinceramente y ella le sonrió.
— Muchas gracias princesa. Estoy muy agradecida de servirle. Estaré a su lado hasta el día que usted decida que ya no me quiere—. dijo humildemente.
— Siempre te voy a querer a mi lado, sin embargo también quiero que seas feliz, incluso si eso significa que me dejes.— la princesa lo dice con toda la sinceridad y aprecio porque su deseo es que Azara encuentre un hombre que la haga feliz. Se lo merece. —. Puedes retirarte Azara. Saldré un rato a tomar aire fresco y regresaré antes que se oculte el sol. Pide que tengan mi baño listo como me gusta.
Azara nuevamente le dio las gracias y al salir cerró la puerta.
Sin tardar la princesa salió a ver al rey. Caminó por todo lo ancho y largo de los pasillos hasta llegar a la sala principal donde el concejo se reune. Sabe que su padre estará ahí a esa hora del día. Tocó y el rey del otro lado de la puerta le permitió pasar. Él está sentado. La sala totalmente vacía y ni siquiera se molestó en mirarla cuando entró. Siempre le ha dicho que conoce su forma de tocar y caminar.
— Majestad..., he venido a solicitarle algo muy especial—, dijo ella y al momento el rey alzó la vista dejando aún lado el papel que escribía. La palabra majestad pronunciada de los labios de ella trae consigo una petición grande.
— ¿Y qué es eso tan especial? —, preguntó curioso.
— Es sobre Hassin. Me gustaría que se fuera conmigo a Esparta después de la ceremonia—, solicitó finalmente esperando la reacción del rey.
— Supuse que Balto es quien te acompañará—, respondió enseguida.
— No, me gustaría se quede aquí con su autorización por supuesto—, contestó sin perder tiempo y ni andarse con rodeos.
La princesa no quiere a su lado a Balto. Reconoce que es un gran guerrero pero lo necesita para negociar con su padre, además es una forma de quitárselo de encima de una buena vez.
— Hassin es el primer General, el mejor de mis hombres. Mi brazo derecho Darice—. dijo el rey con seriedad.
— Lo sé—, respondió ella y después agregó—. Cuando esté allá me gustaría un diálogo entre generales respecto a la situación actual de ambos países. Esparta es un imperio independiente y Persia igual, la alianza será frágil si nuestros guerreros al mando no dialogan. He leído los acuerdos bajo los cuales estamos formando el imperio unificado y me parece que deberían empezar a trabajar juntos. Por favor permita que Hassin viaje conmigo—, pidió, casi rogó una vez más.
— Darice no voy a discutir eso contigo—, respondió con suavidad, pero con firmeza.
— Balto tiene gran capacidad para manejar las situaciones—, refutó para ablandar su negativa.
— Como primer general Hassin se desplaza por todo el territorio, tal vez no quiera quedarse en un solo lugar para servirte a ti y tus caprichos—. Dijo él sin quitarle la mirada.
— Si usted lo ordena lo hará. Además ambos necesitamos trabajar juntos—, respondió mirando hacia otro lado con los ojos humedecidos y un nudo en la garganta.
Hay una razón detrás de sus palabras, porque la posibilidad de subir al trono existe y Hassin recibirá órdenes directas de ella. Pero cuando eso suceda será porque el rey ha muerto. Ella suspiró largamente.
— Lo discutiré con él—, dijo el rey finalmente y aceptando que ella tiene razón, porque a como va su salud todo puede pasar más rápido de lo imaginado y esperado—. Puedes retirarte Darice.
— Con permiso Majestad.
Darice salió de la sala y se dirigió a Elena.
— Quédate cerca y me avisas si manda a llamar a Hassin.
La doncella asintió y mientras la princesa camina, va pensando que solo basta con la orden del rey para que Hassin acepte inmediatamente sin decir absolutamente nada.
Ni siquiera Daríce ha llegado a sus aposentos cuando Príamo la alcanzó.
— Princesa su Majestad desea verla—, le dijo y ella incrédula volteó a verlo pues se le hizo raro. Apenas viene de allá—. Ya le tiene una respuesta—, agregó el viejo concejero al ver la confusión en su mirada.
Eso ha sido demasiado rápido pensó ella, y sin perder tiempo caminó de regreso a ver al rey. Tocó.
— Adelante—, respondió él.
Al entrar vio a Hassin que está al lado del rey. Los observó minuciosamente mientras camina hasta ellos. Siempre que los ve juntos no puede evitar hacerlo.
— Majestad a sus órdenes—, dijo ella al tiempo que Hassin inclina levemente la cabeza ante su presencia y el rey le indica con un ademán que se ponga a su lado también.
— Dime Hassin, ¿qué reportes has recibido de nuestros vecinos griegos? —, le preguntó el rey continuando con la conversación que seguramente sostenían antes que la princesa entrara.
— Todo parece estar tranquilo. Sin embargo hay rumores de que están movilizando sus legiones, ahora más que nunca no podemos confiarnos. En cuanto se haga oficial la unión de la princesa con el príncipe Faráz y la noticia se extienda a los imperios vecinos, los griegos empezarán a maquinar la estrategia de invasión e incluso nuestros demás enemigos van a empezar a desconfiar sobre nuestras intenciones de conquista—. Argumentó Hassin muy acertadamente.
— ¿Tenemos pruebas que Siria vaya unirse a ellos? Quizá quieran recuperar el territorio que les quitó el rey Mustafá y vean una posibilidad de hacerlo—. Comentó el rey mientras acaricia su larga barba.
— Usted les regresó una parte—. Dijo Hassin.
— Pero no la ruta comercial que es la que más importa—, le recordó.
— Estoy seguro que Siria luchará por Persia. El rey sirio le ha sido leal hasta ahora—. comentó Hassin.
— Hay que enviar emisarios y un espía. Si algo he aprendido de las guerras es que nada es imposible. ¿Situación con Macedonia? —. Preguntó mientras la princesa escucha con atención.
— Lucharán con nosotros Majestad. Jamás van a perdonar que la princesa haya sido asesinada en territorio griego cuando se suponía iban a protegerla. No van a dejar pasar esta oportunidad de vengarse—. Afirmó Hassin.
— Perfecto. De Grecia no podemos subestimar su disciplina militar. ¿Cuándo saldrás a territorio celta? —, cuestionó el rey caminando hacia el balcón.
— Mañana a primera hora Majestad. En poco tiempo le entregaré el informe completo de nuestra posición frente a los romanos—, agregó Hassin siguiéndolo y ella detrás de ellos.
— ¿Ha habido avances después de la batalla en la ciudad de Barca? —, preguntó el rey bastante interesado porque es otra situación que le inquieta mucho.
— No. Los egipcios han sabido defender su territorio—, respondió Hassin parado a su lado.
— Salvo la ruta comercial del Nilo, que si no recuperan van a empezar a darse cuenta de su importancia—. dijo con preocupación.
— Hemos enviado el ejército de apoyo que nos solicitaron—, comentó enseguida Hassin.
— Hay que terminar esta situación rápido porque es necesario tengas disponible al ejército en su totalidad—, agregó el rey y después preguntó—. ¿Tenemos idea hasta dónde quieren conquistar los romanos?
— Posiblemente tengan las mismas ambiciones sobre Asia Menor que nosotros Majestad—, respondió Hassin mirando el extenso desierto.
— Esperemos ver como se dan los hechos. Puedes retirarte Hassin—, dijo el rey.
— Con permiso Majestad, su alteza—, dijo Hassin dándose la vuelta.
Darice sin perder cada detalle de la conversación observó cuando Hassin salió de la gran sala y seguramente para dirigirse al campo de entrenamiento. Lo miró con admiración recordando que desde niño fue preparado para ser un guerrero. Su padre Hassin como también se llamó se encargó de eso. Él fue uno de los mejores hombres que sirvió al rey durante muchos años y dedicado toda su vida al imperio. Él murió en batalla hacía más de cinco años, así que al morir él, las habilidades de combate, disciplina e inteligencia, y la lealtad y fidelidad que Hassin hijo demostraron, lo hicieron merecedor de ocupar su lugar al frente de las legiones persas aún siendo tan joven.
La vida del actual general Hassin no ha sido fácil desde pequeño, su madre murió desde que él tenía como seis años y dejó también cuatro hijas más pequeñas, siendo la más grande de cinco. Al crecer, todas ellas fueron bien casadas y actualmente viven en otras provincias, porque ambos, tanto Hassin padre como Hassin hijo se encargaron de conseguirles esposos de familias nobles e importantes que ocupan puestos privilegiados en otras provincias de Persia y que por consiguiente son muy cercanos al rey.
Al menos esa es la historia oficial de Hassin, la que todos conocen, la que está muy lejos de la verdad que la princesa Darice sabe.
— Hassin partirá contigo Darice—. Finalizó el rey mientras ella sin poder evitarlo sonríe al escucharlo—. Ahora puedes retirarte—, le dijo el rey sonriendo también.
— Gracias padre. Con permiso—. Dijo mientras quería salir dando saltos de alegría. Hassin va a viajar a su lado.
Cerró la puerta y caminó por uno de los pasillos ocultos que conducen a las afueras del castillo, porque su intención es salir y dar una vuelta por los alrededores como hace en secreto de vez en cuando. Darice no es una mujer fácil a quien le puedes poner límites y ella obedecerá sin decir algo o hacer otra cosa. Como salir del castillo. Está prohibido sin seguridad y permiso del rey. Sin embargo ella lo hace de vez en cuando, como ahora que va caminando por el pasadizo, de repente escuchó la suave voz tan conocida de aquel hombre.
— Te amo—, dijo Hassin tan cerca que pegó un ligero sobresalto y deteniéndose en seco mientras respira aceleradamente al tiempo que la sensación de adrenalina invade todos sus sentidos.
— Lo sé—, fue lo que el General recibió por respuesta y después de aquellas palabras hubo varios minutos de silencio demasiado largos.
Con el pulso acelerado pensó que aquello no puede ser y mucho menos continuar.
— Debo irme—, dijo finalmente Hassin entre risas y después agregó—, intentaré ir a tu cama esta noche.
Más minutos de silencio pasaron mientras se oyen los besos y jadeos. Ella permanece pegada a la pared. No se mueve, casi ni respira, pero siente una enorme vergüenza por ser testigo de algo tan íntimo de aquellos amantes. Después la mujer le responde a Hassin, “te esperaré, y no será en vano”.
Daríce continuó inmóvil intentando no ser descubierta, después de unos minutos más sintió alivio cuando los amantes tomaron rumbos diferentes y se alejaron de ella.
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Editado: 15.02.2025