Sangre Real

8. EN TU HONOR

Ha pasado un mes y la noticia de la unión entre la princesa Daríce y el príncipe Faráz ha corrido por toda Persia, Esparta y demás imperios. Los preparativos han empezado en el castillo persa para celebrar ese día. Antes del gran acontecimiento se decidió dar una fiesta en honor al príncipe. En todo el castillo hay mucho movimiento y los sirvientes se desplazan por todos lados revisando los más mínimos detalles para recibirlo.
Mientras todo ese revuelo sucede la princesa está en su habitación con Azara y las otras doncellas la están preparando para recibirlo. Adornan su cuerpo con piedras preciosas y le decoran los pies y las manos con hermosas figuras de henna. Debe lucir como diosa; altiva y hermosa. Capaz de emanar poder y autoridad. Darice quiere que él la vea y no deje de pensar en ella después que se vaya.
Faráz deberá estar llegando después del mediodía acompañado de la princesa Dana. El rey Corisio no viene. Él llegará hasta el día de la ceremonia real que se celebrará dos meses después. Hasta donde la princesa Daríce tiene entendido, es que por protocolo la princesa Dana debería venir hasta ese día. Sin embargo están preparando su llegada también. Ese rompimiento del protocolo hace que sin conocer a la princesa le empiece a gustar, pues le agradan las mujeres con rebeldía. Daríce no lo sabe, pero su percepción está equivocada.
Una vez llegue el príncipe y la princesa se dará inicio a una semana de fiestas para el pueblo dónde se servirá comida, vino y grandes banquetes en el castillo. Después ellos regresarán a Esparta, pero según se sabe no al castillo en Gerontres, sino a la fortaleza cerca de Efeso donde el rey Corisio se reunirá con ellos y posteriormente volverán para la ceremonia real.
Así transcurrió la mañana hasta que llegó el medio día. Daríce se paró para verse una vez más. Se siente radiante y lista, dispuesta a salir de la habitación y dirigirse al gran salón. Sin embargo antes que diera el primer paso tocaron su puerta y una de las doncellas abrió. Azara se mantuvo a su lado y Darice notó el nerviosismo de Azara cuando apareció Hassin. La entiende, el general produce ese efecto en muchas mujeres, lastima que su corazón pertenece a otra.
— Reacciona—, le dijo la princesa en voz baja dándole un ligero codazo en las costillas. Azara se puso roja al verse descubierta.
— Alteza…—, dijo Hassin dirigiéndose a ella—. El príncipe Faráz llegará en menos de una hora, antes ha enviado a uno de sus hombres para entregarle un obsequio personal.
Hassin le entregó un pequeño cofre de oro con incrustaciones de jade. Ella miró con admiración esa hermosa riqueza tan brillante, que pudo ver el reflejo de su rostro sobre la superficie lisa y muy limpia. Su inquietud creció por saber que hay dentro, preguntándose cómo es posible que el príncipe hubiera acertado en el jade, que es su piedra preferida. Tal vez es una simple casualidad pensó. Tomó el regalo poniéndolo sobre el tocador. Hassin se retiró.
— Puedes abrirlo—, le dijo a una de las doncellas y obedeciendo inmediatamente lo abrió al instante. Ante sus ojos brilló un hermoso brazalete con incrustaciones de esmeraldas, zafiros y rubíes. También viene un collar hecho de piedras iguales. Hay una nota y no dudó en tomarla para leerla. Es breve.
Princesa…
Espero sea de su agrado el pequeño detalle que me parece perfecto para mi futura esposa. Me sentiré honrado si lo usa para esta ocasión.
Príncipe Faráz de Esparta.
Volvió a poner la nota dentro del cofre con el corazón acelerado pensando en lo amable de sus palabras considerando que iba a matarla.
— Azara ayúdame a ponérmelo. Complaceremos al príncipe y lo usaré solo por él—, dijo sonriendo.
Admirada observó la joya y reconoció que el príncipe tiene buen gusto, porque de los obsequios que ha recibido de otros príncipes este en particular la ha dejado fascinada. Además, cree que marca una diferencia entre ellos, aunque la idea de verlo la pone nerviosa.
Absorta en sus pensamientos tardó más de lo necesario porque minutos después sonó la llamada que anuncia la llegada de los invitados. Se dio la vuelta para salir y pudo sentir como los nervios crecieron en su interior haciendo se detuviera antes de abrir la puerta.
— Déjenme sola un momento. Azara quédate.
— ¿Se encuentra bien princesa? —, preguntó cuando estuvieron solas.
— Muy nerviosa debo admitir.
Caminó hasta el balcón y pudo ver a la gente por todos lados y a lo lejos el estandarte espartano, detrás los guerreros montados en sus caballos. Es de suponerse que al frente viene el príncipe Faráz, y en alguno de los carruajes la princesa Dana.
Es un comité grande puede verse. El rey Elízeo reforzó la vigilancia en el castillo e hileras de arqueros cubren la entrada y en las torres también. El rey preocupado por la seguridad de sus invitados tomó todas las medidas necesarias para evitar una situación que alterara su relación con Esparta.
La princesa Daríce volvió a mirar el imponente comité que se va acercando y con determinación se dio la vuelta para salir sin demora. Una vez la puerta de sus aposentos se cerró, una guardia personal de diez hombres se alistaron para seguirla. Detrás de ella va Azara y sus otras doncellas. Caminó por el pasillo y a su encuentro salió Sadira, quien la tomó por el brazo para ir a su lado. Se les unió Leila más adelante y siguieron caminando a la sala donde ya deben estarlas esperando.
— ¿Lista para conocer al príncipe? —, le preguntó Sadira.
— Se te olvida que ya lo conoce y quiso matarla. Es posible que aún quiera hacerlo—, dijo cortante Leila.
Daríce la miró molesta porque eso es precisamente lo que la pone nerviosa. Recordar ese primer encuentro. Trató de ignorar el comentario y siguieron caminando por varios pasillos hasta bajar por unas escaleras y llegar a la pequeña recepción que conecta al gran salón. Una vez en la entrada fueron anunciadas y los invitados se hincaron mientras van pasando entre ellos. Al llegar hasta donde se encuentra el rey fue él quien dio la orden para que se levantaran. Daríce se sentó al lado del rey, lugar que una vez ocupó la reina. Sadira se sentó en el que antes ocupaba Darice, y Leila en el que fue de Sadira. Ese es y será el orden hasta que el rey muera. Sin embargo Darice le pedía a los dioses que no permitieran aquello, porque ella aún no quiere sentarse en el trono del rey.
Sentada y majestuosa observa a los invitados. Su mirada se concentra en el príncipe Balder de Ispahan, y en su padre el rey Cassio. Después pasa al sultán Jafar de Libia. Y se sorprende al no ver a su tío el príncipe Mural. Un insulto hacia la familia real. Muchos saben que la relación con el rey no va muy bien, no obstante, nunca debe olvidar que el hermano mayor es el rey y le debe respeto. La princesa dejó pasar eso y observó a Sadira recordando que ha sido comprometida para el príncipe Balder de Ispahan, sin embargo todavía no se han hecho los arreglos formales.
Ispahán es uno de los pocos pueblos que mantiene una posición neutral con los países vecinos, su ruta es conocida por el gran comercio que mueve, beneficiando a muchos pueblos, y es respetada por otros países desde siglos atrás. El principe Balder es el primogénito y ahora que el rey Cassio pidió a Sadira para casarla con su hijo su neutralidad puede cambiar. Él ha escogido un bando. El de los ganadores por supuesto. No puede ser de otra manera.
La princesa sigue viendo más caras conocidas y algunos de los Sapatras, que representan a cada ciudad de Persia están aquí. En la gran sala no hay más de trescientas personas. Todos ellos importantes e influyentes, capaces de desequilibrar la balanza de un imperio. Es difícil saber quién es el amigo y quién el enemigo.
Empezó a sentir calor y en lugar de seguir pensando pidió le soplaran más aire. El calor a esa hora del día es abrazador y espera que el príncipe Faráz no tarde más. No es que muera de ganas por tenerlo de frente, pero desea que todo pase de una buena vez. Apenas se estaba acercando a Sadira para platicar cuando anunciaron la entrada del príncipe.
— ¡Atención!..., ¡Su alteza el príncipe Faráz, y la princesa Dana de Esparta!
Todos miraron al frente cuando Faráz entró a la gran sala, la princesa Dana viene agarrada de su brazo y diez de sus guerreros los escoltan hasta el trono del rey. Todos excepto reyes y princesas se reverenciaron ante ellos. El rey Elízeo se paró cuando lo tuvo en frente y las tres princesas hicieron lo mismo. Daríce admite una vez más lo atractivo que es, tiene la oportunidad de mirarlo detenidamente. Sus facciones son parecidas a las que ha visto en muchos guerreros espartanos, pero son sus pómulos y mandíbula lo que hacen su expresión dominante.
El príncipe Faráz después de saludar al rey dio un paso ha dónde está la princesa Daríce, quien no apartó la mirada cuando posó sus ojos sobre ella al acercarse para tomar su mano y llevársela a los labios para besarla.
— Bienvenido príncipe Faráz. Es un honor tenerlo aquí—, dijo mientras ambos se miran, pero él la está mirando de una forma que a ella la hizo estremecer.
Faráz se quedó absorto con el color olivo de sus ojos y la suavidad de su mano al besarla. Huele a esencias y en cada dedo luce un anillo.
— El honor es mío—, le respondió ella mientras él observa el brillo de sus ojos. Pensó lo fácil que puede ser perderse en la profundidad de su mirada, pero mucho más fácil sería sacar la espada y por fin vengar a su hermano y matarla. Pero desafortunadamente él no vino a eso.
Soltó su mano con poca sutileza y notó la confusión en la mirada de ella. Enseguida se alejó a saludar a las otras dos princesas paradas al lado de la princesa Daríce. El príncipe no pudo evitar reconocer que los rumores de sus bellezas son ciertos, sin embargo también debe admitir que las otras no pueden ser comparadas con quien será su esposa.
Sin duda él está en una situación extraña. Piensa que si su hermano está muerto es porque uno de los hombres de ella lo mató y seguramente fue quien lo ordenó. Al mismo tiempo se siente perturbado con su belleza.
Por otro lado para Daríce fue evidente el desagrado del príncipe hacia ella. Siendo el momento que más teme es cuando tenga que estar sola con él. Sin embargo esa situación aún no se presenta porque el rey dio la invitación para dirigirse a las mesas del gran salón donde se pusieron los alimentos. Darice se levantó, y para su sorpresa Faráz fue a su encuentro tomándola del brazo para juntos dirigirse al salón. Ninguno de los dos hizo por hablar en el trayecto haciendo el momento mas incómodo aún.
Las horas pasaron y la tarde se sintió larga, posiblemente solo para ellos porque no se han dirigido la palabra para nada, limitándose a estar juntos y nada más.
En algún momento el rey le preguntó algo a Faráz y empezaron a conversar. Darice aprovechó la ocasión para salir al balcón porque quiere tomar aire fresco. Pocos minutos pasaron cuando la princesa Dana se le acercó con un poco de timidez.
— Hace mucho calor dentro—, le dijo al estar a su lado.
— Bastante—, respondió Darice con una sonrisa—. Debería pedir más gente soplando—, agregó después.
— Al parecer no todos se dan cuenta—, comentó la princesa Dana con una leve sonrisa y ambas rieron porque su comentario se debe a que varios de los invitados ya se les empieza a notar los efectos del vino.
— ¿Es así en Esparta? —, preguntó Daríce soplándose con las manos.
— A esta hora se pone fresco—, dijo Dana mirando el brazalete y el collar —. ¿Te han gustado? —, preguntó señalando las hermosas joyas. La princesa Daríce asintió—. Se mandaron hacer especialmente para ti—, agregó después.
— Todo es muy hermoso. Creo que no he tenido la oportunidad de darle las gracias al príncipe Faráz.
— Ya habrá una—, respondió la princesa espartana con una leve sonrisa, pues el ingrato de Faráz no quiso molestarse en enviarle nada. Aquel es un obsequio del rey Corisio a nombre del príncipe.
— Lo haré en cuanto tenga ocasión—, le dijo Darice deslizando sus dedos sobre el brazalete y pensando que no se imagina en qué momento podría ser si no han platicado nada.
— Hola, ¿te ha gustado la velada? —, preguntó Sadira acercándose a Dana y poniéndose a su lado.
— Todo es muy agradable—, comentó la princesa espartana con evidente sinceridad.
A los pocos minutos también se acercó uno de los criados y se dirigió a la princesa Daríce.
— Princesa, su Majestad desea verla—, dijo inclinando la cabeza ante todas.
— Si me permiten iré a ver que desea el rey—, comentó sonriendo.
— Si su Majestad es como el mío no se puede hacerle esperar nada—, dijo la princesa Dana y las tres rieron.
Sin demora la princesa Daríce dio la vuelta y Dana se quedó hablando con Sadira mientras Darice entra nuevamente a la sala principal y camina hacia el rey que ahora está hablando con el príncipe Balder.
Intentando ser discreta busca con la mirada al príncipe Faráz sin tener éxito. Vuelve a mirar a todos lados hasta que lo encontró entre un grupo de concejeros persas.
Ella siguió su camino hasta sentarse al lado del rey mientras espera termine de hablar con el príncipe Balder.
Intentando entretenerse se puso a observar al príncipe Balder, que tras una observación minuciosa llegó a la conclusión que es atractivo. Tiene un cuerpo musculoso, piernas fuertes, rostro de facciones recias que remarcan su mandíbula. Sí, definitivamente el rey está siguiendo los consejos de quién fuera su amada reina.
Sin duda el príncipe hará bonita pareja con la princesa Sadira. Será un buen matrimonio y es lo que una princesa como ella necesita.
Minutos después el príncipe se retiró y el rey se dirigió a su primogénita.
— He observado que el príncipe y tú no han hablado nada—, dijo con reproche.
— Quizá es mudo—, respondió Darice en voz muy baja y luego se quedó callada ante la mirada molesta del rey.
— No te veo intentando hacerle plática. De ti depende Darice que el acercamiento se dé—, comentó sin dejar de mirarla.
Daríce desvío la mirada y volvió a buscar a Faráz. Él ahora está conversando con Hassin. En toda la velada no se habían visto juntos. Es un buen momento para observarlos pensó ella.
El príncipe Faráz le lleva una cabeza arriba, es más corpulento y a diferencia de Hassin que es de barba cerrada y abundante bello, Faráz no. Son tan diferentes e irónicamente tan parecidos porque ambos emanan poder y autoridad.
En ese preciso momento el príncipe Faráz volteo y la sorprendió mirándolo. A Daríce le causó un poco de pena y se le subió el color a las mejillas, pero inconscientemente le sonrió sin esperar el mismo gesto, pero el príncipe le extendió una sonrisa que Darice no supo como interpretar.
Hay más ojos que miran la escena, uno de ellos son los de Hassin que ha captado la distracción de Faráz.
La princesa Daríce tomó un vaso de vino y lo levantó en dirección a ellos, después le dio un trago sin quitarle la mirada a ambos.
Ahí están el general y el príncipe. Ambos fuertes y poderosos; uno al mando de miles de hombres y el otro dueño de un imperio. Uno nacido legítimo de una reina y un rey, el otro un bastardo nacido sabrá de qué mujer y sin idea de saber que su padre es rey. ¿Cuántas personas saben que es medio hermano de la princesa Darice? Lo sabe Daríce, los “padres” de Hassin, y por supuesto también el rey Elízeo. El último no tiene idea que su primogénita sabe todo. Como tampoco sabe que Hassin se acuesta con una de sus hijas, o más bien con su media hermana.
Es una situación bastante retorcida que esté enamorado de su media hermana, pero más que sea el hijo ilegítimo del rey. Esa verdad no puede salir a la luz porque no se sabe quiénes querrán matarlo y quienes llevarlo al trono. Lo que es un echo es que el rey lo estima y quiere como hijo. Y si no lo fuera seria un excelente partido para cualquiera de sus hijas. Pero el rey se ha encargado de hacerle ver que no puede fijarse en ellas. Definitivamente ha fallado en eso.
Después que el rey terminó de advertir a la princesa sobre su comportamiento le hizo un ademán dándole a entender que debe ir con el príncipe Faráz. Así que ella tuvo que pararse mientras el rey la observa sin decir nada más y empieza a caminar hacia ellos.
— Alteza—, dijo Hassin inclinándose un poco al tiempo que Faráz le extiende la mano para ayudarla a subir el pequeño escalón.
La princesa Daríce sintió la aspereza de las manos del príncipe que contrasta con la suavidad de las de ella.
La especialidad de la princesa es el arco. Realmente es buena con la precisión de la flecha. En cambio con la espada no igual, es como un elemento secundario que entrena, y que por indicaciones de su madre siempre con las manos protegidas y posteriormente tratadas con ungüentos especiales. La reina solía decir que de una princesa, y menos futura reina se espera tenga manos de criada.
— Con permiso altezas—, dijo Hassin y se fue dejándola sola con Faráz.
Ella tomó asiento y Faráz hizo lo mismo. La gente los observa. Sus miradas están puestas en ellos porque son los protagonistas de la fiesta. Si supieran que ellos no tienen idea de que hablar. Simultáneamente ambos piensan que tal vez de la última batalla. Se rieron disimuladamente. Podrían empezar con un diálogo así; ¿Recuerdas cuándo nos conocimos? Podría preguntar ella, y quizá él responda algo parecido a lo siguiente; “Claro, fue el día que iba a matarte”.
— Gracias. Es muy hermoso—, comentó la princesa mirando el brazalete y luego se tocó el cuello acariciando la gargantilla con los dedos. Mejor darle las gracias y dejar los otros pensamientos a un lado.
— ¿En verdad te ha gustado? —, preguntó curioso.
— El jade es mi piedra favorita. El cofre es precioso también—, respondió sinceramente.
— Ha sido una agradable casualidad. Ahora los joyeros del castillo sabrán que deben fabricar para ti—, respondió Faráz con una ligera sonrisa que a ella la puso nerviosa.
Para ser el comienzo no fue tan malo porque Faráz sin poder evitarlo le sonrió también, aunque involuntariamente su mirada se dirigió al escote que conduce hacia sus senos, y luego bajó la mirada al movimiento de sus piernas al cruzarlas, dejando al descubierto una parte de ellas, que le permitió apreciar la perfección de las mismas. Aquello lo hizo pensar que al desposarla, y siendo su obligación hacerle un hijo, quizá no pueda contener sus impulsos carnales cuando tengan que compartir la misma cama. Sí, definitivamente aquella mujer es capaz de calentar a cualquier hombre. Solo basta mirarla para saberlo y sentir la aceleración del pulso.
Faráz dejó de pensar cuando uno de los criados se acercó y les ofreció vino. La princesa Darice tomó una copa y él otra mientras piensa sin poder evitarlo en la posibilidad que lo envenenen, y al mismo tiempo lo descortés que sería no tomarla.
Le hizo señas al guardia espartano que está a su lado para que lo pruebe antes que él.
Daríce mira el gesto de Faráz pensando que al menos hay otra persona aparte de ella que piensa pueden matarlo. Sin duda ella haría lo mismo que el príncipe.
Después que el guardia le entregó la copa, Faráz bebió un poco, luego otro poco, después otra copa más. Pasado un rato era posible que llevara la sexta, o séptima copa, ya no se acordaba pero los efectos iban a empezar a ser notables si sigue bebiendo. El mareo que experimentó significa que es tiempo de parar.
Darice lo observó y luego tomó un trago lento y después puso la copa en la mesa cercana a ellos.
— Persia tiene muy buen vino—, le dijo la princesa a Faráz tomando nuevamente la copa y dándole otro pequeño trago mientras él piensa que ella debería probar el vino de Esparta.
— Sabe bien—, respondió el príncipe admitiendo que tiene buen sabor.
— ¡Salud! —, dijo ella repentinamente alzando la copa de oro macizo y golpeandola suavemente contra la del príncipe.
— ¡Salud! —, respondió Faráz cuando las copas chocaron.
Sin duda la princesa lo tomó desprevenido. Se oyó el golpe del metal de las copas y ella miró a Faráz sintiendo una sensación extraña en el estómago, y al mismo tiempo sintiendose mareada de golpe. Al parecer el vino está más fuerte que de costumbre y temía pararse y tambalearse un poco, porque se darían cuenta enseguida que está un poco ebria.
La princesa observó la sala y fue cuando notó que la gente ya empieza a retirarse. El rey se acaba de levantar de su silla y está anunciando su retirada. Daríce notó que no se ve muy bien. A veces piensa que tiene lo mismo que su madre. Lo miró alejarse hasta que la figura de Dana se interpuso entre ellos.
— Si me disculpan iré a descansar—, comentó Dana.
— Acompañen a la princesa a su dormitorio—, le ordenó Darice a tres de las doncellas que se asignaron en el palacio para el servicio de Dana, aunque obviamente viene con dos doncellas personales.
— Gracias—, respondió ella con amabilidad.
Dana se retiró escoltada de un grupo de guerreros espartanos y un grupo de guerreros persas. Son veinte en total y tienen la orden de no dejarla sola y estar siempre alerta, porque no se puede correr ningún riesgo.
— Me retiro—, le comentó Daríce como dos horas después a Faráz porque está bastante agotada y parece que la velada no va a terminarse nunca—. Hemos asignado todo un piso para ustedes. Josué ha coordinado con tu comandante dónde se instalarán tus hombres para descansar—. Le comentó Daríce a Faráz antes de irse.
— Gracias por tu hospitalidad princesa—, respondió un tanto distante.
Efectivamente el comandante espartano junto con un grupo de guardias espartanos revisaron todo el piso que se les asignó.
— Es un placer servirte. Con permiso príncipe Faráz.
Después de despedirse y sin pérdida de tiempo Daríce se fue a sus aposentos con muchos pensamientos en la cabeza. Sobre todo, la sensación de no haberlo impresionado, porque se mostró tan indiferente y ausente. Darice había pensado que después del choque de copas sería diferente, pero no fue así.
Mientras camina por el pasillo después de salir de la gran sala, le sorprendió ver a la princesa Dana platicando amenamente con un par de mujeres esposas de unos concejeros. Pensó que hacía rato se fue a dormir. Pasó a un lado de ellas y se detuvo a saludarlas sin demorar mucho y posteriormente se retiró a sus aposentos.
Mientras camina por los pasillos observó no muy lejos de ella al general Hassin seguido de varios guerreros.
— General Hassin todo marcha con tranquilidad—, dijo uno de los guardias que al verla acercarse se inclina levemente.
La princesa Daríce les hizo un breve saludo y siguió de largo unos pocos pasos hasta que tropieza con Leila que sale de otro pasillo.
— Vas en las nubes—, dijo Leila sonriendo a medias mientras Hassin gira la cabeza hacía ellas.
— General Hassin, ¿ya por fin a descansar? —, preguntó Leila quizá pensando que ya se retira de la velada, pero él enseguida negó con la cabeza. —Que bien, porque es muy descortés de su parte no ocuparse de la seguridad de los invitados. El privilegio de retirarse a cualquier hora déjeselo al rey. Que tenga buena noche general—, terminó diciendo Leila con arrogancia y extendiendo la mano para que Hassin se la bese.
El general dio unos cuantos pasos y se inclinó rápidamente tomando su mano para besarla como muestra de respeto.
— Que descanse princesa—, le dijo serio e inmediatamente se incorporó y siguió su camino no sin antes despedirse de la princesa Daríce. Quien observa con atención la escena entre los amantes clandestinos. Leila siempre trata de esa forma a Hassin frente a la gente.




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