En el castillo griego las cosas se salían de control mientras un rey bastante enojado le grita a su hijo.
— ¡Lo único que tenías que hacer era casarte con la princesa Darice y que siguieran enemistados con Esparta! Has fracasado Navid—, le gritó el rey delante de los concejeros más cercanos y de mayor confianza. Plutarco y Maximino permanecen callados ante la ira del rey.
— Padre aún tengo otro plan. Solo necesito un poco más de tiempo— dijo el príncipe Navid sintiéndose tan humillado por la dureza de los reclamos de su padre.
— ¿Otro plan? ¿Acaso hay un hijo tuyo floreciendo en su vientre? Ese era tu otro plan y tampoco te salió bien—, afirmó moviendo la cabeza de un lado a otro.
Negó. Ese fue uno de los planes, pero con puros besos las mujeres no tienen hijos.
— Majestad deme tiempo.
— ¿Cuánto más Navid? Porque está claro que has fallado en todo y cuando Esparta nos declare la guerra y Persia los apoye veamos como los contenemos.
— El enfrentamiento entre ellos fue por mí y si Megára es nuestro aliado es también por mí. Si el príncipe Amir murió, es gracias a mí. Comprar al guerrero que lo mató no fue fácil y…—, respondió ante su reclamo pero el rey no lo dejó terminar.
— Ni con Megára de aliada vamos a contener a los dos juntos, y la muerte del príncipe no sirvió para nada. Además se suponía sería Faráz—, dijo molesto.
— Persia no atacará si nosotros no lo hacemos—, comentó el príncipe intentando creerlo también.
— ¿Crees que porque Elízeo te permitió entrar a su castillo un par de veces ya eres su amigo? ¿Debo recordarte otra vez que prefiere casar a su primogénita con su “enemigo” antes que entregarla a ti? —, cuestionó elevando más la voz.
— Majestad, usted siempre ha dicho que el ejército persa es débil en tácticas militares, y que lo único que lo hace fuerte son sus números. Con la estrategia correcta podemos tener ventaja—. Afirmó el príncipe sin estar muy convencido de lo que acaba de decir.
— Su debilidad en tácticas militares se compensa con su enorme ejército y la destreza de sus arqueros. Son rápidos, ágiles. Nunca subestimes al enemigo Navid. Y además está el ejército de Inmortales, y también los Sáfavidas. Sin hablar de los celtas que son leales. ¿Y has olvidado acaso que ahora tendrán el apoyo del ejército espartano? ¿Y crees que los macedonios van a dejar perder la oportunidad de vengarse? Por tu estupidez perdimos su apoyo. Los teníamos en las manos y tuviste que ir a meterte con la princesa. ¡Tantos años y lo echaste todo a perder! —, volvió a gritar.
El humillado príncipe Navid lo miró pensando que lo tiene harto con sus reclamos. Lo que sucedió con la princesa, bueno se salió de control. Se la llevó a la cama, la embarazó. Después ella al darse cuenta que él no la amaría nunca quiso irse, el príncipe aceptó y le prohibió decir quién era el padre, y que si lo hacía iba a matarla. Así que ella guardó silencio y regresó a su país, pero en el trayecto fue secuestrada y nunca más la volvieron a ver. Llevaba en su vientre un bebé de unos cuatro meses tal vez. Los macedonios culparon directamente a los griegos por su desaparición y ahora los odian.
— Majestad…, —dijo Maximino captando la atención del rey—. El ejército persa ha perfeccionado sus tácticas militares. En sus filas hay un celta de ideas innovadoras y tácticas bastante creativas. Creto se llama. Es un pariente de la reina Sadira. Esto según el último informe de hace dos meses—, dijo Maximino al tiempo que pasa una hoja tras otra de los reportes que se reciben del enemigo. Siguió leyendo—. La mentira que enfrentó a Persia con Esparta hace algunos meses fue descubierta porque según el reporte que tengo, mandaron a examinar los cuerpos de los supuestos guerreros persa, y descubrieron que no tenían el tatuaje de iniciación que caracteriza a esos guerreros.
— ¡Los hombres que sacrificaste fue en vano! —. Volvió a gritarle el rey con más furia—. ¡Quiero la cabeza del estúpido que omitió tatuar los cuerpos! Ahora—. gritó a uno de los comandantes.
— El plan era perfecto—, comentó Navid.
— ¡No lo era si fallaste! Tantos años esperando y tú lo arruinaste Navid—, agregó el rey sin quitarle la mirada. El príncipe ya no pudo contenerse ante su reproche.
— ¡La oportunidad perfecta fue hace más de veinticinco años, cuando Persia y Esparta estaban debilitados por querer matarse uno al otro por la traición del rey Elízeo! A no, pero usted quería conquistar al mundo entero al mismo tiempo, y en lugar de aprovechar e invadir Esparta tuvo que pelear contra los romanos por las rencillas que provocó en su sed de conquista—. dijo alzando la voz para enfrentarlo.
— ¡Cállate! Eres mi hijo, pero yo soy tu rey. ¡Jamás lo olvides! Tienes que evitar la unión de la princesa y el príncipe. ¡Y esta vez quiero resultados favorables Navid! Debemos someter nuevamente a Esparta. Volver hacerla un Estado griego como lo fue hace mucho tiempo atrás, y posteriormente iremos por Persia. Ahora lárgate de mi presencia Navid.
— Como deseé majestad—, dijo saliendo de la sala muy enojado.
Como puede verse para Grecia todo se está hiendo al demonio, porque al final las cosas no salieron como esperaban. Parecía que habían logrado muchos avances y realmente creyeron que el rey Elízeo daría su consentimiento para casarla con el príncipe Navid. Por otro lado está la parte en la que él rey jamás ha confiado en su hijo, y en las cosas que puede llegar hacer. Su decepción es evidente. El único a quien quiso realmente fue al hijo mayor. Ese príncipe que algún día iba a subir al trono, pero a quién Navid tuvo que asesinar todo por culpa de su padre. Él creyó que al morir su hermano el rey lo tomaría en cuenta y también lo amaría, pero se equivocó en pensar aquello.
Detrás del príncipe camina Heraclio, a quien se puede pagar su silencio con varias monedas de oro. Ambos entraron a los aposentos del príncipe.
— Consigue más veneno—, pidió.
— Como ordene alteza—, contestó y salió inmediatamente.
Sabe que no demorará en traerle lo que le pidió. Ese veneno ha resultado muy efectivo. Lo usó en la reina Sadira, y al rey Elízeo también se lo están dando. Nadie se ha dado cuenta y siguen creyendo que es una extraña enfermedad, ni sus curanderos han identificado que es. Efectivo, muy efectivo. Y aunque digan que el veneno es artimaña de mujer, eso a él no le importa mientras tenga resultados. Es el momento de usarlo en su padre y quitar la última pieza que lo separa de ser rey. El príncipe Navid en lo que aún no sabe cómo proceder, es si después de eso debe matar a Heraclio y al anciano que le prepara el veneno, para eliminar toda evidencia. Se detiene porque piensa que quizá los necesite después.
Caminó hacia el cajón donde guarda la correspondencia y tomó una carta. La leyó una vez más, es la última carta que ha recibido de quien le proporciona información valiosa sobre Persia. Esa persona no solo es su espía, sino la mujer que le quitó la calentura cuando estuvo allá. También es la tonta que cree que la hará reina. Pero para ella tiene muy claro el destino que le espera una vez que obtenga lo que quiera, y sin duda jamás será casarse con una traidora capaz incluso de envenenar a sus padres. Aquello solo lo hace él. Se sentó en el sillón y comenzó a leer una vez más.
Mi amado…
Mi príncipe, mi amor y futuro rey. Tenemos un trato y he cumplido con una parte de él. S. está muerta y aún sigo esperando que elimines a D. Yo ya te mostré mi lealtad, ahora te corresponde a ti demostrar la tuya. Mátala, y cuando lo hagas el rey morirá también, mientras no.
Por siempre tuya, tu amada… Espero con ansias verte.
Es una perra maldita pensó. Una estúpida si cree que él matará a Darice. Antes primero la mata a ella, lentamente, parte por parte hasta que rogara y suplicara por su vida. Pero mientras le sea útil matarla no es prioritario. Lo que si tiene que planear es como eliminar a Faráz, porque después de la muerte de Amir, le ha resultado imposible llegar a él o algún miembro de la familia real espartana. Ahora se le presenta una nueva oportunidad, y será en la fiesta que dará su hermosa princesa Darice cuyo invitado de honor es él. Pensar en que se case con otro lo pone histérico. Ella es para él y jamás será de otro. Quintos, el asesino que ha enviado a Persia no debe fallar en matar a Faráz. Es necesario que lo haga allá. Porque así las posibilidades de alianza serán nulas. El objetivo es Faráz, pero si no puede llegar a él tiene la orden de matar a la princesa Dana.
Los pensamientos de Navid pasaron de ellos a Darice nuevamente. Estuvo tan cerca de tenerla. Sus besos no los puede olvidar y sacarla de su cabeza es imposible. Esa mujer tiene que ser de él se repitió varias veces. Quiere tener su cuerpo todos los días, y sino fue por las buenas lo conseguirá por las malas, pero a Darice la tendrá tarde o temprano en su cama, en sus brazos. Solo para él. Se levantó y se dirigió a la puerta.
— Dile a Zoraida que venga—, ordenó.
Uno de los guardias se fue a buscarla y poco tiempo después tocaron a su puerta.
— Pasa—, dijo.
La mujer entró.
— Acuéstate en la cama—, le ordenó.
Así lo hizo. Él la miró pensando en la suerte de haberla encontrado. Como una aguja en un pajar que buscó interminablemente hasta encontrarla. Era una prostituta de origen sirio que tuvo la maldita suerte de parecerse a Darice. Pero ahora es suya, a quien le hace todo lo que quiere.
El príncipe la está mirando imaginando que es Darice, con su pelo negro extendido sobre la cama. Él le ordenó que lo mire directamente mientras en su cabeza se imagina a su futura reina.
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Editado: 15.02.2025